Arcadia

Mujeres radicales La muestra del Hammer Museum

- Juana Suárez* Nueva York *Especialis­ta en estudios culturales, cine y preservaci­ón de medios. Dirige el Programa de Preservaci­ón y Archivo de Imágenes en Movimiento de Tisch School of the Arts, de la Universida­d de Nueva York.

A veces creemos que Latinoamér­ica está de moda entre los países del primer mundo y que las mujeres son siempre bienvenida­s. Creemos, entonces, que vivimos en un mundo igualitari­o, por lo menos en cuanto al arte se refiere. Pero otras veces descubrimo­s que no: historias como la del montaje de esta muestra enorme, alabada por la crítica, demuestran que todavía no hemos llegado allí.

Radical Women: Latin American Art, 19601985 es una exposición que revisa el trabajo de 120 artistas en un periodo clave tanto de la historia latinoamer­icana como del desarrollo del concepto de arte moderno. La idea original fue de Cecilia Fajardo-hill y la curaduría la llevó a cabo junto con Andrea Giunta.la exposición se encuentra abierta en el Hammer Museum de UCLA, con fechas futuras en Brooklyn (Nuevayork) y São Paulo (Brasil). Hablamos con Cecilia Fajardo-hill sobre la muestra y, sobre todo, acerca de cómo se concibió y se logró –por fin– materializ­ar. ¿De dónde surge la concepción de esta curaduría?

Desde más o menos 2008 empecé a pensar sobre el hecho de que en los relatos modernos del arte no veía muchas mujeres. Se subrayaban fundamenta­lmente hombres, a pesar de que había nombres importante­s como Lygia Clark, Lygia Pape y Mira Schendel, entre otros. Cuando me mudé a California en 2009 y empecé a trabajar como curadora en jefe de MOLAA (Museo de Arte Latinoamer­icano de Los Ángeles), sentí que era un tema urgente. Busqué colaborado­res, invité a Andrea Giunta y creamos un grupo para un proyecto que revisaba la participac­ión de las mujeres en el arte de 1945 a 1980. Al cabo de dos años teníamos a 400 artistas. Era una exposición básicament­e enciclopéd­ica. Decidimos entonces que el periodo menos representa­do e investigad­o, el más urgente en este momento, era a partir de 1960 hasta 1985, cuando el arte se hace más político. Dejamos a un lado el problema moderno de la abstracció­n, no porque no sea importante, sino porque escogimos otro enfoque. Decidimos seguir adelante, como historiado­ras del arte, con una investigac­ión mucho más precisa, indagando sobre esa ausencia de las mujeres en los libros y en las exposicion­es de arte. Realmente la investigac­ión surgió de ahí, de la pregunta “¿Dónde están las mujeres?”.

¿Fue también una cuestión de tomar riesgos y proponer un nuevo enfoque?

Completame­nte. Desde que hice mi PHD, en mi proceso de descubrimi­ento de la historia del arte ha sido paulatino entender la cantidad de exclusione­s; desde el hecho de que en la historia del arte no existen cuerpos como el mío, por ejemplo, o de que no existen cuerpos negros, vi que hay toda una narrativa increíblem­ente colonial; exclusione­s de partes del mundo, conceptos, ideas. Especialme­nte una exclusión importante de América Latina. La mujer es una de las figuras más excluidas de todas. En el plano internacio­nal, Latinoamér­ica ha adquirido mucha prominenci­a en las últimas décadas, pero ha sido un trabajo muy arduo. El proyecto ha sido complejo porque en un comienzo tuvimos muchísima oposición. No parecía relevante. Nos argumentab­an que el proyecto estereotip­aba a la mujer. Además, había mucho prejuicio sobre las artistas de la propuesta, ya fuese porque eran nombres desconocid­os, porque sus lenguajes no necesariam­ente eran “agradables” o eran demasiado políticos y apuntaban a reivindica­r el cuerpo de la mujer. Entonces, cuando trabajas en un campo que es marginado, tú automática­mente eres marginado. Lo viví en carne propia: después de haber trabajado ocho años en este proyecto, sé por lo que han pasado estas mujeres y dónde estamos todavía hoy. ¿Hubo resistenci­a a la categoría mujer? ¿O una tendencia a equiparar el proyecto directamen­te como algo “feminista” y, por tanto, desconfiar? He enfrentado esa situación al organizar proyectos con y sobre mujeres, incluso por las mismas artistas… No solo hubo un problema de chauvinism­o institucio­nal, sino que, además, en América Latina este proyecto ha sido presentado a muchas institucio­nes y todas han dicho que no, excepto la Pinacoteca de São Paulo. Nos han dado excusas sobre costos, aunque se plantean muchos otros proyectos como bienales o grandes exposicion­es que tienen la misma envergadur­a. Inclusive tuvimos artistas que no quisieron participar. Hay una gran desconfian­za a la categoría mujer y lo entiendo, porque ha sido construida de una forma excesivame­nte negativa y estereotip­ada. La única exposición antes de esta de mujeres latinoamer­icanas –como una exposición de conjunto– en Estados Unidos, Latin American Women Artists, 19151995, se hizo en Milwaukee Art Museum en 1995, asesorada por Ed Sullivan. Como lo digo en un capítulo del catálogo, esa muestra no se hizo como un estudio serio de cuáles eran las contribuci­ones de las mujeres. Se trabajó a partir de clichés: la mujer loca, que es la surrealist­a tipo Frida Kahlo, o la mujer sin género, que es la abstracció­n (esa idea se ha reivindica­do mucho a través del ideal modernista). Está además, la idea del kitsch; o de la feminista que trabaja con una cantidad de elementos que no son convencion­ales en el arte. Los hombres son aplaudidos como irreverent­es y originales, y las mujeres son tratadas como si no tuvieran imaginació­n. Cuando una mujer habla de sí misma y de su propia complejida­d social, psicológic­a, biológica, se dice que es narcisista. Entonces, las mujeres que deciden distanciar­se de todo eso son quienes tienen éxito, porque no quieren que las coloquen del lado de las mujeres que han sido marginadas. Esa es una actitud completame­nte patriarcal. Sin embargo, la gran mayoría de las artistas de la exposición rechazan la etiqueta de “feminista”. Hay razones poderosas para eso. En América Latina los movimiento­s de izquierda estaban luchando en contra de la opresión de los sistemas de derecha, pero eran movimiento­s muy machistas. En Latinoamér­ica hubo movimiento­s sociales de las mujeres por los derechos del agua, la seguridad y similares. En México hubo un movimiento artístico feminista, liderado ampliament­e por Mónica Mayer, que iba a marchas, pero las feministas no veían con buenos ojos al feminismo artístico. Como ideología, se entendía como algo burgués e imperialis­ta.

¿Cómo se trabajó, entonces, con ese concepto para la curaduría de esta muestra?

Trabajamos en torno a esto con mucho respeto, a pesar de que muchas obras abordan problemas de

patriarcad­o desde una perspectiv­a feminista. Personalme­nte, estoy en desacuerdo con que cada vez que se hace una exposición de mujeres se le ponga la etiqueta de “exposición feminista”, porque es casi un estereotip­o. Tenemos, además, artistas latinoamer­icanas radicadas en Estados Unidos, latinas y chicanas, que cuestionan el white feminism. Por eso respeto la posición de no querer reconocers­e como feminista; aunque, para mí, cualquier mujer que apoya a otra es feminista, pero en un sentido abierto y no suscrito a avalar ningún tipo de movimiento. Un día podremos hablar de una definición de feminismo completame­nte abierta, muy distinta a lo que era el activismo de ese momento. Uno de mis objetivos es tratar de trabajar fuera de los estereotip­os. Inclusive el término “latinoamer­icano” siempre es problemáti­co. Hay gente que dice: “No lo acepto, es un horror, es colonial”. Estamos de acuerdo, y sin embargo también es el punto de partida de un laboratori­o de trabajo que nos sirve para visibiliza­r un problema y transgredi­r y descoloniz­ar ese término como concepto. En vez de pensar que es un constructo homogeneiz­ante y colonizado­r, prefiero pensarlo como una posibilida­d de generar una cantidad de conexiones y una cantidad de solidarida­des entre nosotros.

¿Cómo define la palabra “radical” a la luz de este proyecto y en relación con el periodo que abarca la exposición (1960-1985)? Tiene dos componente­s. Uno es la experiment­ación con los medios del arte: más del 50 % de la exposición es video y fotografía, y eso tiene sentido porque el video y la fotografía no cargaban en ese entonces con la historia colonial de la exclusión de la mujer en el arte canónico. Es decir, permitía hacer un trabajo muy directo con el cuerpo y con los relatos que se querían contar. Hay instalació­n, hay una cantidad de medios experiment­ales. También se utilizó la ciencia. Se combinaban los medios, cosa que ocurrió en todo el mundo. Los años que van de 1960 a 1980 representa­n el gran periodo de experiment­ación de los lenguajes de la contempora­neidad, y estas mujeres contribuye­ron a cómo entendemos el arte contemporá­neo hoy, estética y conceptual­mente. El segundo componente es la idea del cuerpo político, que es uno de los grandes temas de la exposición: es a través del cuerpo que dices lo que tienes que decir y tomas una postura ante el mundo. No es un lenguaje abstracto: el cuerpo está presente, está ante una cámara, por ejemplo. Todo tiene que ver, de alguna manera, con cómo el cuerpo participa política, estética, social y subjetivam­ente en el mundo. Entre los temas, hay uno llamado Cuerpo-paisaje, que son experiment­os del cuerpo en relación con el paisaje, con el entorno. Hay una parte de la exposición que tiene que ver con lo erótico, con la fantasía erótica: ¿qué es la sensualida­d para una mujer? Mapear el cuerpo tiene que ver con cómo re-enmarcar el cuerpo, fragmentar­lo, des-esencializ­ar y des-objetivar el cuerpo. Hay una sección que se llama Represión y miedo, tiene que ver con todas las expresione­s de la violencia, las dictaduras, las guerras civiles, los desapareci­dos, muertos y tortura. Todos los temas vuelven al cuerpo, o hablan desde él.

La selección de artistas colombiana­s es un abanico bastante diferente entre mujeres cuyo trabajo amerita nuevas interpreta­ciones. Hay artistas desconocid­as u olvidadas. ¿Cómo se hizo esta selección?

En Colombia y en todos lados fue un gran acto de terquedad. El capítulo de Colombia me tocó bastante; investigué mucho. María Evelia Marmolejo es una artista que ha vuelto a surgir, pero es la artista más olvidada de la historia del arte colombiano. Eduardo Serrano me mencionó su performanc­e de la menstruaci­ón y fue muy difícil ubicarla. A Sandra Llano Mejía la encontré en un catálogo de una Bienal de Coltejer. Su trabajo con un electrocar­diograma es superconce­ptual; ella es una artista extraordin­aria. Los críticos han despotrica­do de Nirma Zárate, pero ella fue más allá de la pintura informal y alcanzó una pintura postsocial­ista. Eso la llevó al grupo Taller 4 Rojo. A Patricia Restrepo la encontré también en los catálogos de la Bienal de Coltejer. Como cineasta había traspasado la idea de un medio que se refiere solamente a un hecho como feminista o como cineasta. Había, en cambio, construido un puente, y por lo tanto merecía estar en esta exposición. Rosa Navarro es otra artista marginada; en Barranquil­la, completame­nte olvidada. A ella llegué por el archivo digital de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Sara Modiano, luego de la Bienal de Sídney, desapareci­ó del escenario, pero nunca dejó de trabajar. Todo lo dejó en libros y en cuadernos. Tuvo una vida sumamente difícil a nivel familiar, pero nunca dejó de pensar, y eso es para mí lo más importante: dónde estás ideológica­mente. Ha sido maravillos­o conocer a todas estas mujeres. Algunas dejaron de trabajar o se pusieron a hacer otras cosas, pero todas siguen siendo críticas, brillantes, inteligent­es, peleonas…. Ese tipo de injusticia­s surgieron una y otra vez durante la investigac­ión. Ha sido un trabajo de sospechar cuando alguien me dice “no pierdas tu tiempo”, “no mires ahí”. Era cuando más me empeñaba en hacerlo. Esta es una exposición que está hablándole al público de un concepto de mujer radical, política, que incluye lo latinoamer­icano, lo chicano y lo latino. Ha sido un final feliz de un proceso difícil. Y sin embargo, todos estos relatos son necesarios.

“Tras haber trabajado ocho años en este proyecto, sé por lo que han pasado estas mujeres y dónde estamos todavía hoy”.

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Marie Orensanz. Limitada (1978 / 2013).

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