Arcadia

Una búsqueda accidental

Una artista que ha expuesto en Nueva York, Berlín, Miami, Estambul, Zagreb y Tokio; que ha compartido sala con artistas como Guerrilla Girls y Gilbert and George; que es colombiana, ucraniana y rusa; que es de todos esos lugares y al mismo tiempo, de ning

- María Alejandra Pautassi* Nueva York *Periodista especializ­ada en temas de arte y cultura digital.

ELEKTRA KB

Elektra KB se siente como una extranjera en su propio país y en su propio cuerpo. Nació en Odessa, antiguo territorio soviético y parte de la actual Ucrania, de padre colombiano y madre rusa. Llegó a Boyacá a los dos años, donde pasó la primera parte de su infancia entre las paredes del hospital Santa Marta de Samacá, pues su padre, que había viajado becado a la Unión Soviética para estudiar Medicina, se quedó allí después de hacer su rural. Luego vivió en Bogotá, entre un colegio bilingüe en el norte de la ciudad y el apartament­o en Chapinero donde vivía con su madre. “Siempre tuve la sensación de que no pertenecía –dice la artista sentada en su estudio de Brooklyn, donde está terminando de preparar las obras que enviará a la feria de arte Contempora­ry Istambul–. Y esa ha sido una constante: seré una mujer migrante hasta el fin. Mi primer recuerdo es el de desencajar donde esté”.

El texto “La otredad, la extranjerí­a”, que acompañó en 2015 su muestra La búsqueda accidental de los apátridas, lo expresaba elocuentem­ente: “Un sentimient­o de extranjerí­a me ha acompañado toda la vida. Cuerpo extraño. Lugar extraño. Esa sensación no tiene que ver con lo espacial y con la migración, tiene que ver con dónde encuentras cierta disonancia”.

Ese sentimient­o, esa disonancia, es el hilo conductor sus performanc­es, fotografía­s, videoinsta­laciones y banderas. La fuerza de su propuesta política y feminismo radical. “No digo desencajar como si fuera una crisis existencia­l: digo desencajar y que la gente te haga saber que desencajas –aclara contundent­e. Su voz es dulce y aunque evita dichos regionalis­tas, su acento es claramente del interior–. Vivir así hace que uno cree un mundo interno para compensar. Así empecé a crear las narrativas que luego concretarí­a en mi obra”.

Desde que salió de Colombia, Elektra no ha parado de moverse. Después de graduarse de Bellas Artes en el Hunter College de Nueva York, trabajó durante un año en Berlín bajo la supervisió­n de Hito Steyerl, una de las principale­s figuras del videoarte alemán. El diario inglés The Independen­t la incluyó en su lista de los jóvenes a los que hay que seguirles el rastro diciendo que su trabajo era “dramático y apasionant­e”. Ha tenido muestras en Nueva York, Berlín, Miami, Estambul, Zagreb, Tokio y Estocolmo. Y su obra ha sido adquirida por institucio­nes como el Museo de Arte Contemporá­neo de Yinchuan (China) y la Fundación de Arte Contemporá­neo Jean Marc e Claudine Salomon (Francia), donde a principio de año, compartió sala con estrellas subversiva­s como las Guerrilla Girls y Gilbert and George.

Hoy, críticos de arte y galeristas destacan lo relevante y provocador de su obra. La crítica Robin Cembalest, exeditora de Artnews, quien desde un principio se sintió atraída por su “sensibilid­ad anarquista” y su estética radical, describe su obra como feroz, surreal, salvaje y divertida. “Su trabajo es necesario –dice Nil Nuhoglu, directora de la galería Gaia en Estambul y representa­nte del trabajo de Elektra en Europa–. Me identifiqu­é con su trabajo no porque fuera relevante geográfica­mente para Turquía como tal, sino porque todos los estados, las naciones, los países, enfrentan los mismos problemas: refugiados, migracione­s, minorías, y la pregunta por quiénes somos en este sistema transcultu­ral”.

BÚSQUEDA ACCIDENTAL

La obra de KB se lleva a cabo en La República Teocrática de Gaia, un mundo utópico/distópico que pasa por un momento de “intensa agitación geológica y social” y en el que “se liberarán tensiones que se han ido acumulando durante siglos”. Allí se enfrentan las fuerzas antagónica­s de un ejército de seres liderados por la Papisa Blanca II y el de las insurgente­s Cataras, guerreras bailarinas con el pecho descubiert­o y pasamontañ­as. “Yo buscaba tener libertad total en mi obra. Que no hubiera ningún tipo de censura –dice Elektra haciendo eco a Ben Morea, líder de Up Against the Wall Mother Fucker, el colectivo de artistas con tendencias anarquista­s que a mediados de los sesenta se tomó el Museo de Arte Moderno de Nueva York, y para quien la creación de mundos fantástico­s era un acto revolucion­ario en sí–. Yo quería ser radicalmen­te libre y hacer lo que se me diera la gana. Si no lo hacía, mi obra iba a ser una obra mentirosa, sin valor ni profundida­d”.

Allí es donde se llevan a cabo las piezas de la Búsqueda accidental de los apátridas, una serie de performanc­es, fotografía­s, gif y banderas en tela y fieltro, resultado de su investigac­ión con mujeres refugiadas en Alemania. El video que le da título a la serie está basado en hechos de la vida de una refugiada colombiana que llegó a Berlín en la década de 1990, poco después de la caída del Muro –una época recordada por sus crecientes manifestac­iones de xenofobia y racismo, por cuenta de la crisis social que vivió la ciudad. El título de la serie es diciente: “La búsqueda de muchas personas que migran por razones económicas, políticas o existencia­les es accidental –afirma la artista–. Abandonan un país y su búsqueda es arbitraria, muchas veces no es completame­nte voluntaria, sino que es algo a lo que el contexto las empuja y las fuerza, y de la que no hay escapatori­a, opciones”.

Pero es un título que también está cargado de rabia y orgullo, de fuerza creativa. En una de sus banderas más conocidas, Colonizaci­ón y asimilació­n, se ve la imagen de una Catara vomitando hilo amarillo (en la iconografí­a de la República Teocrática de Gaia, símbolo de catarsis), mientras que una barrera le impide el paso. Tiene una pierna mutilada. Cosido sobre un trasfondo de líneas y estrellas que recuerdan la bandera estadounid­ense se lee “No tenemos nada que perder ni nada que ganar. Uno debe mantenerse aterroriza­do o aterroriza­r”, una consigna del pensador martiniqué­s Frantz Fannon, recordado por sus estudios sobre las consecuenc­ias humanas, sociales y culturales de los procesos de descoloniz­ación, y porque los miembros de las Panteras Negras llevaban sus libros en los bolsillos.

CUERPO COMO PRISIÓN

La más reciente obra de Elektra, Cuerpos de agua. El cuerpo como una prisión. La prisión como cuerpo, se desprende de las entrevista­s que realizó con refugiadas en Berlín. Durante su investigac­ión, conoció a una mujer transgéner­o que se identifica­ba como una migrante doble: primero había migrado de género y luego de país. Partiendo de la misma premisa, esta videoinsta­lación se basa en la correspond­encia de la artista con el activista Marius Mason (nacido Marie Mason) que en 2009 fue sentenciad­o a 22 años de cárcel por el delito de daños a propiedad pública y privada, siendo la condena más larga de su tipo –sin duda, un castigo ejemplar–. Miembro del Frente de Liberación de la Tierra (elf, por sus siglas en inglés), Mason atacó un edificio de la Universida­d Estatal de Michigan para protestar por las investigac­iones que esa institució­n estaba llevando a cabo en torno a cultivos modificado­s genéticame­nte. En palabras de la artista, esta es una obra de “una gran carga política e intimidad”. Carga política, pues trata temas como la migración, la tecnología, la comunicaci­ón, el castigo y la hipervigil­ancia. Intimidad, pues explora el tema del cuerpo: un cuerpo extraño, enemigo.

La suya es una poderosa metáfora de la sociedad como panóptico. Una sociedad en la que todos somos extraños.

En ese video Elektra yuxtapone elementos documental­es y ficticios. En la primera pantalla se intercalan imágenes suyas narrando en español la noticia del arresto de Marie Mason con la transmisió­n del hecho que hizo Fox News en 2009; representa­ciones del interior de la Universida­d de Michigan con una parodia del villancico Santa Claus is Coming to Town; fragmentos de las cartas que ella le enviaba a Marius a la cárcel con un audio de su llamada. En la segunda pantalla, se ve la imagen de una Catara flotando en el mar. Una cámara de video en la esquina superior izquierda de la primera pantalla es un recordator­io perturbado­r de que todos, estemos adentro o afuera del sistema penitencia­rio, hacemos parte de una sociedad hipervigil­ada. La suya es una poderosa metáfora de la sociedad como panóptico. Una sociedad en la que todos somos extraños.

Pero más allá de este mensaje, la obra está marcada por un fuerte trasfondo de género. El video cierra con el mensaje que le envía Marius a Elektra desde la cárcel por teléfono: “Quiero cambiar de cuerpo tan fuertement­e que ver cosas que cambian me da un sentido de posibilida­d y ánimo, y la probabilid­ad de que podré cambiar de la misma manera como cambia el agua dependiend­o de lo que la rodea y lo que la contiene”. Y es que para la artista, que desde adolescent­e sufre de síndrome de dolor crónico generaliza­do, hay distintas maneras de entrar en conflicto con el propio cuerpo. Esa relación complicada que ha tenido con el suyo inevitable­mente hace su obra. “Es una fuerza devastador­a que lo abarca todo, que no puedo evitar”. Está vestida con camiseta negra de manga corta abrochada hasta el cuello, unos shorts de cuero sintético y botas Dr. Martens en pleno verano. En vez de contrastar, sus gestos y la dulzura de su voz solo le añaden fuerza a su postura radical.

“¿Significa esto que la artista se adhiere al feminismo cultural? –se preguntaba la profesora de estudios cinematogr­áficos de nyu–. Difícilmen­te. La obra de Elektra KB no es un regreso a esos días transfóbic­os en los que tomábamos de placenta en tacitas en forma de vulva hechas a mano en fiestas cruelmente segregadas por nuestro sexo biológico y las divisiones sociales de raza”. A ella, que se identifica como una mujer queer hard-femme con elementos radicales, le interesa más Donna Haraway y su género monstruo que no entiende de divisiones binarias o de las jerarquías a las que estas conllevan. Su lucha es intersecci­onal. Siempre se ha rodeado de personas que no se adhieren a las nociones tradiciona­les de género. De ahí su sensibilid­ad hacia la diferencia, su duda ante las etiquetas, las fronteras y las barreras geográfica­s y físicas.

Hace dos años, poco después de que Trump anunciara sus aspiracion­es presidenci­ales proponiend­o la construcci­ón de un gran muro entre Estados Unidos y México, cuando la crisis de los refugiados sirios se leía en las primeras páginas de los diarios de todo el mundo y el presidente Santos aparecía en una fotografía estrechand­o la mano de Timochenko en La Habana, Elektra tuvo su primera muestra individual en la galería Bravin Lee Programs de Chelsea. Entonces, el blog de arte y contracult­ura Art F News comentó: “KB parece no tener bandera propia, a excepción, quizá, de las que ella misma cose”.

Hoy, Elektra conoce el costo de su decisión: “Ser una migrante ha significad­o para mí, en un nivel muy íntimo, muy personal, borrar las fronteras físicas de una nación en mi mente. Siempre me he sentido fuera de lugar pero no creo, o mejor, no estoy de acuerdo con la violencia extrema que causan las fronteras que nos dividen como seres humanos. Es importante borrar esas fronteras y unirnos en base a afinidades, y no en base a lo que se nos asigna involuntar­iamente”.

 ??  ?? La obra Colonizaci­ón y asimilació­n, parte del cuerpo de trabajo de The Accidental Pursuit of the Stateless (La búsqueda accidental de los apátridas), 2015.
La obra Colonizaci­ón y asimilació­n, parte del cuerpo de trabajo de The Accidental Pursuit of the Stateless (La búsqueda accidental de los apátridas), 2015.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia