Arcadia

INÚTIL PANTOMIMA

- Por Antonio Caballero

Acada rato escribo aquí y allá sobre la droga. Me repito. Pero qué le voy a hacer: Colombia vive sumergida en ella, luchando contra ella, sostenida por ella, destruida por ella. Suprimamos de las noticias de la televisión y de la prensa las que se refieren a la droga, y a ver qué queda: ¿el ciclismo? Hasta ahora no se ha denunciado

la presencia de la droga en el ciclismo, que yo sepa (salvo, naturalmen­te, en lo referido al dopaje ilegal de los corredores). Pero si ha corrompido el fútbol y las exhibicion­es de caballos de paso fino o los concursos de coleo ¿por qué va a respetar otros deportes de entrada igualmente limpios? Mientras esté prohibida, la droga lo seguirá corrompien­do todo: la economía, la política, el entretenim­iento, la ciencia, las artes. Y para empezar, por supuesto, la lucha contra la droga, que es el tema de esta fotografía. Es un círculo voraz que se muerde la cola: la corruptora lucha contra la droga está corrompida.

Esta foto del periódico El Tiempo, por ejemplo, muestra –según reza el pie– que “más de 2.000 hombres de la Fuerza Pública adelantan la erradicaci­ón forzada de matas de coca en Tumaco”. Y, en efecto, se ven aquí bastantes, diez o doce por lo menos, entregados a la tarea. ¿O tal vez no? Tal vez están solamente posando para el fotógrafo, haciendo lo que se llama “papel de oficio”. Porque no es sensato, me parece a mí, que unos soldados o policías, no sé, vestidos de verdegris y con distintos modelos de sombreros y gorritas (cuán a menudo cambian de uniforme nuestros uniformado­s) se pongan a echar pala y barra de hierro en el clima tórrido de la costa del Pacífico sin soltar el fusil y las cartuchera­s y el pesado morral. Al que está en primer plano se le nota incomodísi­mo. El de la derecha, en cambio, se limita a ofrecer con delicadeza los tallos de una mata de coca, como para que no se escape. Otros miran, sin más. De los diez que se distinguen en la foto –once, tal vez– solo tres trabajan, o fingen trabajar. Y a uno, el que está medio agachado en la segunda línea, se le ve que está riéndose.

Se ven también regadas por el suelo unas cuantas matas de coca desarraiga­das, todavía tiernas (el cocal les llega a los erradicado­res apenas a la cintura). ¿Qué harán después con ellas? ¿Las quemarán, las dejarán que maduren al sol para facilitarl­es su labor a los raspachine­s? Nunca he visto en la prensa fotografía­s de lo que pasa después en los campos de cocales destruidos. Y el terreno se ve plano: ¿Por qué, en vez de 2.000 hombres de la Fuerza Pública armados de fusiles y azadones, no trajeron un tractor?

La verdad es que parece como si la fotografía, tan armoniosa, no registrara una operación de intendenci­a militar sino una pantomima coreográfi­ca: con los soldaditos (o policías, no sé) distribuid­os artísticam­ente como para un ensayo de ballet.

Pero dice el gobierno que no es así, que la cosa sí va en serio. Que aunque las extensione­s sembradas de coca se amplían sin cesar en el país –ya van más de 150.000 hectáreas– y aumenta cada día la producción de cocaína –ya va casi por las 1.000 toneladas al año–, también crece la erradicaci­ón de los cocales. Tanto la forzosa –20.000 hectáreas arrancadas este año– como la voluntaria: se han hecho convenios con 80.000 familias de campesinos cocaleros para sustituir cultivos en 50.000 hectáreas más. También se multiplica­n las incautacio­nes, que pasan de las 300 toneladas al año. (¿Y qué se hace con la coca incautada? ¿Se incinera? ¿Se vende? ¿Se guarda?). Y sin cesar caen capos y más capos de carteles de la droga, y se extradita por esa causa a varios centenares cada año, y por añadidura se está empezando a extraditar también a los corruptos, aunque no tengan nada que ver con el negocio de la droga ilícita.

(¿Que no? Todo en Colombia tiene que ver con el negocio de la droga ilícita, como se ve cada vez que alguien va y mira).

Ah: y un detalle, que se suele olvidar o pasar por alto: cada año, cada mes, cada día, aumenta el consumo de cocaína en el mundo, y en particular en los Estados Unidos. Pero dicen que no es la demanda norteameri­cana y mundial la que crea la oferta, sino la oferta colombiana la que crea la demanda.

Escribir una y otra vez todo esto es tan fatigoso y tan inútil como lo que están haciendo estos policías de la foto (¿o son soldados? Ya ni sé).

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Varios policías en la zona rural de Tumaco en un cultivo de coca.
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