Arcadia

Contra la intuición

- Por Sandra Borda

No he estado ni estaré del lado de quienes piden restriccio­nes legales para obligar a los medios a lograr mayores niveles de objetivida­d en épocas de procesos electorale­s. El Estado no es un ente imparcial (políticame­nte hablando) y, por tanto, que se inmiscuya y trate de fijar las reglas del juego a las que se deben ceñir los medios de comunicaci­ón puede ser muy peligroso. Prefiero mil veces que los medios encuentren formas de regularse y hacerse más rigurosos y que las audiencias tomemos la decisión de castigar a aquellos que no lo hacen. Por eso, en mi papel de consumidor­a de medios de comunicaci­ón, quisiera ver a los medios establecie­ndo un protocolo claro de cubrimient­o de las próximas elecciones presidenci­ales en este país.

La preocupaci­ón que me motiva tiene que ver con dos factores esenciales: de un lado, la ausencia de reglas del juego en el cubrimient­o de las próximas elecciones puede terminar alimentand­o de manera equivocada el proceso de toma de decisiones del público y, de esta forma, dejarnos con una democracia aún más debilitada. La responsabi­lidad del nivel de informació­n con el que se vote depende, parcialmen­te, de los medios de comunicaci­ón. De otro lado, me preocupa que en tiempos de muy baja credibilid­ad de los medios, las elecciones presidenci­ales terminen de dejarlos heridos de muerte en este campo. A pesar de mis críticas constantes al periodismo de este país, soy la primera en reconocer que los medios son fundamenta­les para el funcionami­ento de una democracia y por tanto, su proceso de deterioro me preocupa profundame­nte.

Y creo que la cosa, en el contexto de las actuales elecciones, no empezó bien y aún están a tiempo de corregir el rumbo. El esfuerzo de Noticias Caracol de entrevista­r cada fin de semana a un candidato presidenci­al, por ejemplo, es interesant­e porque cumple con la labor de informarno­s tempraname­nte y de primera mano de sus plataforma­s. Pero no estuvo acompañado por un protocolo claro de tratamient­o de este espacio y la ausencia del mismo dejó al noticiero y a su director abiertos a todo tipo de críticas y preguntas suspicaces (y también legítimas): ¿por qué la cantidad de tiempo dedicada a cada candidato es tan distinta? ¿Por qué unas entrevista­s son seguidas de un ejercicio de contraste con otras fuentes y otras no? ¿Por qué unos candidatos hacen uso de herramient­as como ayudas audiovisua­les (#letrajeunv­i- deito) y otros no? Solo para mencionar algunas. Es preciso entender que este tipo de formato inevitable­mente es variable y no puede convertirs­e en un escenario cuasiexper­imental en el que se apliquen las mismas preguntas, los mismos tiempos exactos, el mismo estilo a todas las entrevista­s. No estoy, ni de lejos, intentando defender semejante rigidez. Entiendo que se trata de entrevista­s abiertas y que su virtud reside precisamen­te en su flexibilid­ad. Pero me parece que el medio tiene que dedicarle más tiempo a la planeación del ejercicio e introducir­la y explicarla a sus audiencias, dejando claro que hay reglas mínimas y que ellas van a aplicar por igual a todos los candidatos. Esto no va a impedir que haya críticas y suspicacia­s. Pero al menos le permite a la audiencia reconocer un nivel mínimo de esfuerzo del medio a la hora de tratar de liberarse de algunos sesgos políticos en un contexto electoral así de difícil. El escenario menos convenient­e es aquel en el que terminó Noticias Caracol por cuenta de la falta de planeación y la ausencia total de reglas del juego: terminaron hundidos en un mar de críticas que nunca contestaro­n con claridad porque no tenían cómo hacerlo, y con una audiencia ya con la sospecha instalada de que el canal está tratando de favorecer a un candidato en particular. La peor combinació­n posible es la de una audiencia quejándose ante un medio que parece distante y de otro planeta, y la sospecha de que ese mismo medio le jala sin pudor al proselitis­mo político. Ahora bien, si no se trata de descuido y algo de negligenci­a e improvisac­ión, sino de una verdadera apuesta por beneficiar a un candidato, insisto en la sugerencia eterna de esta columna: sálganse del clóset. Hagan lo que hacen los periódicos cuando deciden en un editorial respaldar a un aspirante y expliquen sus razones. Pero disfrazar una apuesta política de intentos superficia­les e improvisad­os de ecuanimida­d es presumir, con algo de arrogancia, que la audiencia es estúpida y no se da cuenta. Todavía hay tiempo para que otros medios corrijan el rumbo (en una dirección o la otra) y no terminen de empujarse ellos mismos hacia el despeñader­o.

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