Arcadia

DIEZ IDEAS A PARTIR DE UNA MADRIGUERA (CERRADA)

- Por Nicolás Morales

El conejo y su linda madriguera murieron. Es una lástima que esta bella librería del norte de Bogotá colgara los libros. Ante esta lamentable noticia se me ocurrieron varias ideas-garrote, y alguna reflexión zanahoria, que quiere evitar que otras librerías aventurera­s tengan el mismo destino fatal de este 7. La Feria del Libro de Bogotá es maravillos­o escondrijo de lectores. importante. Y vende. Y es luminosa.

1. Las librerías independie­ntes no Pero los otros 350 días los libreros pueden sobrevivir en barrios acomodados. luchan con espadas de papel para que Es una sencilla ecuación: la baja funcione la cosa. Mucho discurso rentabilid­ad del negocio no recupera bonito en Corferias de gente muy los costos absurdos del arriendo. A no encopetada sobre políticas de lectura, ser que vivan en el escenario ideal en que luego desaparece por arte de el que un librero hereda el local y esto magia. Y después: que el librero sonría le permite desarrolla­r filantrópi­camente y pague el arriendo. su negocio, nadie sabrá qué es una 8. El estado de las cosas en Colombia librería independie­nte (o una que esté con relación al libro es lamentable. fuera de un centro comercial). Una imagen para ilustrarlo: mientras

2. Las ferias de saldos están matando la exhibición de libros de Colombia, a las librerías: no tienen que pagar país invitado, en la Feria de Panamá arriendo o impuestos y no sostienen era paupérrima (prácticame­nte sin libros) empleos formales; se convierten en un les da por llevar a toda la Orquesta paraíso efímero para los lectores y el Sinfónica (con Fonseca incluido) para golpe de gracia para los libreros profesiona­les. un concierto de una hora en el Canal. El trabajo del librero es vender Foco, queridos “amigos de la cultura”: los libros por la calidad de su contenido, enfóquense en el libro. no por su precio; tal y como van las cosas, la competenci­a desleal de los salderos los llevarán al cadalso.

3. El Ministerio de Cultura prefiere subsidiar la Feria del Libro (sin que sea muy generoso su aporte) a mantener ese sindicato de librerías independie­ntes, crítico, ruidoso y protestón. Así, se irán quebrando ante la total indiferenc­ia de los poderes públicos. La Madriguera no es la primera que cae y, me temo, vendrán muchas otras.

4. Apoyar la programaci­ón cultural de las librerías es la mejor forma de subsidiarl­as. Esos apoyos existían pero se han venido reduciendo cada año: hoy hay menos de 180 millones de pesos en las arcas de Bogotá para decenas de proyectos en las librerías y clubes de lectura. Digo: ¿solo 180 millones? ¡Ay! ¡Qué mundo tan pobre el del libro!

5. Si Colombia no afronta ahora una discusión verdadera sobre el precio único del libro, el abismo está a la vuelta de la esquina. O de la Madriguera, si prefieren. Y sí, ya sabemos: una ley de precio único no es suficiente, debe ir acompañada de otras medidas y acciones. Pero charlemos la cosa. La discusión solo puede ser benéfica.

6. Aunque es una práctica legal, no tiene presentaci­ón que haya pulpos dedicados a importar el material de baja rotación de otros países para rematarlo en Colombia. Cuando esos inventario­s entran en la dinámica de saldos afectando enormement­e la percepción pública del precio del libro. Resultado: muchos lectores piensan que en Colombia el libro es costoso. Mientras tanto, las librerías se hunden.

9. La situación de las librerías en las regiones es calamitosa. Nadie quiere hacer el reporte, pero no es ciencia ficción pensar que en un futuro solo quedarán en nuestra geografía las librerías naranjas y, en las capitales, las nacionales. Y la bibliodive­rsidad será caca de conejo.

10. Todavía algunos de los dueños de librerías no saben mucho del sector editorial (o de administra­r empresas, para ser sinceros). No entienden que deben diversific­ar las entradas del negocio o asegurar sus flujos de caja. Es más, no sé si entendiero­n lo que les acabo de decir.

No todo fue perfecto en La Madriguera del Conejo. Algunos la encontraro­n a veces algo soberbia. No era tan exhaustiva y en ocasiones faltaban referencia­s, sobre todo universita­rias. Pero era nuestra librería del norte y David Roa y Édgar Blanco fueron unos libreros a carta cabal. Paz en la tumba de un gran proyecto.

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