De festival en festival
Tras 22 años de Rock al Parque, en el país han surgido diversos festivales que copan la agenda de decenas de grupos internacionales. ¿Tienen las bandas nacionales el lugar que se merecen?
Muchos recuerdan el Festival de Ancón, de 1971, como una especie de Woodstock colombiano. Para su primera edición, la sede escogida no fue Bogotá ni Medellín, sino un parque de La Estrella, un pequeño municipio antioqueño que acogió, según algunas cifras, a casi 200.000 personas de todo el país. Durante tres días los asistentes pudieron vivir en un oasis hippie de rock, drogas y fraternidad, algo nunca antes visto en Colombia, que buscaba emular los festivales que se realizaban desde hacía varios años en Estados Unidos y Europa.
El festival fue un éxito. Después, en parte gracias a la vehemencia de los recuerdos de quienes participaron en él, se convirtió en un hito musical y cultural, además de un modelo para los festivales que se hicieron posteriormente en el país.y esto no fue tanto por su organización –Germán Castro Caycedo, quien lo cubrió para El Tiempo en esa época, aseguró que era una “cosa armada más con buena voluntad que con conocimientos”–, sino por ser la primera apuesta en generar un espacio para la contracultura musical, por la oportunidad que significó para las nuevas bandas nacionales de darse a conocer ante un público acostumbrado, en su mayoría, a consumir música extranjera. “Ese fue nuestro intento de Woodstock y fue muy exitoso. En 2005 se intentó hacer otra versión, pero esta sí fue un rotundo fracaso”, recuerda Gustavo “Chucky” García, programador artístico de Rock al Parque.