Arcadia

2 de octubre

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El 2 de octubre de 2016, Colombia amaneció lluviosa. Era domingo y el cielo estaba cubierto por una pátina gris sobre la mayoría de las ciudades. En la costa caribe los chubascos arreciaban. Si hace apenas unos días Irma sacudió a Cuba y la Florida, y causó estragos a su paso en Texas, Barbuda y Saint Martin, entre otros, en ese entonces era Mathew el nombre de la tormenta que se cernía sobre esta parte del mundo.

Solo unos días antes el manso clima, como el de estos mismos días de finales de septiembre, auguraba lo que estaba por venir.tras cuatro años de negociacio­nes entre el gobierno y las Farc, el 26 de septiembre, en Cartagena, con una plaza abarrotada de políticos colombiano­s, 13 presidente­s latinoamer­icanos, el secretario general de la onu, Ban Ki-moon, 27 cancillere­s, entre ellos el secretario estadounid­ense John Kerry, y algunas víctimas del conflicto, Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, y Rodrigo Londoño, comandante en jefe de las Farc, firmaban, por fin, un acuerdo para ponerle fin a un conflicto de 52 años que había asolado a Colombia en todos sus departamen­tos y municipios. El acto, más allá de las guayaberas blancas, las sonrisas cómplices y esa especie de coctel social en que se convierten los hechos simbólicos en Colombia, fue emotivo. Lo vimos millones por televisión, nos conmovimos con la idea de que habíamos conseguido una salida que pocos veían posible. Era lunes.y ese lunes 26, Juan Manuel Santos insistió en la necesidad de que, el domingo siguiente, el 2 de octubre, se votara Sí a un referendo que blindara, de una vez y para siempre, lo que ya había sido acordado.

Mientras Santos y Londoño sonreían para las cámaras del mundo, esa misma tarde del 26, megáfono en mano, el expresiden­te Álvaro Uribe había estado en Cartagena, acompañado de copartidar­ios del Centro Democrátic­o, arengando en contra del proceso y la firma del acuerdo de paz, y de lo que considerab­a una especie de show mediático con el que se pretendía alentar a los colombiano­s a votar Sí a la pregunta: ¿Apoya usted el acuerdo final para terminar el conflicto y construir una paz estable y duradera?

El fin de la guerra, documental de Marc Silver, muestra en 1 hora y 40 minutos esa tensión permanente que se vivió en esos días en los que Colombia pensó, con ingenuidad, que podría dar una respuesta distinta, más moderna e inteligent­e, a los retos de su futuro. El 2 de octubre, por algo más de 50.000 votos, el Sí perdió. En el documental hay una imagen de Humberto de la Calle, justo después de la firma del acuerdo del 26 de septiembre, afirmando que el referendo iba a ser en su favor. Hay otra de Juan Manuel Santos en la sala de prensa de Palacio, justo antes de salir al aire tras enterarse del fracaso del plebiscito, que enfoca a su preparador escénico moviendo los brazos y gestualiza­ndo para animarlo a ser más emotivo de lo que jamás pudo ser. Hay un amanecer en la selva en donde Jorge Enrique Botero, periodista de vieja data que ha documentad­o como nadie el conflicto, y que fue señalado por Uribe como periodista de las Farc, sale diciendo que va a extrañar esos parajes y esos ríos y esas montañas que lleva recorriend­o décadas para tratar de contar la historia de este país que, una vez más, parece darle la espalda a su terrible verdad: 300.000 muertos después somos incapaces de aprovechar las oportunida­des. Hay una imagen de un grafiti que muestra campesinos e indígenas, pintado bajo un puente de la avenida Eldorado de Bogotá.y hay amaneceres y atardecere­s y climas que le dan suspenso y dotan de dramatismo un momento irrepetibl­e. El momento de hace un año cuando abrazamos la posibilida­d de buscar otro camino. El fin de la guerra es, sin duda, el mejor documental que hasta ahora se ha hecho sobre un proceso que sigue siendo documentad­o y que merece cientos de piezas más para que podamos entender qué nos ocurrió después de que estuvimos, como decía Gabriel García Márquez, a cinco centavos del peso. No es una visión definitiva, no es la verdad revelada, es un gran trabajo de montaje, una pieza de estupenda factura que a partir de las acciones nos muestra de cuerpo entero con todas nuestras cicatrices, excrecenci­as, defectos y virtudes. Ojalá sepamos vernos en él para que no olvidemos que el 2 de octubre fue el día más gris de todos.

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