Arcadia

La gran estafa. Interbolsa, cinco años después, de Gloria Valencia.

Un vistazo a uno de los descalabro­s más graves y escandalos­os en la historia reciente de Colombia a la luz de Interbolsa. Segunda temporada, una nueva entrega de la investigac­ión de Gloria Valencia, que en 2015 recibió el Premio Simón Bolívar al Libro Per

- * Periodista e historiado­ra. Trabaja en la sección de negocios del diario El Espectador. María Alejandra Medina Cartagena* Bogotá

En 2012 había quienes creían que Interbolsa era “demasiado grande para caer”. La frase sirvió como subtítulo del primer libro que la periodista Gloriavale­ncia escribió sobre el mayor descalabro bursátil de este siglo en Colombia. La expresión se refiere a la certeza de que un gobierno evitará la inminente quiebra corporativ­a de una empresa que es muy importante para la economía de un país, precisamen­te por los efectos desastroso­s que tendría. Pero, así como no ocurrió en 2008, cuando Wall Street se desplomó y las autoridade­s de Estados Unidos no salieron al rescate de Lehman Brothers, tampoco el too big to fail encajó en el caso Interbolsa.

El pasado 2 de noviembre se cumplieron cinco años desde la caída de la sociedad comisionis­ta de bolsa (SCB). En 2012, la intervenci­ón de las autoridade­s fue inevitable horas después de que el Grupo Bolívar –dueño de Davivienda–, quizás al percibir que algo no andaba bien con las operacione­s de la SCB, se rehusó a lanzar, durante la noche de Halloween, el último salvavidas que le quedaba a la crisis de liquidez por la que atravesaba Interbolsa. El aniversari­o del inicio de las investigac­iones que dieron cuenta de conductas que cruzaron los límites de lo ético y lo legal seguro pasó inadvertid­o para muchos en Colombia, en donde el escándalo de corrupción del día opaca el anterior.

Precisamen­te por eso,valencia acaba de lanzar Interbolsa. Segunda temporada, con el que pretendió hacer seguimient­o a una historia que, en 2014, cuando salió la primera edición, apenas se estaba desarrolla­ndo. “La sociedad en estos casos queda con la sensación de que nadie se enteró de lo que pasó, por ejemplo, si los responsabl­es entraron o salieron de la cárcel”, dice.así que accedió a actualizar el contenido para lo que, según ella, implica también hacer un “cierre periodísti­co”, pues reconoce que “los periodista­s empezamos una historia y, con la efervescen­cia de los hechos que llegan, después no volvemos sobre ellos”.

Abordar el punto de vista de las víctimas, aclarar el nivel en el que fueron reparadas y señalar las lecciones aprendidas por el mercado y el Estado están entre los objetivos de este segundo libro, que tiene 17 apartados adicionale­s al contenido del primero, en el que fue posible acercarse al carácter de los protagonis­tas: un introverti­do y hasta huraño Rodrigo Jaramillo, quien en 20 años logró consolidar la firma privada más importante del mercado de valores del país; su hijo Tomás, criado en medio de todos los privilegio­s de la élite colombiana, y los más cercanos a él: Juan Carlos Ortiz y Víctor Maldonado. Aproximars­e a sus personalid­ades y relaciones, para la autora, ayuda a entender lo que ocurrió. Pero ¿qué ocurrió?

Lo que por años se cocinó en Interbolsa fue lo suficiente­mente

complejo y enredado como para que, desde afuera, a simple vista, nadie lo hubiera podido detectar por completo y para que, aún hoy, muchos no tengan claro qué fue lo que pasó. Sin embargo, como lo han expuesto las autoridade­s y divulgado estudiosos del tema, como Valencia, el asunto se podría resumir en que la compañía interioriz­ó una cultura de riesgo excesivo en las inversione­s, de operacione­s en las que mediaban el conflicto de interés –ser parte y contrapart­e en un negocio–, la falta de transparen­cia –por ejemplo, en la remuneraci­ón a los comisionis­tas para sacar ventaja en las declaracio­nes de renta– e incluso el manejo abusivo y desinforma­do del dinero de los inversioni­stas.

El detonante de la crisis que capturó la atención de la opinión pública hace cinco años fue uno de esos negocios que, un día, salieron mal. Se trataba de la compra de Fabricato, que Interbolsa pretendía vender después a un mayor precio y generar una ganancia. Las investigac­iones han dado cuenta de que esa operación estuvo atravesada por la manipulaci­ón de la acción de la textilera, que se valorizó más de 200 % en 2011, mientras que otro título que podía ser llamativo, como el de Ecopetrol, apenas creció 4 % (en el mismo año), como lo exponevale­ncia en su libro.

Lo que ocurrió fue una negociació­n desmedida con la acción, lo que daba la impresión de que había mucha demanda. Por tanto, su precio subía. En la formulació­n de la estrategia fue clave el empresario italiano Alessandro Corridori, y en su ejecución participar­on empresas de él y filiales o compañías relacionad­as con Interbolsa. Cuando la gente empezó a sospechar de lo que pasaba con la valorizaci­ón de la textilera, mientras esta daba pérdidas en su operación, el mercado quedó “inundado” de operacione­s con la acción (los llamados “repos”), que ya nadie quería, lo que agravó una crisis de liquidez.

Cuando la comisionis­ta de bolsa quebró, la intervenci­ón de las autoridade­s destapó otro delito grave: la captación de dinero del público llevada a cabo por el denominado Fondo Premium, que se promociona­ba como un vehículo para invertir en el exterior. Cuenta Valencia: “La investigac­ión adelantada por la Superinten­dencia Financiera llevó a detectar que recursos que la firma comisionis­ta Interbolsa conseguía entre sus clientes en Colombia para Premium ya ni siquiera salían del país. En varios casos, los dineros se direcciona­ban directamen­te a otras compañías, con lo que se configuró la falta grave de captación ilegal”.

Desmontar todo el entramado implicó la liquidació­n de varias empresas como Interbolsa Comisionis­ta, la holding (la matriz del grupo Interbolsa) y el Fondo Premium. “Incluso fue necesario establecer puentes de cooperació­n con autoridade­s internacio­nales para repatriar 7,5 millones de dólares que estaban en el Banco Central de Curazao, para lo que hubo que cumplir una serie de trámites muy complejos.también hubo que trabajar con el tribunal de comercio de Luxemburgo para lograr la autorizaci­ón de repatriar (recursos)”, explica Francisco Reyes, superinten­dente de Sociedades.

Reyes se refirió también a uno de los aspectos que, según él, demoraron el trabajo de las entidades competente­s: “La acción no siempre razonable de los intervenid­os tratando de obstaculiz­ar el trámite con tutelas, acciones de nulidad o maniobras jurídicas que se tienen que ir resolviend­o sobre la marcha”. Por ejemplo, de Víctor Maldonado, según Valencia, se pueden contar 70 objeciones y nueve recursos y aclaratori­as en el proceso de intervenci­ón. Maldonado buscó no ser señalado de captación, pues aseguraba que solo era un deudor de Premium. Sin embargo, no lo logró.

Incluso hubo una asimetría con respecto a los otros dos involucrad­os, que Valencia muestra: de los activos embargados en el proceso para reparar a las víctimas, 1,8 % eran bienes de empresas de las que Juan Carlos Ortiz y Tomás Jaramillo fueron socios; 7,9 %, de empresas de Ortiz y su familia; 0,3 %, de Jaramillo y 89 %, de Maldonado. Este último se mostró además inconforme con el avalúo que el liquidador dio a sus propiedade­s, incluida la cadena de restaurant­es Archie’s, que finalmente fue adquirida por el grupo Alsea, de México, que opera otras como Starbucks y Domino’s.

CINCO AÑOS DESPUÉS

El superinten­dente Reyes afirma que el de Premium no es el mayor caso por captación que la entidad ha tenido que intervenir –no supera al de DMG, por ejemplo–, pero sí el más exitoso, incluso si se compara en el ámbito mundial. Las más de 1000 víctimas pudieron recuperar el 100 % de lo que invirtiero­n. En el caso de la holding, unos 300.000 millones de pesos en reclamacio­nes se quedaron sin atender. Y todos, un poco, nos vimos afectados por el descalabro, pues las personas jurídicas y naturales involucrad­as, en total, le deben al fisco más de 55.000 millones de pesos en impuestos.

Valencia construyó su libro a punta de reportería, documentos y entrevista­s. No habló con los implicados, pero sí con algunos de sus familiares, y se remitió a publicacio­nes como las de Alberto Donadío en El Espectador. La periodista pone la lupa también sobre las víctimas, que las hay de todo tipo: conocedore­s del mercado o personas de a pie que entregaron a Interbolsa sus ahorros de la vida, sus herencias o incluso lo único que tenían para atenderse enfermedad­es crónicas. “En especial les duele no ver arrepentim­iento en ellos”, asegura la autora. Además, para ella, quedó demostrado que en el sistema judicial hacen falta funcionari­os especializ­ados en este tipo de asuntos para hacer los procesos más expeditos y que haya menos lugar a confusione­s.

Hasta el momento en que se escribió el nuevo libro, solo iban cinco condenas, de más de 20 acusados que hay en el proceso. Sobre los “protagonis­tas”, se sabe que poco más de dos meses después de que Maldonado fue dejado en libertad en enero de 2017 por vencimient­o de términos, Ortiz y Jaramillo fueron condenados a cinco años y nueve meses de prisión. Por su parte, Rodrigo Jaramillo, de 74 años, paga en detención domiciliar­ia siete años de condena.

A Interbolsa no le bastó con ser la más grande en su sector para no caer. Lo que sí ha sido demasiado grande son los efectos que el escándalo ha tenido en el mercado y en cerca de 15.000 afectados que, se calcula, dejó la debacle, incluyendo clientes, proveedore­s y acreedores. También hubo lecciones aprendidas. Se expidieron normas para llenar los vacíos o zonas grises que existían y de las que Interbolsa se aprovechó. Por ejemplo, se pusieron límites a los “repos” y se dio la facultad a la Superfinan­ciera para que vigile a las compañías matrices de conglomera­dos con actividad en el sector financiero, aunque no sean de naturaleza societaria (como una fundación) ni estén domiciliad­as en Colombia.

“Las firmas dicen que cambió el mercado, que no se ha recuperado totalmente. Hubo un impacto en la confianza de los inversioni­stas. Pero las firmas aprendiero­n mucho, por ejemplo, en cuanto a los controles del afán desaforado en la forma como se remunera a los corredores, lo cual genera un ADN de riesgo sin límites y sin mirar consecuenc­ias”, dice Valencia, quien recuerda el momento en el que supo de este descalabro – la peor crisis que ha cubierto en su carrera– como nada menos que decepciona­nte.

La de Interbolsa es la historia de una empresa que ascendió vertiginos­amente, aunque no tanto como se dio su caída; de seres humanos con una ambición que dejó víctimas; de decepción, pero también de enseñanzas. No obstante,valencia y Reyes coinciden en que nada garantiza que un desastre de grandes proporcion­es no se vaya a repetir. Muestra de eso es la proliferac­ión que hay de esquemas piramidale­s en internet, de uso indebido de libranzas, entre muchos otros ejemplos, a pesar del control y la advertenci­a de las autoridade­s. De todas maneras, ojalá no sea ingenuo desear que algo de lo aprendido quede.

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Rodrigo Jaramillo, el 21 marzo de 2012, cuando era presidente de Interbolsa.
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