HABLAR DE ESCRIBIR
Quizá resulte un lugar común decir –y esto podrá admitirlo Ricardo Silva, quien lleva años reivindicando los lugares comunes– que muchas veces hablar de libros leídos y películas vistas y cosas que se saben resulta, por decir menos, pedante. Y, sin embargo, el gran logro de este Ficcionario, ilustrado bellamente por Hernán Sansone, es que Silva se despoja por completo de las pretensiones, aunque a leguas se ve que ha leído muchos libros, que ha pasado mucho tiempo frente a una pantalla de cine y que, está claro, sabe de lo que habla cuando habla de escribir. No de otra manera se atrevería a embarcarse en un libro sobre el arte de elaborar ficciones; uno que, como él mismo advierte, “es mi libro sobre la ficción y sobre el drama. Es la suma de mis respuestas honestas –las largas, las ciertas– a las preguntas sobre qué es esto a lo que me dedico y por qué hago lo que hago”.
Dicho lo anterior, quienes se metan en las páginas de este Ficcionario –que, sospecho, disfrutarán más aquellos con una cierta inclinación por cualquier tipo de arte–, se encontrarán con un libro revelador sobre las claves de contar ficciones, eso que García Márquez llamó “la carpintería del oficio”. Cada capítulo resulta un pequeño y lúcido ensayo sobre temas que, de una u otra manera, conciernen y obsesionan a todo narrador.
Hay de todo un poco. Desde el recuento básico de cómo se cuenta un cuento (con finas observaciones, como que todo drama comienza a develarse, realmente, en el minuto 33 de cualquier película) hasta el balance histórico de decenas de personajes de ficción que resultan tan reales como cualquiera de nosotros; desde observaciones sobre el papel de la mujer en la ficción, hasta el significado de la fama y la pregunta por esos personajes que creamos de nosotros mismos, todos los días, en las redes sociales (otra ficción, vaya que sí). Y, también, desde cómo y por qué vivir de la ficción (Silva se declara, sin problema, un “oficinista” del tema) hasta reflexiones sobre el papel de los actores, pues todo artista, dice, no es más que eso a fin de cuentas; y sobre la poesía, el cuento y hasta los guiones cinematográficos. Hacia el final caben, también, puntos de vista sobre la no ficción, el periodismo y la política, y hasta un sentido homenaje a su esposa y la labor del editor.
Más allá de la pregunta inicial de por qué escribir –y el libro es, en parte, una respuesta larga al asunto– este Ficcionario intenta dilucidar el papel de la ficción en nuestra vida: cómo necesitamos las historias para vivir y por qué todo lo que hacemos no es otra cosa que un relato, una ficción más. “Cada quien es una ficción: un cuerpo que digiere y contiene la realidad. Y le da forma a su vida como escribiéndola, como enseñándola al mundo, como poniéndola en escena: por supuesto, una persona solo funciona, como sucede en cualquier ficción, cuando recompone a su modo la realidad”, escribe hacia el final del libro.
Voy a aventurarme, si me permiten, y diré que estas reflexiones sobre el oficio giran en torno a una pregunta obsesiva para los escritores y amantes de la ficción: ¿para qué sirve todo esto?, ¿qué sentido tiene? Pues bien, en este libro están las respuestas. Y al llegar a la última página, los lectores, agradecidos, podemos decir que todo este asunto, que parece siempre tan etéreo, tiene un propósito.