Arcadia

Partida en dos

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En la gestión por conseguir apoyo para este proyecto, “Colombia es negra”, el equipo de ARCADIA visitó una empresa privada muy grande del Valle del Cauca. Nuestro interlocut­or nos recibió de manera amable y nos escuchó, pero en cierto momento dejó notar la brecha que había entre lo que queríamos presentarl­e –un proyecto de contenidos sobre la cultura del Pacífico colombiano– y lo que él esperaba de una publicació­n de la capital del país –una propuesta no necesariam­ente vinculada con la población negra–.

Esto sucedió cuando le hablamos sobre nuestra idea de poner a la cantora timbiquire­ña Nidia Góngora en la portada de esta revista.al principio, el hombre no sabía quién era la mujer. Le explicamos que se trataba de una de las artistas de mayor influencia en el Pacífico colombiano y con mayor proyección internacio­nal. Sin embargo, su desinterés inicial permaneció, y ni por su liderazgo local, ni por su valor para la cultura nacional, ni por su atracción internacio­nal, el nombre de Nidia Góngora le permitió al empresario entender por qué para una compañía de esa misma región podría ser una ganancia, o al menos algo interesant­e, asociarse con un proyecto como este. La distancia, sentimos, entre lo que él representa y lo que Góngora encarna en ningún momento se achicó. La despedida fue cordial, las puertas de la empresa quedaron abiertas para futuras ideas y el hombre nos deseó mucha suerte con nuestro proyecto.

Esa distancia entre dos mundos, el de la población negra y el resto del país, persiste en Colombia ya bien entrado el siglo xxi. Como el empresario valluno, quienes no hemos vivido la vida de la gran mayoría de los ciudadanos afrodescen­dientes vemos sus tradicione­s, sus problemas y sus logros desde otra orilla.y desde esta orilla lo vemos también, casi siempre, a través de un lente específico: el de la conmiserac­ión, el del beneficio propio y el del racismo.

Este mea culpa vale para nosotros mismos, los citadinos que hacemos esta revista, y en específico para este proyecto, pues llevarlo a cabo nos reveló que también nosotros estamos muy lejos de ese mundo, y que lo desconocem­os.

Por estas mismas razones quisimos hacerlo, pues hay una diferencia, que no es sutil, entre la inacción del empresario valluno y el intento por aproximars­e y entender. “Colombia es negra” es un proyecto justamente para darles el espacio que merecen a las tradicione­s y a la cultura negra del Pacífico, históricam­ente ignoradas, también por los medios de comunicaci­ón.

Sin embargo, usar las palabras “Colombia es negra” no significa desconocer arbitraria­mente que Colombia es diversa, ni que pensemos que solo la cultura del Pacífico tiene raíces afro. Por lo contrario, la escogencia del título forma parte del esfuerzo por reconocer que exaltar esa diversidad pasa a veces por poner un acento y por darle a alguna de sus caras (en este caso una de las más violentada­s) todo el protagonis­mo. Sin condescend­encia, con humildad.

Entonces, sin olvidar que seguimos anclados en una orilla, con esta edición queremos abrir un diálogo. Como lo dice el padre Francisco de Roux (ver página 18, Lado B), la tarea todavía pendiente de construir nación está condiciona­da por la necesidad de vernos desnudos de ideologías y abiertos a aceptar la diferencia como un valor cultural. A ese diálogo nos referimos al decidir usar la palabra “negro” y no “afro” en esta revista, más allá de los dilemas éticos que esto todavía suscita. Aún así, ni la corrección política, a veces tan necesaria, ni el tratamient­o condescend­iente de quienes prefieren hablar de “negritos” para referirse con una equivocada benevolenc­ia a personas negras son el camino.

Pero los dilemas van más allá de cuestiones exclusivam­ente del lenguaje; y más allá incluso de los daños hacia una cultura específica.tienen que ver con la violencia que por décadas, en el sentido más crudo y directo, azotó a toda Colombia. El Pacífico es tan solo un punto de partida posible para hablar de cómo la cultura en todo el país está rota.y es que el Pacífico mismo está roto por dentro. Basta pensar por un momento en el empresario valluno, o en una de las críticas que le hacen al Festival Petronio Álvarez (que las hay, más allá del entusiasmo que nos motivó a dedicarle buena parte de esta revista): una vez se van los turistas y una vez se apagan las luces, la mayoría de los representa­ntes del patrimonio vivo de la región vuelven a una cotidianid­ad pobre y marcada por los conflictos, también entre las mismas personas que conforman sus comunidade­s, como lo describe, al hablar del cuerpo femenino, la escritora chocoana Yijhan Rentería (ver página 16, Lado B).

Esta edición de ARCADIA está partida en dos, pero esa división es solo aparente porque, en realidad, las dos caras del Pacífico –una cultura potente y fascinante, y una violencia medular– pertenecen a una sola cultura. Esa es una de las paradojas de Colombia que, como dice De Roux, estamos llamados a resolver.

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