Batalla para acabar con la deforestación
LA LUCHA POR CUIDAR PULMONES AMAZÓNICOS.
Hay zonas en la Sierra de la Macarena, uno de los grandes pulmones del país, donde es fácil olvidar que es el comienzo de la selva amazónica y, con cuadros perfectos de bosque arrasado o quemado, parece que la deforestación ganó la batalla.
Basta con sobrevolar esta vasta serranía o transitar por una de las pocas carreteras destapadas por las que se puede acceder para ver los estragos que ha causado la tala indiscriminada, que rozó máximos históricos en 2017 y continúa.
“El 2020 fue el año de más deforestación, por lo menos en los últimos tres o cuatro años”, asegura Sergio Iván Núñez, secretario de Medioambiente del Meta, donde se encuentra este Parque Nacional Natural.
‘Annus horribilis’
De acuerdo con cifras oficiales, en 2020 se perdieron 171.685 hectáreas de bosque, lo que equivale a una superficie superior a la de ciudades como Río de Janeiro o Medellín, y la mayoría de estos árboles se concentraban en el Meta, Caquetá y Guaviare.
El Meta fue donde más aumentó este problema, con más de 35.500 hectáreas de bosque tumbado y un aumento del 8 % respecto a años anteriores, cuando la tendencia venía a la baja. Como resume el secretario, resulta una paradoja: “Mientras el mundo se cerró (por la pandemia de covid-19), en las zonas más apartadas se generaron efectos negativos”.
Intereses ocultos
La Macarena es un bosque espeso que une la Amazonía, los Andes y la Orinoquía, hábitat de aves, cocodrilos, pequeños mamíferos, osos hormigueros o jaguares, pero que tiene también amplias zonas de matorral y rastrojos que arden fácilmente, lo cual se refleja en el camino que une el río Guayabero con Caño Cristales o ‘el río de los cinco colores'. Es por eso que la forma de deforestar más sencilla es con fuego: el “descole”.
“En época seca esto es un combustible para los árboles grandes, simplemente se inicia una llama y se queman grandes cantidades de bosque”, resume Núñez, aunque reconoce que es una forma rápida para hacerse con el control de tierras que quedan en manos de ganaderos, a los que les pagan por tomarla irregularmente. Detrás de estas maniobras el Gobierno dice que hay “criminales”, los mismos que copan las rutas de narcotráfico desde el Pacífico hasta Venezuela. Y se señalan frentes de disidencias de las FARC con el control de esta zona.