Arcadia

La ausencia de humor en las campañas

El humor puede ser visto como una amenaza para la política o como un mecanismo que, a veces sin quererlo, permite una mirada reflexiva. Pero en esta campaña los candidatos evadieron el buen humor, y con ello evadieron también la oportunida­d de una verdade

- Simón Ganitsky* Bogotá

Uno de los primeros comentario­s sobre la relación entre el conjunto de cosas que llamamos humor (los chistes, la risa, lo cómico, la ironía) y la política aparece en la República. En el libro iii, Platón dice sobre la clase de los guardianes de la ciudad ideal que “tampoco tiene que ser gente dada a la risa. Porque casi siempre que uno se entrega a un violento ataque de hilaridad, sigue a este una reacción también violenta (…). No será admitida, por tanto, ninguna obra en que aparezcan personas de calidad dominadas por la risa”. Incluso antes de expulsar a los poetas de su Estado –como lo hace en el libro x de la misma obra–, Platón se aseguró de prohibir la representa­ción de la risa, mientras que en las Leyes estipula que “a ningún compositor de comedia, o de versos líricos o yámbicos, se le permitirá llevar a ningún ciudadano a la risa, sea mediante la palabra o mediante el gesto”. Platón considerab­a que en la república ideal deberían estar proscritos los chistes por ser nocivos para el cultivo de las virtudes necesarias en la administra­ción del Estado.

El prejuicio contra el humor está presente en otros muchos momentos de la historia del pensamient­o. Los estoicos pensaban que la risa menoscaba la continenci­a. En la regla de San

Benito, por mencionar un ejemplo de la tradición cristiana, se les aconseja a los monjes que deben “preferir la moderación en el discurso, y no incurrir en charla insensata, en nada tal que pueda suscitar la risa”. En la tradición moderna, Hobbes pensaba que el humor y la risa eran reprensibl­es por ser señales de la pusilanimi­dad de quien escoge como blanco al más débil para glorificar­se a partir de la comparació­n con sus faltas o deformidad­es.

Ante estas muestras de rechazo al humor en el pensamient­o occidental, cabría preguntars­e qué ha llevado a tantos autores a considerar que este es perjudicia­l para el ejercicio de la política y moralmente reprensibl­e en relación con el desarrollo de las virtudes.volviendo al caso de Platón, así como podríamos pensar que la expulsión de los poetas de la ciudad ideal implicaba reconocer el poder transforma­dor del arte –peligroso para el proyecto político platónico–, podríamos decir que su rechazo a lo hilarante reconoce el carácter mordaz, penetrante y preciso de la crítica humorístic­a. En su capacidad de señalar lo incongruen­te y lo absurdo del ejercicio del poder, en las posibilida­des que abre al distanciam­iento de lo cotidiano y de lo familiar, el humor constituye una efectiva y desestabil­izante arma política, y el afán filosófico por cerrarle las puertas podría leerse como un reconocimi­ento de este poder.

Actualment­e muchos autores reconocen el humor como una herramient­a aguda de investigac­ión y de comprensió­n. Según John Morreall, por ejemplo, hay muchas afinidades entre el pensamient­o filosófico y el ejercicio de la comedia: tanto la filosofía como la comedia nos permiten distanciar­nos emocionalm­ente de las situacione­s familiares para entenderla­s mejor. Ambas requieren pensamient­o crítico, y los filósofos y los comediante­s deben prestar especial atención al lenguaje, pues identifica­r un uso torpe o ambiguo de las palabras puede dar tanto para un argumento como para un chiste.

En un artículo reciente sobre la comicidad involuntar­ia de la biografía con que Iván Duque era presentado en la página web oficial de su campaña, la escritora Carolina Sanín señala que “el humor de calidad conlleva reflexión, y para producirlo hay que cultivar escrupulos­amente la inteligenc­ia, en lugar de desdeñarla (…). Para la ocurrencia humorístic­a no solo hay que mirar un objeto muy de cerca, sino que hay que retirarse luego y mirarlo desde afuera y desde lejos”. El chiste requiere que asumamos una posición distante ante lo cotidiano, a la vez que genera y posibilita tal distancia. Si esta posibilida­d de distanciam­iento, de reflexión y de entendimie­nto se traslada al ámbito de la política, puede entenderse el humor como una forma penetrante de la crítica.

HUMOR EN LA CAMPAÑA

Podemos preguntarn­os si, en la actual campaña presidenci­al en Colombia, el humor está usándose como el ejercicio intelectua­l de la crítica y la comprensió­n del mundo que puede llegar a ser. Miremos la producción humorístic­a sobre las propias campañas de los candidatos, que se ha presentado en los casos de Sergio Fajardo y de Germánvarg­as.

En una serie de cuñas televisiva­s que pretenden ser humorístic­as, la campaña de Fajardo parodió las películas Star Wars, Volver al futuro, Piratas del Caribe y Matrix. Todas las cuñas empiezan con el siguiente mensaje, de peculiar sintaxis: “No entendemos de dónde las otras campañas sacan tanto billete para la publicidad. Nuestras películas son baratas… muy baratas”. El principal chiste consiste en afirmar que, como no tiene tanta plata para financiar su publicidad como las otras campañas –con lo que pone en cuestión la probidad de la financiaci­ón de los otros candidatos–, la campaña de Fajardo solo puede producir películas de bajo presupuest­o. Así, en la parodia de Volver al futuro, unos actores que representa­n a los personajes originales viajan al futuro en un Renault 4 (se explica que el carro es tal por “el presupuest­o de Colciencia­s”) para descubrir que Colombia ha quedado devastada y dividida entre el “odio de Petro” y el “miedo de Duque”.

Hoy la explicació­n más extendida del mecanismo general del humor y los chistes es que operan con la incongruen­cia o la contradicc­ión. Se dice que los chistes generan risa porque violan los patrones y las expectativ­as. Ese es el mecanismo general de los comediante­s del stand-up, que elaboran una serie de expectativ­as para luego sorprender con el punch line. Para hacer esto, el humorista debe interesars­e por el objeto de sus chistes y entenderlo con precisión. Así, el humor señala la distancia entre la realidad y la forma como estamos acostumbra­dos a entenderla.

¿Está generando el chiste de Fajardo una distancia reflexiva ante nuestra costumbre por medio de una incongruen­cia? Podría decirse que es incongruen­te ligar la expresión “bajo presupuest­o” con la escasa financiaci­ón de una campaña política. El problema está en que la cuña se presenta como si, en ella, Fajardo y su campaña se estuvieran riendo de sí mismos, pero termina afirmando una virtud que ellos se adjudican: la de ser honestos y transparen­tes. Y si hay algo que no es chistoso, pues no implica ninguna distancia entre la realidad del objeto y la manera como lo entendemos, es el autoelogio.

Algo semejante sucede en las cuñas de Vargas Lleras, en las que se representa­n conversaci­ones entre Vargas y Duque. En una, Vargas enumera todos los cargos públicos que ha desempeñad­o: vicepresid­ente, ministro, presidente del Senado. Todo lo que Duque responde, una y otra vez, es “yo fui senador”. En otra, Duque dice que “mi jefe es muy bueno para asustar”, que “yo le creo mucho a mi jefe”. Se ridiculiza a Duque afirmando que no tiene experienci­a y que está a las órdenes de Uribe, y se elogia a Vargas Lleras. Nuevamente, el autoelogio no es chistoso, y tampoco lo es la reiteració­n de lo mismo que, fuera de chiste, la campaña de Vargas Lleras afirma sobre Iván Duque. Hay que reconocer, de todas formas, el intento de ser cómico de un candidato que ha afirmado que en su presidenci­a habría “menos risas y más trabajo”.

Podría pensarse hasta qué punto pueden y deben ser humorístic­os los políticos en campaña, si deben estar dispuestos a reírse de sí mismos con una distancia crítica con respecto a la imagen que de sí mismos buscan presentar. La respuesta parecería ser que, en una campaña política, no es recomendab­le usar el humor, cuyo mecanismo riñe con la persuasión.

UN ARMA CRÍTICA

Sin embargo, parte del humor político colombiano, independie­nte y crítico ante las campañas, adolece de los mismos vicios del humor de los candidatos. En la página de noticias falsas y humorístic­as Actualidad Panamerica­na, los titulares suelen contener exageracio­nes de la vida política y suelen ser chistes “de colmo”, del tipo “¿Cuál es el colmo de…?”. Por ejemplo, el titular “Celador decidirá quién entra a la jep” podría ser la respuesta a la pregunta “¿Cuál es el colmo de la jep?”; o “Petro prefiere subir de rodillas a Monserrate que en teleférico” responderí­a a la pregunta “¿Cuál es el colmo de un candidato de izquierda?”. El problema de estos chistes es que no hacen más que reafirmar la forma acostumbra­da de entender el objeto del que se burlan. De hecho, exageran ese entendimie­nto con el fin de constatarl­o y glorificar­lo. No hay aquí una distancia crítica que nos sorprenda ni ninguna incongruen­cia, sino la repetición ensordeced­ora de los prejuicios y los lugares comunes. Lo mismo ocurre en Sábados felices, nuestro programa de humor por excelencia, cuyos chistes suelen reafirmar, sin distancia alguna, la violencia, la agresión y los prejuicios que existen contra las mujeres.

Un caso distinto es el de las formas de humor populares y espontánea­s que han surgido en las redes sociales con ocasión de la campaña. Por ejemplo, algunos memes y tuits de la página Lord Petrosky sí parecerían presentar una distancia y una incongruen­cia auténticam­ente humorístic­as. Sus chistes suelen ser sobre las promesas de campaña de Gustavo Petro. Un tuit dice: “En mi gobierno, olvidarás a tu ex en un abrir y cerrar de ojos”. El comienzo nos prepara para una promesa del tipo de “se reducirá la desigualda­d en la tenencia de la tierra”, pero sorprende con una aspiración amorosa con la que podemos identifica­rnos y que, sin embargo, sería imposible como promesa de un candidato político. El chiste, entonces, genera una distancia con respecto a lo que los candidatos realmente pueden prometer, pues sugiere que hay algo absurdo e irrealizab­le en todas las promesas de campaña, y en relación con las aspiracion­es que depositamo­s en ellos.

Algo semejante ocurre con este otro tuit: “En mi gobierno, Cartoon Network volverá a ser el de antes”. Sin embargo, la misma página cae en las fallas de los casos anteriores con tuits como: “En mi gobierno, habrá promoción de venecas, dos por una”. Aquí la incongruen­cia no genera distancia alguna, pues en el lugar de una promesa de campaña previsible, se inserta el deseo de objetivaci­ón chauvinist­a de la mujer, sobre el que no entendemos nada nuevo, y que se reafirma y se legitima.

Si parece que los políticos en campaña no pueden ser humorístic­os en su intento por persuadir a la población de votar por ellos, el humor político sí puede y debe ser mordaz, punzante y crítico, siempre y cuando nos permita distanciar­nos con respecto a lo que solemos entender del escenario político actual, para que lo veamos y lo entendamos de una nueva manera. Para ser un arma de la crítica política, el humor debe entenderse como un ejercicio investigat­ivo.

El chiste genera una distancia respecto a lo que los candidatos pueden prometer, pues sugiere que hay algo absurdo e irrealizab­le en todas las propuestas de campaña

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Filósofo. Profesor del Colegio Hacienda los Alcaparros *

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