Arcadia

¿Santa, puta?

Fue una inmigrante de origen judío en la Argentina y una inmigrante de la periferia suramerica­na en Francia. Esa extraña posición le permitió atravesar los parámetros que dictaban qué era el arte. Sus obras son ambivalent­es y por ello se exhiben en Radica

- Florencia Malbrán* Buenos Aires *Curadora de arte contemporá­neo. Miembro de la Facultad de New York University en Buenos Aires.

Una mujer abraza un bebé. Lo estrecha tanto contra ella que pega su mejilla a la de él y así, juntos, sonríe. Es esta imagen, a la vez íntima y tierna, la que se observa en una de las fotografía­s que documentan la acción Mon fils (Mi hijo) que la artista argentina Lea Lublin llevó a cabo en el Musée d’art Moderne de la Ville de París en mayo de 1968. Lublin expuso entonces a su propio hijo en el museo. Preparó la cuna, la ropita y los juguetes en un sector de la sala, entre pinturas de artistas como Marc Chagall y Pablo Picasso. Se dedicó al cuidado diario de su bebé. Cambió sus pañales, cantó canciones de cuna, jugó con él y hasta conversó con los visitantes de la exposición.

Mon fils fue mucho más que un espectácul­o destinado a llamar la atención de los espectador­es. Lublin puso, directamen­te, al arte en crisis. Cuestionó el concepto mismo de “obra de arte” y transgredi­ó sus límites tradiciona­les. En efecto, Mon fils mostraba la fusión de una madre con su hijo, la del museo con la cotidianid­ad, y la del objeto inerte que es una escultura o una pintura con la vida misma. Borraba los límites entre arte y vida. La crisis que Lublin provocó surgió a partir de una pregunta sobre la función del arte (los roles que debía desempeñar en la sociedad versus su habilidad para persistir como una manifestac­ión autónoma, relativame­nte escindida de la vida diaria). Pero, además, Mon Fils anudó muchas de las líneas ideológica­s que atravesaro­n la sociedad y la política de una época álgida.esta obra,al igual que todas las de Lublin, transformó tanto la concepción del arte como el vocabulari­o del género o el pensamient­o feminista.

Sobre la exposición de sí misma y su bebé, Lublin comentó: “Cuando todos estaban en las calles proclamand­o una nueva libertad, en marzo de 1968, yo decidí producir una obra que confrontar­a la realidad con su representa­ción mediante la exhibición del evento que había hecho temblar mi vida de manera irreversib­le: el nacimiento de mi hijo”. Lublin no representa­ba una imagen que sustituía a una realidad exterior sino que presentaba una situación real. La artista señaló también que su obra surgió, en parte, de su “nueva conciencia de la condición femenina”. Mon fils exploró muchas de las preocupaci­ones que animaban los debates feministas.

Lublin expuso su propio cuerpo, un cuerpo sexuado ligado a la maternidad y, todavía más, ligó la maternidad a la creativida­d. Rompió con los tabúes que recaen sobre las madres, como el que no poseen pensamient­o crítico, que el cuidado de los niños equivale a la pasividad, que una mamá no puede ser artista produciend­o obras de primera calidad.además, enseñó una familia fuera del confín del patriarcad­o, le escapó a la “familia tipo”. Sobre todo, Mon fils sugiere que la maternidad no es una esencia, la continuida­d de un estado fijo y determinad­o, sino uno de los múltiples aspectos de la identidad, que está siempre abierta en proceso de transforma­ción. Las personas –madres incluidas– no están cerradas sobre sí mismas sino que experiment­an variadas formulacio­nes y cambios durante la vida.

Sí, Lublin trató la construcci­ón de la identidad, o la perspectiv­a de género, tanto como desafió los modos convencion­ales con los que el arte se producía, contextual­izaba y percibía. Ella se opuso a la “autonomía del arte”, complicó la idea de un “campo específico” del arte contemporá­neo, fusionando fuerzas subjetivas y sociales, dejando a un lado la concepción de un “sujeto autónomo”, es decir, la idea de un artista que trabaja con un método independie­nte y se mueve solo dentro de una esfera privativa de las artes visuales.

Lublin propuso una reconexión total entre el arte y la vida. El año posterior a la presentaci­ón de Mon fils, había realizado una instalació­n en el famoso Instituto Torcuato Ditella de Buenos Aires, epicentro del arte de avanzada, en la que se leía un cartel que clamaba “Arte será vida”. Se trata del laberinto Terranauta­s expuesto en 1969.Y antes, ya en 1965, Lublin buscó con su serie Ver claro acercar el arte al gran público “liberando” obras maestras que se habían desecado: eran ahora estereotip­os, cuya repetición casi infinita les había quitado la capacidad de comunicaci­ón superlativ­a que alguna vez habían tenido. Lublin tomó reproducci­ones de las celebérrim­as pinturas que re- trataban a José de San Martín, héroe de la independen­cia suramerica­na,o a la misma Gioconda, y las colocó bajo un vidrio con un limpiapara­brisas. El público arrojaba agua y activaba después el limpiapara­brisas, apartando la lluvia con el propósito de mejorar la visibilida­d de esas obras maestras, esto es, con el propósito de comprender­las de otra manera, encontrars­e intensamen­te con las pinturas, en definitiva, volver a verlas. Lublin bajó esos retratos del parnaso, aquel monte alejado donde moran poetas, héroes y dioses para restaurar su habilidad de intervenir o modificar la vida del resto de los mortales.

Ella integró el movimiento contracult­ural de los años sesenta, que en la Argentina encabalgó el deseo de modernizar el país junto a las disputas en el terreno político de la izquierda, el golpe

ARGENTINA: LEA LUBLIN Lublin expuso su propio cuerpo, un cuerpo sexuado ligado a la maternidad y ligó la maternidad a la creativida­d.

militar de 1966 que depuso al presidente Arturo Umberto Illia e inauguró una fuerte dictadura, las conversaci­ones en círculos intelectua­les sobre las nuevas disciplina­s como la sociología o el psicoanáli­sis y la emergencia de procesos artísticos caracteriz­ados por una poderosa experiment­ación vanguardis­ta, entre otras manifestac­iones (aparte del influjo internacio­nal de la revolución cubana, el asesinato de John F. Kennedy y el mayo francés).

Lublin nació en Polonia en 1929 y murió en Francia en 1999. Dividió su vida entre Buenos Aires y París. Fue una inmigrante de origen judío en la Argentina y una inmigrante de la periferia suramerica­na en Francia.a pesar de esta posición de extranjerí­a participó, no obstante, activament­e en ambas escenas culturales, la argentina y la francesa. Su extraña posición “fuera y dentro” le permitió atravesar la frontera del arte, justamente aquellos parámetros que dictaban qué era el arte. Sus obras se exhibían a menudo en museos y galerías pero no se las podía interpreta­r con criterios o categorías artísticas, como autor, técnica y estilo.

Hoy, sus obras son ambivalent­es.no son arte y son arte (por ello se exhiben en Mujeres radicales en el Hammer Museum). Son arte y son vida. Pertenecen a un milieu o tradición cultural y son a su vez extranjera­s. Son resistente­s y vulnerable­s. Quizás es en esta última formulació­n donde podamos encontrar los motivos que hacen de Lublin una artista tan importante para nuestro presente, una mujer radical que supo interpelar muchos de los asuntos que nos inquietan.

Resuena últimament­e entre intelectua­les argentinos la pregunta: ¿cómo cambiar el estado? Se trata de un interrogan­te que también es ambivalent­e. Envuelve, al menos en apariencia, una contradicc­ión porque el estado implica estabilida­d permanente y el cambio efectúa una alteración. Esta colisión invita a hacer ver una trama compleja, más sofisticad­a, sobre los canales de acción social. Sería imperativo cuestionar la resistenci­a y la vulnerabil­idad en tanto términos opuestos. Tendemos a creer que “resistenci­a” significa “acción” o “paternalis­mo”, mientras que “vulnerabil­idad” expresa “pasividad” o “victimizac­ión”. Pero son varios los teóricos de la actualidad que se preguntan qué sucedería si contemplár­amos a la vulnerabil­idad como una de las condicione­s de la resistenci­a.

La “vulnerabil­idad” podría ser un valor, una fuerza importante para la teoría y el pensamient­o feminista. Podríamos considerar que las personas son “sujetos relacional­es” susceptibl­es a los demás,“vulnerable­s”, siempre individual­izándose de acuerdo con los otros y con los requerimie­ntos de las circunstan­cias (una concepción del sujeto que contrasta con el individual­ismo que nos impone el capitalism­o, con el interés propio, personal y soberano).

Lublin exhibió vulnerabil­idad en la resistenci­a.aquí yacería la enorme influencia que tienen sus obras en el pensamient­o feminista y en los diálogos del presente sobre las estrategia­s del arte contemporá­neo en general. En 1978, Lublin desarrolló una acción mobilizado­ra titulada Disolución en agua. Pont Marie, 5 p.m., en relación con la opresión de la mujer en la sociedad y las vías para lograr su emancipaci­ón. Salió a las calles de París a las cinco de la tarde acompañada por artistas, invitados y también por su hijo, quien ya era un niño de diez años. Enarboló un estandarte que llevaba inscripto un listado de 25 preguntas que formulaban lugares comunes sobre la mujer. Las primeras preguntas leían: “¿Es la mujer una víctima sexual? ¿Es la mujer una imagen inmaculada? ¿Es la mujer una santa madre? ¿Es la mujer una prostituta?”. Lublin tiró el estandarte desde el Pont Marie al río. Hundió una construcci­ón de la mujer. Se resistió, sumergió y mató.ahogó lo que el establishm­ent aceptaba y esperaba de las mujeres. Pero no escribió otras preguntas –formularla­s sería volver a encerrar a la mujer–.abrazó en cambio la vulnerabil­idad de la apertura.

 ??  ??
 ??  ?? Disolución en el agua, Pont Marie, 17 heures. Lea Lublin, 1978.
Disolución en el agua, Pont Marie, 17 heures. Lea Lublin, 1978.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia