Fiebre rusa
Aunque realmente no me da fiebre de mundial, sí conocí en las calles de mi barrio, con una pelota de trapo, la emoción de una gambeta, el honor del gol y la risa de una chiripa.
Cuando tenía como 13 años quise hacer parte de un equipo de futbol, pero me lo impidieron por una razón aparentemente sencilla: ese es un deporte de hombres o de mujeres que quieren ser hombres; así que jamás llegué al primer entrenamiento.
La anécdota parece inofensiva ¿pero el estereotipo se mantiene y hace daño? Yo creo que sí.
A las mujeres el futbol nos dejó, a cambio de un rol protagónico en las canchas, el morboso lugar de ser sus porristas o las acompañantes sexys en los estadios.
Basta ver las trasmisiones de los partidos y pillar que en los encuadres las chicas ponchadas por las cámaras son siempre lindas o están medio empelotadas.
Sin duda hoy hay más clubes y torneos femeninos, que las que correspondieron a mi generación, pero el deporte rey sigue brindando mejores opciones de práctica a sus apasionados que a sus apasionadas, pese a que el primer partido femenino reconocido por la FIFA se jugó un 23 de marzo de 1895.
Espero poder contarles más historias sobre mujeres y futbol, a partir de hoy en esta columna, a 21 días de Rusia 2018 y mientras dure esta fiebre.