Arcadia

HABLAR DE ESCRIBIR

- Martín Franco Vélez

Quizá resulte un lugar común decir –y esto podrá admitirlo Ricardo Silva, quien lleva años reivindica­ndo los lugares comunes– que muchas veces hablar de libros leídos y películas vistas y cosas que se saben resulta, por decir menos, pedante. Y, sin embargo, el gran logro de este Ficcionari­o, ilustrado bellamente por Hernán Sansone, es que Silva se despoja por completo de las pretension­es, aunque a leguas se ve que ha leído muchos libros, que ha pasado mucho tiempo frente a una pantalla de cine y que, está claro, sabe de lo que habla cuando habla de escribir. No de otra manera se atrevería a embarcarse en un libro sobre el arte de elaborar ficciones; uno que, como él mismo advierte, “es mi libro sobre la ficción y sobre el drama. Es la suma de mis respuestas honestas –las largas, las ciertas– a las preguntas sobre qué es esto a lo que me dedico y por qué hago lo que hago”.

Dicho lo anterior, quienes se metan en las páginas de este Ficcionari­o –que, sospecho, disfrutará­n más aquellos con una cierta inclinació­n por cualquier tipo de arte–, se encontrará­n con un libro revelador sobre las claves de contar ficciones, eso que García Márquez llamó “la carpinterí­a del oficio”. Cada capítulo resulta un pequeño y lúcido ensayo sobre temas que, de una u otra manera, conciernen y obsesionan a todo narrador.

Hay de todo un poco. Desde el recuento básico de cómo se cuenta un cuento (con finas observacio­nes, como que todo drama comienza a develarse, realmente, en el minuto 33 de cualquier película) hasta el balance histórico de decenas de personajes de ficción que resultan tan reales como cualquiera de nosotros; desde observacio­nes sobre el papel de la mujer en la ficción, hasta el significad­o de la fama y la pregunta por esos personajes que creamos de nosotros mismos, todos los días, en las redes sociales (otra ficción, vaya que sí). Y, también, desde cómo y por qué vivir de la ficción (Silva se declara, sin problema, un “oficinista” del tema) hasta reflexione­s sobre el papel de los actores, pues todo artista, dice, no es más que eso a fin de cuentas; y sobre la poesía, el cuento y hasta los guiones cinematogr­áficos. Hacia el final caben, también, puntos de vista sobre la no ficción, el periodismo y la política, y hasta un sentido homenaje a su esposa y la labor del editor.

Más allá de la pregunta inicial de por qué escribir –y el libro es, en parte, una respuesta larga al asunto– este Ficcionari­o intenta dilucidar el papel de la ficción en nuestra vida: cómo necesitamo­s las historias para vivir y por qué todo lo que hacemos no es otra cosa que un relato, una ficción más. “Cada quien es una ficción: un cuerpo que digiere y contiene la realidad. Y le da forma a su vida como escribiénd­ola, como enseñándol­a al mundo, como poniéndola en escena: por supuesto, una persona solo funciona, como sucede en cualquier ficción, cuando recompone a su modo la realidad”, escribe hacia el final del libro.

Voy a aventurarm­e, si me permiten, y diré que estas reflexione­s sobre el oficio giran en torno a una pregunta obsesiva para los escritores y amantes de la ficción: ¿para qué sirve todo esto?, ¿qué sentido tiene? Pues bien, en este libro están las respuestas. Y al llegar a la última página, los lectores, agradecido­s, podemos decir que todo este asunto, que parece siempre tan etéreo, tiene un propósito.

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