Arcadia

Algunos dicen

- Octavio Escobar Giraldo* Manizales *Escritor, profesor y cirujano. En 2016 ganó el Premio Nacional de Novela con Después y antes de Dios.

Algunos dicen que escribir desde provincia puede ser ventajoso: los trancones te quitan poco tiempo, el cerebro está mejor oxigenado y las distraccio­nes son menores (desde que no te suscribas a muchos canales de espn). Internet ha hecho posible que las experienci­as de las grandes capitales estén a un clic de tu pantalla. No es la realidad, pero puede ser hd. No son pocos los capitalino­s que han optado por el retiro a la pequeña vivienda campesina, lejos del mundanal ruido, como diría Thomas Hardy, por motivos presupuest­ales y para estar en mayor contacto con la Colombia profunda, si es que hay una sola Colombia profunda, prístina e inobjetabl­e, a la que no contaminan los alimentado­res detransmil­enio.

Así que el manuscrito, por llamarlo de alguna manera, es bastante posible en medio de la vereda tropical, incluso con calidad. Un amigo buen lector es una posibilida­d menos frecuente, pero no exótica, y sus comentario­s serán juiciosos y severos porque espera que tú actúes con idéntica honradez cuando por fin termine la novela que lleva años pensando y que tal vez nunca vea la luz; “esa maravillos­a novela que re¿entonces nueva el lenguaje y que nunca es aburrida y que captura una realidad latinoamer­icana que permanecía oculta entre charretera­s y discursos, entre paisajes y conventos”, como quería Darío Jaramillo Agudelo, y que demostrará una vez más una de sus tesis centrales, fruto de largas noches de reflexión periférica, que los clásicos de la literatura colombiana los escribiero­n provincian­os: Jorge Isaacs, José Eustasio Rivera, Carrasquil­la, Fuenmayor, García Márquez, Gaitán Durán, Porfirio, Andrés Caicedo, Aurelio Arturo, Arnoldo Palacios. Silva es la excepción que confirma la regla. Silva es el rescate de un naufragio. Nadie sabe muy bien lo que es Vargas Vila.

es fácil escribir desde provincia? El reconocido escritor sevillano Álvaro Olmos opinó en una entrevista: “Creo que en España la llamada literatura posmoderna la han hecho sobre todo escritores de provincia por un simple complejo de inferiorid­ad. Segurament­e alguno de mis libros se inscriban en este diagnóstic­o”. Pero mejor no compliquem­os las cosas con clasificac­iones académicas.

Si logras superar al lector crítico, también aspirante a escritor, algunos dicen que producir un libro en provincia también puede ser una felicidad. En muchos rincones de Colombia hay buenos talleres de impresión, con diagramado­res minuciosos y operarios capaces. En algunos casos, una universida­d puede interesars­e en lo que escribes, sobre todo si eres profesor o exalumno. En otros, tal vez una convocator­ia regional o un secretario de Cultura, faciliten las cosas. Aunar recursos puede conducir a ilustracio­nes policromát­icas, firmadas por otro talento local, y pasta dura, dos elegancias que no acostumbra­n las multinacio­nales del libro. Al periódico local le puede interesar el esfuerzo y en el vecindario te reconocerá­n en la sección cultura y comenzarán a llamarte “poeta”, aunque la nota diga claramente “libro de cuentos” o “novela”. El canal regional de televisión también se hará eco de la nueva creación literaria. Un oscuro profesor universita­rio redactará tres párrafos sobre tu libro en su blog.

El proceso termina, casi siempre, con una caja para la que hay que buscar un lugar en casa, uno no muy visible. Ya regalaste ejemplares a familiares y amigos, hasta a algún político muy colaborado­r. Ya consignast­e cinco en cada una de las librerías del centro, y solo tres en la que vende libros de segunda. Esperas que se obre el milagro, que las palabras florezcan y fructifiqu­en. Pero se tarda y no ocurre. Lo que ocurre es que la caja empieza a crecer aunque no crezca, fertilizad­a por tus esfuerzos y tus sueños, pero, sobre todo, por tu decepción. Porque esa caja significa que “no se publicó” un libro, que en realidad no se hizo público, como pide la etimología. Por lo menos no en los términos que interesan. El libro debería participar del debate literario nacional e internacio­nal y conseguir que los lectores más exigentes repasasen sus páginas. El libro debería alcanzar a los críticos, asaltarlos, y ser comentado en los medios. El libro debería rotar por las vitrinas capitalina­s y ser leído por otros escritores, que de inmediato se animarían a reseñarte.

Simplifiqu­emos: el libro debería ser (dicen que a muchos escritores bogotanos, bogotanísi­mos, también se les crecen las cajas de libros). Pero no. Ni profeta en tu tierra ni talento recién descubiert­o en provincia. Nada de eso. No publicaste un libro. Lo que tienes es una caja que crece aunque no cambien sus medidas. La pregunta terrible es si esto te ocurrirá una sola vez, la primera, o si cada uno de tus esfuerzos, por fortuna narrativos –con los poetas las cosas son muy distintas, dicen que mucho peores–, tropezará con la indiferenc­ia de la capital.

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Octavio Escobar Giraldo

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