LA ÚLTIMA FOTO DEL PROFETA

El pasado 25 de septiembre se cumplieron 41 años de la muerte de Gonzalo Arango. Dieciocho años atrás, había fundado el nadaísmo y publicado su fiero manifiesto, pero al momento de morir ya no formaba parte de todo ese ruido. Para 1976, hacía rato que había apostatado de su propia religión, convencido de que su angustia existencial podía curarla con misticismo y no con rebeldía y rabia.

Hacia 1968 Gonzalo Arango comenzó una metamorfosis que lo puso en el camino de convertirse en algo muy diferente a lo que siempre había sido. Cambió la forma de vestir por una muy colorida y abandonó los vicios, incluido el cigarrillo. Comenzó a usar mucho las palabras “amor” y “Dios” en todo lo que escribía. Expresó –o desarrolló– una conciencia contemplativa muy aguda y exaltaba la naturaleza que lo rodeaba. Todo en él indicaba el fin del atormentado, del incomprendido, y el nacimiento de un hombre nuevo. Esta imagen de 1970, del fotógrafo León Ruiz, muestra, tal vez, los últimos momentos de un antiguo ser: es la última foto del Profeta. Aparece rodeado de oscuridad y con camisa negra. Acaba de exhalar una gruesa voluta de humo de marihuana. En la expresión del rostro, pese a la calma aparente de los ojos cerrados, hay cierta angustia. Gonzalo Arango se desligó totalmente del nadaísmo uno o dos años después, pero cuando posó para esta foto ya incubaba el deseo de dejar de ser el hombre del retrato.