El caso de Marvel M
Una mezcla de malentendidos familiares, líos editoriales, rumores y versiones encontradas de unos mismos hechos rodean la obra de la escritora barranquillera Marvel Moreno, quien no ha tenido el reconocimiento que se merece. Esta es la historia de cómo, una vez más, un legado literario se ha visto perjudicado por cuenta de factores que nada tienen que ver con la obra misma.
Las razones del olvido siempre son complicadas, pero en esta historia tienen que ver con líos editoriales, dramas familiares, chismes y quizás la ceguera de un país que preferiría no verse reflejado, con toda su hipocresía, en las páginas de una escritora que no le ve nada de pintoresco ni de mágico a la sociedad colombiana. A eso hay que agregar una serie de personajes: Plinio Apuleyo Mendoza, el esposo colombiano; Jacques Fourrier, el segundo esposo, de nacionalidad francesa; Carla y Camila, las dos hijas criadas en Europa; y los académicos Jacques Gilard y Fabio Rodríguez Amaya. En la mitad de todo este embrollo está una escritora genial. Y como suele suceder cuando hay líos con los legados de grandes escritores, quienes salimos perdiendo somos los lectores.
El nombre de Marvel Moreno debería ser sinónimo de lo mejor de la literatura colombiana. Sin embargo, su obra languidece en el olvido literario ante un público general fuera de ciertos círculos académicos. Solo dos libros publicados demuestran la genialidad de esta barranquillera que murió joven y enferma en París sin conocer una edición adecuada de su obra, pues mientras vivía algunos de sus cuentos fueron censurados y, después de su muerte, la primera novela salió mal editada y una segunda sigue sin ser publicada. Con una nueva edición de los cuentos completos a punto de salir, es hora de que el país lea y aprecie la obra de Moreno, atravesada por varias injusticias editoriales y dramas personales que, a la larga, son incómodos para todos.
Marvel Moreno nació en Barranquilla en 1939, en el exclusivo barrio El Prado. Como la mayoría de las hijas de la burguesía barranquillera del momento, recibió una educación religiosa en colegios privados. Fue presentada en sociedad en 1956, y en 1959, a sus 20 años, fue elegida reina del Carnaval de Barranquilla, todo un honor para cualquier jovencita de la época. Pero Moreno ya entonces tenía otras cosas en mente. “En una comida me dijo un secreto”, cuenta Plinio Apuleyo Mendoza, diplomático, periodista y primer esposo de ella, a quien conoció por aquellas épocas. “Todavía era reina del Carnaval cuando me dijo: ‘A mí eso no me interesa para nada. Yo lo que quiero es escribir’”.
La obra de Marvel Moreno consta de dos volúmenes de cuentos, Algo tan feo en la vida de una señora bien (1985) y El encuentro y otros relatos (1992), y una novela, En diciembre llegaban las brisas (1987), su obra maestra. Basándose en la vida de sus propias amigas, Moreno describe de manera descarnada y magistral la alta sociedad barranquillera de los años cuarenta y cincuenta. La novela fue traducida al francés y al itgaliano, y en 1989 ganó en Italia el Premio Grinzane-cavour a Mejor libro extranjero.
Marvel Moreno vivió y escribió durante el boom latinoamericano, pero no hizo parte del movimiento y nunca gozó del éxito del que gozaron los más famosos exponentes de ese fenómeno literario. Su obra se caracteriza por un realismo obsesionado con la experiencia personal de las injusticias sociales y, en términos formales, retoma el estilo suntuoso y difícil de autores enormes de la literatura universal que posiblemente fueron referentes de Moreno: Virginia Woolf, William Faulkner, Marcel Proust. En En diciembre llegaban las brisas hay algo de melodramático que no es ridículo: es una novela erudita sin ser pedante, y socialmente comprometida sin caer en el aleccionamiento o el manifiesto. Y todo está contenido en una estructura aparentemente simple (tres partes, tres protagonistas), pero sofisticada en su construcción.
La Barranquilla de Moreno no es pintoresca ni evocadora, es como ella la recordaba: caliente y opresiva. Ni en los cuentos ni en la novela están los impulsos “autoexotizantes” del realismo mágico; Moreno prefirió más bien levantar un espejo de la sociedad colombiana para mostrar su hipocresía, la represión sexual y la violencia contra las mujeres –cosas que ingenuamente creemos superadas–.
El tiempo de las amazonas, la segunda novela de Moreno –aquella que escribía cuando murió en 1995–, sigue sin ser publicada. Fabio Rodríguez Amaya, académico, pintor, amigo de Moreno y uno de sus albaceas, afirma que “Marvel es la mejor escritora colombiana de todos los tiempos. Y no solo entre las mujeres: no dudo en colocar su obra, como es ya vox populi, entre las mejores de lo que se llamó ‘la nueva literatura latinoamericana’”.
Pero si es tan genial y tan importante, ¿por qué no es tan conocida? ¿Por qué no es lectura obligada en colegios y universidades, y parte esencial del imaginario literario de los colombianos? ¿Por qué nos dice tan poco o nada su nombre?
El matrimonio con Plinio Apuleyo Mendoza le sirvió a Marvel Moreno para huir de la sociedad barranquillera y dar sus primeros pasos como escritora. El mismo Mendoza cuenta que, en una de sus visitas a Francia, ella le dijo al bajarse del avión: “En Barranquilla ni tú escribes ni yo escribo, eso es evidente. Yo no volveré jamás a Barranquilla. Yo me quedo acá”. Así nada más. Nunca regresaría a Colombia, pero sí pasaría el resto de su vida escribiendo, primero en Deyá y luego en París.
Durante los años setenta, Moreno se codeaba con las figuras más importantes del boom y la movida cultural parisina, pero prefería la soledad para escribir a lápiz, en cuadernos de colegio, sin salir de la cama.
En 1977 terminó su primer libro de cuentos, cuya publicación fue en 1980, por la pequeña editorial Pluma. Este sería el inicio de una serie de atropellos. Según Rodríguez Amaya y Jacques Gilard, académico francés y primer defensor de la obra, dos de los cuentos de esa colección, “el muñeco” y “Autocrítica”, fueron arbitrariamente censurados por el editor. “Autocrítica”, por ejemplo, fue eliminado del libro porque, según Rodríguez Amaya, al editor de Pluma no le gustó la manera en la que el cuento criticaba la Revolución Cubana.
A finales de los años setenta, asediada por el lupus, Moreno se dedicó a escribir frenéticamente