Contra la intuición
No he estado ni estaré del lado de quienes piden restricciones legales para obligar a los medios a lograr mayores niveles de objetividad en épocas de procesos electorales. El Estado no es un ente imparcial (políticamente hablando) y, por tanto, que se inmiscuya y trate de fijar las reglas del juego a las que se deben ceñir los medios de comunicación puede ser muy peligroso. Prefiero mil veces que los medios encuentren formas de regularse y hacerse más rigurosos y que las audiencias tomemos la decisión de castigar a aquellos que no lo hacen. Por eso, en mi papel de consumidora de medios de comunicación, quisiera ver a los medios estableciendo un protocolo claro de cubrimiento de las próximas elecciones presidenciales en este país.
La preocupación que me motiva tiene que ver con dos factores esenciales: de un lado, la ausencia de reglas del juego en el cubrimiento de las próximas elecciones puede terminar alimentando de manera equivocada el proceso de toma de decisiones del público y, de esta forma, dejarnos con una democracia aún más debilitada. La responsabilidad del nivel de información con el que se vote depende, parcialmente, de los medios de comunicación. De otro lado, me preocupa que en tiempos de muy baja credibilidad de los medios, las elecciones presidenciales terminen de dejarlos heridos de muerte en este campo. A pesar de mis críticas constantes al periodismo de este país, soy la primera en reconocer que los medios son fundamentales para el funcionamiento de una democracia y por tanto, su proceso de deterioro me preocupa profundamente.
Y creo que la cosa, en el contexto de las actuales elecciones, no empezó bien y aún están a tiempo de corregir el rumbo. El esfuerzo de Noticias Caracol de entrevistar cada fin de semana a un candidato presidencial, por ejemplo, es interesante porque cumple con la labor de informarnos tempranamente y de primera mano de sus plataformas. Pero no estuvo acompañado por un protocolo claro de tratamiento de este espacio y la ausencia del mismo dejó al noticiero y a su director abiertos a todo tipo de críticas y preguntas suspicaces (y también legítimas): ¿por qué la cantidad de tiempo dedicada a cada candidato es tan distinta? ¿Por qué unas entrevistas son seguidas de un ejercicio de contraste con otras fuentes y otras no? ¿Por qué unos candidatos hacen uso de herramientas como ayudas audiovisuales (#letrajeunvi- deito) y otros no? Solo para mencionar algunas. Es preciso entender que este tipo de formato inevitablemente es variable y no puede convertirse en un escenario cuasiexperimental en el que se apliquen las mismas preguntas, los mismos tiempos exactos, el mismo estilo a todas las entrevistas. No estoy, ni de lejos, intentando defender semejante rigidez. Entiendo que se trata de entrevistas abiertas y que su virtud reside precisamente en su flexibilidad. Pero me parece que el medio tiene que dedicarle más tiempo a la planeación del ejercicio e introducirla y explicarla a sus audiencias, dejando claro que hay reglas mínimas y que ellas van a aplicar por igual a todos los candidatos. Esto no va a impedir que haya críticas y suspicacias. Pero al menos le permite a la audiencia reconocer un nivel mínimo de esfuerzo del medio a la hora de tratar de liberarse de algunos sesgos políticos en un contexto electoral así de difícil. El escenario menos conveniente es aquel en el que terminó Noticias Caracol por cuenta de la falta de planeación y la ausencia total de reglas del juego: terminaron hundidos en un mar de críticas que nunca contestaron con claridad porque no tenían cómo hacerlo, y con una audiencia ya con la sospecha instalada de que el canal está tratando de favorecer a un candidato en particular. La peor combinación posible es la de una audiencia quejándose ante un medio que parece distante y de otro planeta, y la sospecha de que ese mismo medio le jala sin pudor al proselitismo político. Ahora bien, si no se trata de descuido y algo de negligencia e improvisación, sino de una verdadera apuesta por beneficiar a un candidato, insisto en la sugerencia eterna de esta columna: sálganse del clóset. Hagan lo que hacen los periódicos cuando deciden en un editorial respaldar a un aspirante y expliquen sus razones. Pero disfrazar una apuesta política de intentos superficiales e improvisados de ecuanimidad es presumir, con algo de arrogancia, que la audiencia es estúpida y no se da cuenta. Todavía hay tiempo para que otros medios corrijan el rumbo (en una dirección o la otra) y no terminen de empujarse ellos mismos hacia el despeñadero.