La ausencia de humor en las campañas
El humor puede ser visto como una amenaza para la política o como un mecanismo que, a veces sin quererlo, permite una mirada reflexiva. Pero en esta campaña los candidatos evadieron el buen humor, y con ello evadieron también la oportunidad de una verdade
Uno de los primeros comentarios sobre la relación entre el conjunto de cosas que llamamos humor (los chistes, la risa, lo cómico, la ironía) y la política aparece en la República. En el libro iii, Platón dice sobre la clase de los guardianes de la ciudad ideal que “tampoco tiene que ser gente dada a la risa. Porque casi siempre que uno se entrega a un violento ataque de hilaridad, sigue a este una reacción también violenta (…). No será admitida, por tanto, ninguna obra en que aparezcan personas de calidad dominadas por la risa”. Incluso antes de expulsar a los poetas de su Estado –como lo hace en el libro x de la misma obra–, Platón se aseguró de prohibir la representación de la risa, mientras que en las Leyes estipula que “a ningún compositor de comedia, o de versos líricos o yámbicos, se le permitirá llevar a ningún ciudadano a la risa, sea mediante la palabra o mediante el gesto”. Platón consideraba que en la república ideal deberían estar proscritos los chistes por ser nocivos para el cultivo de las virtudes necesarias en la administración del Estado.
El prejuicio contra el humor está presente en otros muchos momentos de la historia del pensamiento. Los estoicos pensaban que la risa menoscaba la continencia. En la regla de San
Benito, por mencionar un ejemplo de la tradición cristiana, se les aconseja a los monjes que deben “preferir la moderación en el discurso, y no incurrir en charla insensata, en nada tal que pueda suscitar la risa”. En la tradición moderna, Hobbes pensaba que el humor y la risa eran reprensibles por ser señales de la pusilanimidad de quien escoge como blanco al más débil para glorificarse a partir de la comparación con sus faltas o deformidades.
Ante estas muestras de rechazo al humor en el pensamiento occidental, cabría preguntarse qué ha llevado a tantos autores a considerar que este es perjudicial para el ejercicio de la política y moralmente reprensible en relación con el desarrollo de las virtudes.volviendo al caso de Platón, así como podríamos pensar que la expulsión de los poetas de la ciudad ideal implicaba reconocer el poder transformador del arte –peligroso para el proyecto político platónico–, podríamos decir que su rechazo a lo hilarante reconoce el carácter mordaz, penetrante y preciso de la crítica humorística. En su capacidad de señalar lo incongruente y lo absurdo del ejercicio del poder, en las posibilidades que abre al distanciamiento de lo cotidiano y de lo familiar, el humor constituye una efectiva y desestabilizante arma política, y el afán filosófico por cerrarle las puertas podría leerse como un reconocimiento de este poder.
Actualmente muchos autores reconocen el humor como una herramienta aguda de investigación y de comprensión. Según John Morreall, por ejemplo, hay muchas afinidades entre el pensamiento filosófico y el ejercicio de la comedia: tanto la filosofía como la comedia nos permiten distanciarnos emocionalmente de las situaciones familiares para entenderlas mejor. Ambas requieren pensamiento crítico, y los filósofos y los comediantes deben prestar especial atención al lenguaje, pues identificar un uso torpe o ambiguo de las palabras puede dar tanto para un argumento como para un chiste.
En un artículo reciente sobre la comicidad involuntaria de la biografía con que Iván Duque era presentado en la página web oficial de su campaña, la escritora Carolina Sanín señala que “el humor de calidad conlleva reflexión, y para producirlo hay que cultivar escrupulosamente la inteligencia, en lugar de desdeñarla (…). Para la ocurrencia humorística no solo hay que mirar un objeto muy de cerca, sino que hay que retirarse luego y mirarlo desde afuera y desde lejos”. El chiste requiere que asumamos una posición distante ante lo cotidiano, a la vez que genera y posibilita tal distancia. Si esta posibilidad de distanciamiento, de reflexión y de entendimiento se traslada al ámbito de la política, puede entenderse el humor como una forma penetrante de la crítica.
HUMOR EN LA CAMPAÑA
Podemos preguntarnos si, en la actual campaña presidencial en Colombia, el humor está usándose como el ejercicio intelectual de la crítica y la comprensión del mundo que puede llegar a ser. Miremos la producción humorística sobre las propias campañas de los candidatos, que se ha presentado en los casos de Sergio Fajardo y de Germánvargas.
En una serie de cuñas televisivas que pretenden ser humorísticas, la campaña de Fajardo parodió las películas Star Wars, Volver al futuro, Piratas del Caribe y Matrix. Todas las cuñas empiezan con el siguiente mensaje, de peculiar sintaxis: “No entendemos de dónde las otras campañas sacan tanto billete para la publicidad. Nuestras películas son baratas… muy baratas”. El principal chiste consiste en afirmar que, como no tiene tanta plata para financiar su publicidad como las otras campañas –con lo que pone en cuestión la probidad de la financiación de los otros candidatos–, la campaña de Fajardo solo puede producir películas de bajo presupuesto. Así, en la parodia de Volver al futuro, unos actores que representan a los personajes originales viajan al futuro en un Renault 4 (se explica que el carro es tal por “el presupuesto de Colciencias”) para descubrir que Colombia ha quedado devastada y dividida entre el “odio de Petro” y el “miedo de Duque”.
Hoy la explicación más extendida del mecanismo general del humor y los chistes es que operan con la incongruencia o la contradicción. Se dice que los chistes generan risa porque violan los patrones y las expectativas. Ese es el mecanismo general de los comediantes del stand-up, que elaboran una serie de expectativas para luego sorprender con el punch line. Para hacer esto, el humorista debe interesarse por el objeto de sus chistes y entenderlo con precisión. Así, el humor señala la distancia entre la realidad y la forma como estamos acostumbrados a entenderla.
¿Está generando el chiste de Fajardo una distancia reflexiva ante nuestra costumbre por medio de una incongruencia? Podría decirse que es incongruente ligar la expresión “bajo presupuesto” con la escasa financiación de una campaña política. El problema está en que la cuña se presenta como si, en ella, Fajardo y su campaña se estuvieran riendo de sí mismos, pero termina afirmando una virtud que ellos se adjudican: la de ser honestos y transparentes. Y si hay algo que no es chistoso, pues no implica ninguna distancia entre la realidad del objeto y la manera como lo entendemos, es el autoelogio.
Algo semejante sucede en las cuñas de Vargas Lleras, en las que se representan conversaciones entre Vargas y Duque. En una, Vargas enumera todos los cargos públicos que ha desempeñado: vicepresidente, ministro, presidente del Senado. Todo lo que Duque responde, una y otra vez, es “yo fui senador”. En otra, Duque dice que “mi jefe es muy bueno para asustar”, que “yo le creo mucho a mi jefe”. Se ridiculiza a Duque afirmando que no tiene experiencia y que está a las órdenes de Uribe, y se elogia a Vargas Lleras. Nuevamente, el autoelogio no es chistoso, y tampoco lo es la reiteración de lo mismo que, fuera de chiste, la campaña de Vargas Lleras afirma sobre Iván Duque. Hay que reconocer, de todas formas, el intento de ser cómico de un candidato que ha afirmado que en su presidencia habría “menos risas y más trabajo”.
Podría pensarse hasta qué punto pueden y deben ser humorísticos los políticos en campaña, si deben estar dispuestos a reírse de sí mismos con una distancia crítica con respecto a la imagen que de sí mismos buscan presentar. La respuesta parecería ser que, en una campaña política, no es recomendable usar el humor, cuyo mecanismo riñe con la persuasión.
UN ARMA CRÍTICA
Sin embargo, parte del humor político colombiano, independiente y crítico ante las campañas, adolece de los mismos vicios del humor de los candidatos. En la página de noticias falsas y humorísticas Actualidad Panamericana, los titulares suelen contener exageraciones de la vida política y suelen ser chistes “de colmo”, del tipo “¿Cuál es el colmo de…?”. Por ejemplo, el titular “Celador decidirá quién entra a la jep” podría ser la respuesta a la pregunta “¿Cuál es el colmo de la jep?”; o “Petro prefiere subir de rodillas a Monserrate que en teleférico” respondería a la pregunta “¿Cuál es el colmo de un candidato de izquierda?”. El problema de estos chistes es que no hacen más que reafirmar la forma acostumbrada de entender el objeto del que se burlan. De hecho, exageran ese entendimiento con el fin de constatarlo y glorificarlo. No hay aquí una distancia crítica que nos sorprenda ni ninguna incongruencia, sino la repetición ensordecedora de los prejuicios y los lugares comunes. Lo mismo ocurre en Sábados felices, nuestro programa de humor por excelencia, cuyos chistes suelen reafirmar, sin distancia alguna, la violencia, la agresión y los prejuicios que existen contra las mujeres.
Un caso distinto es el de las formas de humor populares y espontáneas que han surgido en las redes sociales con ocasión de la campaña. Por ejemplo, algunos memes y tuits de la página Lord Petrosky sí parecerían presentar una distancia y una incongruencia auténticamente humorísticas. Sus chistes suelen ser sobre las promesas de campaña de Gustavo Petro. Un tuit dice: “En mi gobierno, olvidarás a tu ex en un abrir y cerrar de ojos”. El comienzo nos prepara para una promesa del tipo de “se reducirá la desigualdad en la tenencia de la tierra”, pero sorprende con una aspiración amorosa con la que podemos identificarnos y que, sin embargo, sería imposible como promesa de un candidato político. El chiste, entonces, genera una distancia con respecto a lo que los candidatos realmente pueden prometer, pues sugiere que hay algo absurdo e irrealizable en todas las promesas de campaña, y en relación con las aspiraciones que depositamos en ellos.
Algo semejante ocurre con este otro tuit: “En mi gobierno, Cartoon Network volverá a ser el de antes”. Sin embargo, la misma página cae en las fallas de los casos anteriores con tuits como: “En mi gobierno, habrá promoción de venecas, dos por una”. Aquí la incongruencia no genera distancia alguna, pues en el lugar de una promesa de campaña previsible, se inserta el deseo de objetivación chauvinista de la mujer, sobre el que no entendemos nada nuevo, y que se reafirma y se legitima.
Si parece que los políticos en campaña no pueden ser humorísticos en su intento por persuadir a la población de votar por ellos, el humor político sí puede y debe ser mordaz, punzante y crítico, siempre y cuando nos permita distanciarnos con respecto a lo que solemos entender del escenario político actual, para que lo veamos y lo entendamos de una nueva manera. Para ser un arma de la crítica política, el humor debe entenderse como un ejercicio investigativo.
El chiste genera una distancia respecto a lo que los candidatos pueden prometer, pues sugiere que hay algo absurdo e irrealizable en todas las propuestas de campaña