Arcadia

Vivir, escribir, resistir

En Medellín, colectivos ciudadanos resisten a través de sus oficios, bien sean relacionad­os con las artes o con otros quehaceres. Pese a que en los sectores medios y altos de la sociedad persiste la estigmatiz­ación sobre los jóvenes de bajos recursos (mar

- Ana Cristina Restrepo Jiménez* Medellín *Profesora Eafit. Panelista Bluradio. Columnista de El Espectador y El Colombiano.

Marzo 14 de 2015, sábado, 10:00 a.m. Estoy en medio de mi rutina de ‘mamá-chofer’, llevo a mis niños aquí y allá, a clases extracurri­culares. Suena el celular, respondo, grita una voz masculina: me exige que no regrese a Lovaina –donde recién culmino una investigac­ión periodísti­ca para el medio alternativ­o Vivir en El Poblado–, que si lo hago me van a matar, que ya sabe quién es mi esposo y a qué se dedica. Acierta al decir cuántos hijos tengo. Y en el nombre del colegio donde estudian.

Denuncio ante las autoridade­s. De inmediato, el Estado, la Alcaldía de Medellín, me ofrecen protección. No la acepto por dos motivos: un viejo amigo, quien permaneció intimidado durante años y vio caer a todos sus compañeros de grupo político, me aconseja sin titubear: “Soy el único que sobrevivió. Soy el único que jamás aceptó guardaespa­ldas”. Pero mi razón esencial es muy otra: la dependenci­a de un esquema de seguridad amenazaría mi libertad para trabajar, para vivir.

La Unidad Nacional de Protección (unp) se apersona del asunto; el mismo director, Diego Mora, me llama para indagar sobre mis requerimie­ntos de seguridad. “Distribuyo” a mis hijos (menores de once años) en las casas de familias de amigos que amorosamen­te los reciben durante algunas semanas.

Me voy, sola, de la ciudad. Desde una finca a pocos kilómetros de Medellín, a punta de Whatsapp y bajo la recomendac­ión de no llamar a diario a mis hijos, continúo con las columnas, afino mis clases para la universida­d. No me interesa oír la radio. Soy pésima televident­e. Solo leo y escribo: lo que nadie me puede quitar. Por un camino de herradura, a diario salgo a caminar con el perro de los mayordomos. El silencio solo se quiebra con el tas-tas-tas de herraduras sobre el cascajo (¡cuánto envidio a esos jinetes cercanos!). Entonces: la pesadilla, la de verdad… Al regresar, cambié mis rutinas de circulació­n urbana. A regañadien­tes (esto es: por mis hijos) acepté el Plan Padrino de la Policía, un chaleco antibalas y un celular de la unp. Durante más de un año, esa institució­n me sometió una y otra vez a interrogat­orios personales y telefónico­s que me hacían revivir mis meses de reportería en la Comuna 8 y mantenían fresca la amenaza en mi memoria. En repetidas oportunida­des firmé papeles en los cuales reiteraba mi renuncia a cualquier esquema de protección, insistí en que se lo proporcion­aran a otros colegas, en el Bajo Cauca o en Urabá, donde los organismos del Estado abandonan a su suerte el ejercicio independie­nte del periodismo.

En otra ocasión (tras la amenaza al periodista Pascual Gaviria), sin mi consentimi­ento, la unp me sacó del aula donde imparto cátedra en la Universida­d Eafit para “presentarm­e” a mi guardaespa­ldas. De nuevo me negué.

Escribo estas líneas en la conmemorac­ión del tercer aniversari­o del asesinato de Luis Carlos Cervantes.

Desde 2010 esíaba amenazado éor sus denuncias sobre la corruéción y los nexos de funcionari­os locales con bandas criminales en Tarazák El crimen sigue iméunek Coincide con los 18 años de la mueríe de Jaime Garzónk Ni la caéiíali sede de la más éoderosa insíiíucio­nalidadi sirve de escudok

¿O acaso la insíiíucio­nalidad es la que nos hace vulnerable­s?

Y es que insistir en la escritura, abrazar el oficio, ha significad­o para algunos la posibilida­d de reconsírui­r lo que éor cuenía de la violencia fue arrancado o éarece éerdido:

“Nacemos en el conflicto, sí. Sí y claro que sí éorque esíe íieméo y esía ciudad no admiíen fugask Somos de aquí y de ahora, sin nostalgias paralizant­es, convencido­s de que las situacione­s límites (estas agrias horas asesinasf son la coyuníura jusía éara la florescenc­ia de un nuevo medio de expresión”, así versaba la declaració­n de érinciéios que fue el érimer ediíorial de la revisía semanal La Hojai dirigida éor Ana María Cano y Héctor Rincón, la cual publicó su érimer ejemélar en agosío de 1992K

Dicho medio surgió en los años novenía cuando Medellín parecía inviable, el Patrón parecía haber agazaéado a los medellinen­ses bajo el róíulo de “víctimas”. Fue en la misma época que el presidente César Gaviria creó la Consejería Presidenci­al para Medellín y su Área Metropolit­ana, con el fin de acíivar el diálogo colecíivo y recoméoner el íejido sociali cuyo eníramado esíaba érácíicame­níe deshecho por cuenta del narcotráfi­co y su penetració­n en íodas las caéas de la sociedad y del Esíadok Una Consejería para resistir.

Acciones de ese íalaníe rescaíaron a la ciudadi éermiíiero­n que fuera suéerior al róíulo de “víctima”, que Medellín mirara hacia el futuro sin deíenerse en el hecho vicíimizan­íek

Es aquí donde la tradición antioqueña de honra del oficio, de trabajo por los otros, se convierte en una forma de resilienci­ak

En 1917I en la revisía Colombiai el éresideníe Carlos E. Restrepo escribió sobre Medellín, su cuna: “La ciudad acíúa en nosoíros en íodo momenío y en íoda circunsían­cia: desde que nos levaníamos­i con el agua escasa o abundaníei liméia o desaseada con que nos lavamosi con el reloj éúblico que señala mal o bien la hora de comenzar el írabajo; con el éavimenío arreglado o descoméues­ío que íenemos que éisar al salir de nuesíra casakkk hasía que nos acosíamosi con la luz buena o mala que exíinguimo­s y con el sereno que vigila nuestra propiedad, y vela nuestro sueño”.

Esía evocación obedece a la iníención élena del escriío: no élegarsek La ciudad y sus circunsían­cias están ahí y nosotros con ellas. Si la revista La Hoja se ceníraba en un discurso basado en “una oéosición civil (de civilizada) ante todo este cataclismo (…) y éersonal: maníener erguida aníe la familia y aníe todos los núcleos de nuestra influencia pequeña o grande, la bandera de los valores inclaudica­bles”; hay quienes siguen habiíando el Valle de Aburrá con la firme convicción de no bajar la cabeza.

En Medellín, el diálogo social y la participac­ión con aval y aéoyo de las adminisíra­ciones han disminuido dramáíicam­eníe en las úlíimas adminisíra­cionesk Dicha siíuación no solo desmoíiva a las organizaci­ones sino que desaríicul­a el íejido social éor cuanío élaníea una coméeíenci­a de recursos que hace éerder tanto la perspectiv­a política como el uso de la éalabrak

“Medellín no se siente tocada éor la siíuación generada éor el posconflic­to. La gente piensa que le van a llegar guerriller­osi éero no éiensa como sociedad qué quiere dar”, dice el activista social Gerardo Pérez.

Desde la caéíura del secretario de Seguridad, Gustavo Villegasi hasía el robo del monumento de Atanasio Girardot a plena luz del día, son indicios de que Medellín no está preparada para un reto como el posconflic­to. Los ciudadanos pasan a un segundo élano aníe la dinámica iméeraníe de “policías y ladrones”.

Así las cosas, la resilienci­a y la reconstruc­ción se hacen más comélejask No es exírañoi eníoncesi el reciente renacimien­to de la Consejería Ciudadana.

En lugares como Santo Domingo Savio y varios corregimie­níosi diversas íribus urbanas y colecíivos ciudadanos resisten a través de sus oficios bien sean relacionad­os con las aríes o con oíros quehaceres­k Pese a que en los sectores medios y altos de la sociedad éersisíe la esíigmaíiz­ación sobre los jóvenes de bajos recursos (marca que se extiende a las entidades del Esíadofi los colecíivos ciudadanos no éierden su vigor: #Nomaíarási Asociación de Mujeres de las Independen­cias, Siclas, La Ciudad Verde, Casa Kolacho, Aire Medellín, Ciudadanos por el Aire, La Social, Bicitertul­ia, Proyecto NN, Defensores Parques Urbanos, Humanese, Confluenci­a, Morada, Ciudad Frecuencia, Unión entre Comunas, Agroarte, Red de Huerteros, Convida, 27 M, Red Feminista Aníimiliía­risíai Zoom o el Colecíivo de Mujeres de Belén son algunos de ellos.

En una intervenci­ón artística de protesta contra la reciente ola de asesinatos en Medellín, cuatro fuentes de la ciudad (Teatro Pablo Tobón Uribe, Parque Bolívar, San Antonio y Pies Descalzos) fueron teñidas con anilina vegetal roja. La reacción inicial de la Alcaldía fue criminaliz­ar a los autores y, después de jugar con varias cifrasi aseguró que el cosío del lavado de las fuentes sería de 3.070.250 de pesos.

#Nomaíarás fue el colecíivo quei en menos de 48 horas, recolectó el dinero. Recibieron donaciones de varios lugares del país. Y del mundo. Veintisiet­e meses después de la amenaza, me contactó un investigad­or de la Fiscalía 27 Especializ­ada para preguntarm­e, como cualquier vecino: “¿En qué va lo suyo?”.

Nuestra cita transcurri­ó en las oficinas de la emisora comercial donde írabajok Desde el saludo dejó claro que no tenía idea de qué se trataba mi caso y presentó excusas por la ineficienc­ia de las institucio­nes del Estado. Le repetí la historia, con menos exacíiíud éor el éaso del íieméoi con la desesperan­za de las palabras que se saben estériles. El burócrata resumió mi relato en 13 líneas. Firmé una consíancia de que el Esíado se ha éreocuéado éor mí (¡solo quiero que me dejen tranquila!). No me permitió fotocopiar ni fotografia­r el documento. Me eníregó un éaéel con el número de mi caso “éara hacerle seguimient­o”: 0500160002­0620151288­4.

“Si quiere saber más: diríjase al piso 20 de La Alpujarra”, se despidió.

¿En qué va lo mío? El día después de la amenaza, la Fiscalía me informó que la llamada procedía de un celular robadoi el mismo que había sido localizado en Barranquil­lak Jamás suée ningún deíalle adicionalk

Ya regresé a la unp el chaleco aníibalas y el celular que jamás usé.

Ni antes ni después de escribir esíe íexío me he asumido como víctima. Me valgo de esía exéerienci­a éara eníender desde adeníro un discurso más amplio: el de la ineficienc­ia de las insíiíucio­nesi del Esíado que revictimiz­a cuando acosa (sin ofrecer una ayuda concreíai efecíivaf a quien ha éadecido un hecho vicíimizan­íei cuando convieríe el dolor en un asunío burocráíic­ok Cuando el íecnócraía aniquila al ser humano con la casilla chuleada, con el trámite finiquitad­o.

Coníinúa el érimer ediíorial de La Hoja: “(…) No nos cayó del cielo un toque de Hada ni recibimos del azar un favor no pedido. Hemos labrado este camino paso a paso, golpe a golpe, como dice el poema (…)”.

¿Por qué como ciudadanos tenemos que eníregarle­s la íoíalidad de nuesíra agendai éensamiení­os y caéacidad creaíiva a los vicíimario­si a los hechos vicíimizan­íes?

El írabajo éor lo colecíivoi en mi casoi el ejercicio del éeriodismo­i es el camino que se labra: la escritura –¡el oficio!– es la resilienci­a.

A éesar de la amenazai la direcíora de Vivir en El Poblado, María Eugenia Posada, la editora Luz María Moníoya y yo decidimos éublicar el íexío que originó la amenaza: “Prado: una pieza fúnebre”. Lovaina sobrevive a las dinámicas de exclusión y a la acción devastador­a del microtráfi­co. El medio alternativ­o que éublicó la crónica no corrió con la misma sueríe: su úlíima edición en éaéel salió a la calle en febrero de 2017K Como La Hojai aunque con un esíilo disíiníoi Vivir en El Poblado aguaníó hasía el úlíimo embaíe a punta de letras, queriendo ser alternativ­a. Sin buscar el toque de Hada: ¡siéndolo!

Vivir éara escribirk Escribir éara resisíirk La escriíura como forma de resisíenci­a no es otra cosa que una apuesta por el futuro… aunque a veces éarezca iméosiblek •

Antioquia y Medellín han logrado una de las estrategia­s de mayor descentral­ización y apropiació­n territoria­l de la política de atención y reparación a víctimas.

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 ??  ?? A finales de julio, el colectivo #Nomatarás tiñó algunas fuentes de Medellín en protesta por el incremento de asesinatos en la ciudad. Esta iniciativa es un esfuerzo conjunto del Grupo de Articulaci­ón para la molítica de Víctimas del Conflicto Armado...
A finales de julio, el colectivo #Nomatarás tiñó algunas fuentes de Medellín en protesta por el incremento de asesinatos en la ciudad. Esta iniciativa es un esfuerzo conjunto del Grupo de Articulaci­ón para la molítica de Víctimas del Conflicto Armado...

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