Malo porque sí...
Está en discusión el Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá. Más allá de lo bueno o malo de la propuesta que oriente la planeación de la ciudad, llama la atención una característica muy nuestra: dar palo porque no se planea con visión de futuro y dar palo porque se hace. Es un comportamiento extensible a cualquier esfera de nuestra realidad social y personal.
En el caso de la planeación de ciudad, si un mandatario propone algo muy tradicional y conservador, se cuestiona por pensar en forma retrógrada o como subdesarrollado; los detractores argumentan que debemos proyectarnos para salir adelante y proponer ciudades que se conecten con la realidad medioambiental, donde prevalezca el valor humano sobre el interés capitalista. Pero si el alcalde propone algo de ese tenor, la contraparte argumenta que estamos en Colombia y no en Suiza.
Lo lamentable es que ese tipo de discusiones, que suelen adobarse con un tinte político, tienen como objetivo evitar que los mandatarios avancen. Por torpedear, seguimos sumidos en el atraso y se promueve una mentalidad parroquial, que nos llena de miedo y resentimiento. Es mejor partir de una base y ajustar, antes que desistir de iniciar por temor a las críticas e incomodidades del proceso.
Algunas veces, quienes exigen una ciudad más respetuosa con el medio ambiente, reclaman que haya más carriles para los carros y menos para el peatón o para las bicicletas. Es solo un ejemplo de nuestra incongruencia como sociedad y evidencia la pobre mentalidad de no hacer ni dejar hacer.