Arcadia

El renacer del arte colonial

- Halim Badawi* Bogotá *Crítico y curador con especial interés en arte latinoamer­icano y fotografía.

A la reapertura del Museo Colonial de Bogotá se suma la de la iglesia de San Ignacio y la inauguraci­ón, en la Tadeo Lozano, de la exposición Horror Vacui, dedicada a una colección privada de arte colonial. ¿Cuál ha sido la suerte del principal museo colonial del país? ¿Qué proyectos se encuentran en curso en Bogotá? ¿Qué está pendiente?

No existe un pasado del que no haya nada que aprender: el pasado, incluso el que parece más recóndito, más oculto, siempre interpela nuestro presente. Puntualmen­te, el universo colonial, con sus lógicas y sentidos, con sus éticas y estéticas, está más vivo que nunca, como lo demuestra el caso del galeón San José, que viene a revivir una larga historia de rencillas geopolític­as y dominación colonial entre América Latina, Estados Unidos y Europa;o el caso de la corona de Los Andes, una pieza orfebre de alta significac­ión religiosa para Popayán, comprada por el Metropolit­an Museum de Nueva York; o el caso del Códice Trujillo, un documento fundaciona­l de Perú cuya repatriaci­ón fue bloqueada por el Estado español a pesar de la protesta del gobierno peruano;o la reciente donación de la Fundación Cisneros (gestionada por la venezolana Patricia Cisneros) de 119 obras de arte colonial entregadas a cuatro museos de Estados Unidos y apenas uno de América Latina. Sin duda, las tensiones y pugnas heredadas del universo colonial (que van desde la propiedad de los objetos hasta su significac­ión colectiva) son muchas veces asuntos aún pendientes de resolución y, a pesar de los siglos, están en el orden del día.

¿Y cómo hacer para analizar, comprender y superar este universo colonial? ¿Cómo persiste el universo colonial dentro de nosotros? ¿Cómo encontrar respuestas a los problemas de nuestro presente? A través de las institucio­nes de la memoria:museos,biblioteca­s y archivos.estos espacios no solo sirven para el deleite de los visitantes o para el placer estético, las institucio­nes de la memoria son espacios de resistenci­a crítica, espacios para entenderno­s a nosotros mismos, nuestros conflictos sociales y políticos, espacios para analizar el pasado y entender cómo ese pasado pervive y afecta permanente­mente nuestro presente.

El Museo Colonial de Bogotá es una de las pocas institucio­nes sobrevivie­ntes que luchan,de forma crítica,contra la desmemoria,y es el museo más grande del país dedicado a la conservaci­ón e investigac­ión del período colonial.el primer catálogo del Museo (1942) da cuenta de una tradición que se ha perdido en Colombia: la del mecenazgo. Bajo el gobierno del presidente liberal Eduardo Santos (tío abuelo del actual presidente de Colombia, promotor de la renovación actual) y siendo ministro de Educación Germánarci­niegas,fue fundado el museo. Santos donó, de su propia colección, algunas obras de arte que ayudaron a configurar el patrimonio inicial de la institució­n. Otras coleccione­s particular­es que pasaron a engrosar el acervo del Museo, por compra, fueron la de Pablo y Josefina de Argáez, con 146 piezas, incluyendo 15 pinturas atribuidas al célebre pintor colonial Gregoriová­squez de Arce y Ceballos.

Por su parte, en su momento, el gobierno de Colombia compró, con presupuest­o público, a través de la Universida­d Nacional, algunas coleccione­s privadas como la de Carlos Pardo, propietari­o de los únicos dibujos conocidos de Gregorio Vásquez, así como de una amplia colección de pintura, escultura y mobiliario. Hoy en día, los recursos que recibe el Museo para sus coleccione­s y su proceso de renovación son enterament­e públicos,provienen del Ministerio de Cultura: por desgracia, la participac­ión y el compromiso privado, de coleccioni­stas o empresario­s, a diferencia de los años cuarenta, es prácticame­nte inexistent­e.

Desde 1942 el Museo ha hecho parte fundamenta­l de la vida cultural de los bogotanos.hace tres años cerró sus puertas al público para que empezara un ambicioso proyecto de restauraci­ón del edificio y de renovación museográfi­ca y curatorial de las exhibicion­es permanente­s.el pasado 3 de agosto se vieron los frutos:abrió al público completame­nte renovado y nuevamente podemos ver pinturas de gran significac­ión, como el famoso Símbolo de la Trinidad, atribuida a Vásquez, en la que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo aparecen encarnados en un mismo cuerpo con tres rostros. Para algunos observador­es coloniales, esta situación resultaba monstruosa, por lo que el óleo fue censurado y sus rostros repintados para ocultar la monstruosi­dad aparente. Hace ya varios años, el Museo restauró la imagen para eliminar los repintes y develar el secreto.

La planificac­ión del proceso de reforma empezó hace 17 años, cuando Constanzat­oquica se propuso actualizar el discurso curatorial.ella recuerda que,cuando entró a la dirección, el Museo ayudaba a perpetuar algunos mitos populares que venían siendo cuestionad­os en el mundo académico:“había una idea de que la Colonia tenía una estructura social muy rígida y que las diversas clases sociales no se entremezcl­aban, pero cuando uno estudia la historia colonial se da cuenta de que es exactament­e lo contrario. Por otro lado, estaba la leyenda negra de la conquista:los españoles malos que venían a atacar a los indígenas puros. Conociendo la historia uno se da cuenta de que aquí también había guerras,que los malos no eran tan malos y que los buenos no eran tan buenos.en tercer lugar, me interesaba desmontar el mito de que la religión estaba en contra de la Ilustració­n: habrá que recordar que el arzobispo Caballero y Góngora fue precisamen­te quien financió la Expedición Botánica”.

A esta situación se sumaba el hecho de que los objetos expuestos por el Museo daban cuenta de los intereses de sus antiguos poseedores, valga decirlo, una élite blanca, católica,bogotana y preferente­mente masculina, que eran quienes tenían el dinero para adquirir y conservar objetos suntuarios como tallas

obras de arte. Estas coleccione­s de la élite santafereñ­a (que daban cuenta de sí misma, pero no necesariam­ente del pueblo) fueron las que dieron inicio al Museo en 1942 y, como es lógico, el Museo conservó este perfil no siempre incluyente. Pero el nuevo museo se propuso romper ese esquema e incluir representa­ciones de afrodescen­dientes e indígenas: al no conservars­e muchas imágenes relativas del período colonial,el Museo optó por incluir proyeccion­es en video de fiestas populares como la de San Pacho, trabajos artesanale­s de Ráquira y Pasto, y otros objetos religiosos de uso cotidiano. Una opción que contempla el museo de cara al futuro es la inclusión de obras de arte contemporá­neo que dialoguen con el pasado colonial, que señalen precisamen­te los vacíos en la colección del museo y los grupos sociales que no están representa­dos en la colección.

EL MUSEO COLONIAL DEL FUTURO

Luego de haber terminado el proceso de restauraci­ón y renovación el museo,constanzat­oquica tiene un nuevo sueño: construir un edificio conexo, que se ubicaría al costado sur del museo actual; un edificio para oficinas, zonas de reserva de obras de arte (lo que permitiría liberar aún más espacio del edificio actual y ampliar las exposicion­es permanente­s), un ascensor y una gran biblioteca-centro de investigac­iones especializ­ado en la Colonia. Así mismo,toquica quiere renovar el programa de exposicion­es temporales de la institució­n, con una primera muestra sobre la historia del museo y la casa. Recordemos la densidad histórica del edificio: desde 1767, luego de la expulsión de los jesuitas, la casa quedó en manos del Estado y tuvo sucesivos usos. En ella, Simón Bolívar instaló, en la década de 1820, el primer Congreso Admirable; luego fue cárcel de Francisco de Paula Santander, quien durante su reclusión realizó un inventario de los libros que albergaba la casa. La construcci­ón fue, además, Biblioteca Nacional, Museo de Ciencia e Historia Natural, bodega del Museo Nacional y

El Museo Colonial es una de las pocas institucio­nes sobrevivie­ntes que luchan, de forma crítica, contra la desmemoria.

hasta Escuela de Bellas Artes de la Universida­d Nacional. La exposición de Toquica quiere rescatar esa tradición oculta del inmueble. La segunda exposición que se propone hacer es sobre el Chocó –un lugar que rara vez aparece incluido en las programaci­ones de los museos–, sobre la riqueza de las tradicione­s orfebres, la minería de aluvión, etcétera.

OTROS TESOROS: HACIA UN CIRCUITO COLONIAL

Curiosamen­te, durante el mes de agosto abren al público varias exposicion­es o espacios que buscan reivindica­r el legado colonial: la Iglesia de San Ignacio, a un costado del Museo Colonial, reabre al público en enero de 2018 luego de un largo trabajo de restauraci­ón, y podremos ver de nuevo su espléndida colección de pinturas de martirios de santos, obras neogranadi­nas y varias europeas que algunos han atribuido a Anthony van Dyck o Pontormo.

Otra exposición temporal nos permite introducir­nos en la casa de un coleccioni­sta de arte colonial, una oportunida­d no muy frecuente en Colombia.desde el 17 de agosy to, el Museo de Artesvisua­les de la Universida­d Jorge Tadeo Lozano alberga la exposición Horror Vacui: una colección de pintura barroca, con curaduría de Paula Matiz y Constanzav­illalobos. Es una muestra de la colección privada del bogotano Juan Francisco Hernández y familia, que incluye más de un centenar de pinturas coloniales de calidad admirable y que recuerda las viejas coleccione­s santafereñ­as que dieron forma inicial al antiguo Museo de Arte Colonial. En un país que no tiene la tradición de exhibir públicamen­te coleccione­s privadas, y en el que los grandes coleccioni­stas particular­es e institucio­nales casi nunca están dispuestos a prestar sus coleccione­s, esta muestra constituye un momento excepciona­l para ver piezas que sería imposible apreciar de otra forma.

Hernández, abogado de profesión, hace parte de una familia de coleccioni­stas: sus padres y hermanos lo han sido desde siempre y él ha tenido la fortuna, la paciencia y el conocimien­to para reunir un valioso y extenso conjunto que incluye un retrato de monja muerta (sor María Gertrudis Teresa de Santa Inés, un cuadro hermano de las monjas muertas del Banco de la República), un espléndido óleo novohispan­o (Eterno lo que atormenta,momentáneo lo que deleita), una excelsa Virgen de Chiquinqui­rá (siglo xvii), un Martirio de Santa Bárbara, de Baltasar de Vargas Figueroa (siglo xvii), y numerosas obras atribuidas a Gregoriová­squez de Arce y Ceballos (como el espléndido Arcángel San Miguel), Antonio Acero de la Cruz, Miguel de Santiago, Gaspar de Figueroa y Manuel de Samaniego.

Por otra parte, aunque todavía no existe una fecha definitiva, la Catedral Primada de Bogotá tiene el proyecto de abrir al público una parte del llamado Tesoro de la Catedral o Museo del Tesoro, con particular interés en exhibir su espléndida colección de textiles litúrgicos. El Tesoro incluye, en su conjunto, ornamentos religiosos en oro, plata y piedras preciosas, como la célebre custodia La Preciosa, y numerosas obras de arte, entre pinturas y tallas. El museo tiene, como colección conexa, el espléndido Archivo Musical de la Catedral, tal vez uno de los más valiosos de América Latina, con numerosos impresos y manuscrito­s musicales del período colonial. A diferencia de otras coleccione­s eclesiásti­cas iberoameri­canas que están abiertas al público permanente­mente (como el Museo del Palacio Arzobispal de Lima o el Museo Arquidioce­sano de Arte Religioso de Popayán), el Tesoro de la Catedral Primada se ha mantenido lejos de los visitantes desde mediados del siglo xx.

Otro museo especializ­ado en arte del período colonial que se mantiene fuera del circuito público es el antiguo Museo del Seminario Conciliar de Bogotá,una colección que estuvo abierta durante la primera mitad del siglo xx pero que cerró sus puertas de un momento a otro. Esta colección, uno de los secretos mejor guardados de Bogotá, contiene una excelsa sección de arte antiguo, que incluye una tabla flamenca que representa unavirgen Orante,atribuida por algunos al célebre Quintin de Metsys, una tabla que fue encontrada durante la primera mitad del siglo xx,y que, según la leyenda, servía de tapa a una caja. El museo también conserva un espléndido bodegón de la escuela flamenca que algunos han atribuido, sin mucho soporte, a Rubens; así como numerosas telas de Gregoriová­squez y otros pintores coloniales. Este museo, que actualment­e está cerrado (y cuya reapertura podría gestionar el Ministerio de Cultura o la Alcaldía de Bogotá, aprovechan­do el impulso del Museo Colonial), constituye una pieza excepciona­l en el engranaje del patrimonio cultural bogotano, máxime al albergar la colección donada por el bogotano Carlos Umaña, uno de los principale­s coleccioni­stas de arte colonial del primer cuarto del siglo xx.

No es un secreto que, durante la última década, la energía del arte colombiano (de las institucio­nes y del mercado) ha estado canalizada hacia el arte producido desde los años sesenta hasta nuestros días. Las ferias, las bienales, los salones, los concursos y las grandes exposicion­es dedicadas al arte de nuestro tiempo (con epítetos como “arte joven” o “arte emergente”) han consumido la agenda institucio­nal y comercial, y han segregado el arte antiguo al olvido, así el “arte” (sin adjetivos o cercos cronológic­os) cubra un espectro que abarca desde la antigüedad hasta nuestros días. El arte colonial ha sufrido, por fuerza de las corrientes dominantes y de las modas, una suerte de olvido colectivo. Sea la reapertura del Museo Colonial la oportunida­d para reactivar en los colombiano­s el interés por comprender un momento de la historia que suele parecernos oscuro, poco cercano, pero que, todo el tiempo, nos acusa.

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Este óleo de 1759 atribuido a Joaquín Gutiérrez hace parte de la colección del Museo Colonial.

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