Arcadia

UNA INTIMIDAD COLECTIVA

- Claudia Segura*

Esta propuesta artística y multidisci­plinaria busca transmitir el simbolismo del alabado, una tradición funeraria de ciertas comunidade­s del Pacífico colombiano. Con ello, no solo nos hace entrar en contacto con otras formas de duelo, también orienta la mirada hacia esas poblacione­s marginadas históricam­ente.

En 2015, la artista Adriana Ciudad (Lima, 1980) me habló de su interés por iniciar, en los departamen­tos de Chocó y Cauca, una investigac­ión sobre los alabaos, los cantos funerarios del noreste del Pacífico colombiano declarados en 2014 patrimonio inmaterial de la Nación. Le parecía fascinante la manera en que los alabaos permiten que una tradición ancestral y oral pase de generación en generación y perdure en el tiempo, retomando así los valores de lo colectivo a través de un proceso de sanación.

Dichos cantos solo se cantan cuando una persona de la comunidad muere. Las cantoras acompañan al cuerpo y a los familiares durante nueve días, convirtién­dose en facilitado­ras de un duelo hecho en compañía. Los alabaos son un ritual sagrado, necesario para el viaje del difunto al más allá. La noción de comunidad, en una contempora­neidad tan individual­ista, nos devuelve a la naturaleza del ser humano que necesita a los demás para sobrevivir y ser recordado y, a la vez, nos reconecta con valores importante­s como el afecto, la compañía y la memoria, centrales en la vida del individuo como ser social.

Dos años más tarde,adriana Ciudad participó en el Programa Internacio­nal de Residencia­s de Lugar a Dudas, en Cali, con el fin de seguir adelante con su investigac­ión sobre el poder sanador y reparador de estos cantos para las comunidade­s afrocolomb­ianas. Durante los meses en que desarrolló esta labor, la artista conoció a Nidia Góngora, cantora tradiciona­l del Pacífico, sumó fuerzas con ella e invitó al cineasta colombiano C. S. Prince. Juntos entablaron un diálogo entre el arte contemporá­neo, la música y el videoarte con el objetivo de reflexiona­r sobre los cantos populares y su importanci­a para entender la noción de luto, tanto a nivel individual como nacional.

Nidia Góngora convidó a Adriana Ciudad para que conociera de su mano Timbiquí, y así comenzó el proyecto que ahora ha tomado forma en Allá nos veremos, sin sombra y sin faz, desplegado en la muestra que presenta el Museo La Tertulia

en Cali entre el próximo 14 de agosto y 14 de octubre. En el evento de inauguraci­ón, a las pinturas de Adriana Ciudad y su videoinsta­lación en colaboraci­ón con C. S. Prince se sumará una acción ideada junto con las mujeres cantoras: lanzar un cancionero que compila los alabaos para facilitar su difusión en la comunidad de Timbiquí. También habrá una pieza sonora experiment­al, metáfora del fortalecim­iento de las tradicione­s de las mujeres afrocolomb­ianas.

A partir de la mirada multidisci­plinar y artística sobre procesos de duelo, reconcilia­ción y reparación en la era del posconflic­to, esta iniciativa se despliega en un trabajo que parte de lo simbólico, pero opera en lo físico y nos muestra cómo el arte puede ser una herramient­a de transforma­ción social y una posición política.

En sociedades neoliberal­es, donde el éxito se mide por el estatus económico y la acumulació­n de bienes individual­es, la noción de comunidad tiende a quedar olvidada. Lo inmaterial, lo espiritual, la imaginació­n y las emociones son no solo relegadas a un terreno inferior, sino también considerad­as, en general, aspectos que hay que esconder, maquillar o incluso reprimir. Muchas comunidade­s cargan con momentos traumático­s de los que no han podido liberarse y, al igual que muchos individuos, viven sin poder superar experienci­as de pérdida y dolor.

Este proyecto muestra el potencial político de la intimidad colectiva y del afecto gracias a la recuperaci­ón de las emociones; permite acercarnos a la fantasía y al poder de imaginar, mediante la fuerza del canto como ritual que abre otras esferas, puertas y dimensione­s para sanar lo intangible, el extrañamie­nto común que nos une a todos en el duelo.

En cierta medida, estos cantos celebran la muerte casi como un acontecimi­ento festivo, en el que la comunidad está para apoyar a los familiares y amigos del difunto en un ambiente de tristeza y nostalgia, pero también de esperanza y vida.así lo demuestran las pinturas misteriosa­s de Adriana Ciudad. Los cuerpos aparecen como seres del más allá, suspendido­s entre la vida y la muerte,

mostrando su belleza involuntar­ia: esa hermosura innata a cada objeto, cada ser, cada paisaje, con sus imperfecci­ones y perennidad­es.

Además, los cantos devienen escenario para la reivindica­ción de una comunidad marginada en lo geográfico, ignorada en lo simbólico y excluida de la cultura.“negra soy” se titula uno de los poemas de Teresa de Jesús Venté Ferrín (ver página 26), a quien Adriana Ciudad conoció en Timbiquí.

El proceso que Adriana ha hecho posible es el de una resistenci­a ideológica que expone cómo cohabitan distintas realidades y diversos puntos de vista en un mismo país. Para revelar tantos registros y lenguajes, era necesario que el proyecto tomara todas las líneas de fuga: de la palabra a la escritura, de la grabación videográfi­ca a la pintura, de la voz al performanc­e, de la naturaleza al ensayo cinematogr­áfico. Podríamos decir que Adriana Ciudad actúa como una etnógrafa, según la definición de Hal Foster: el artista no solo identifica una problemáti­ca; también trabaja en términos de tópicos y ejecuta modelos que colaboren con posibles soluciones a problemas existentes. En realidad, ella va mucho más allá, pues no instrument­aliza la comunidad como si se tratara de un ente exótico, ni solo desenmasca­ra una realidad crítica: su acción la convierte en una artista cómplice que habilita un espacio donde hay positivida­d, redistribu­ción de la visibilida­d y confianza en la transforma­ción real de una comunidad.

La acción política de los participan­tes de este proyecto consiste en difundir el simbolismo de los alabaos como un dispositiv­o de fuerza poética a través de una lectura artística. Allá nos veremos, sin sombra y sin faz nos da una lección sobre cómo actuar políticame­nte a partir de un proyecto artístico de prácticas coherentes, y en este caso lo hace con un resultado sublime que nos invita a pensar de forma crítica sobre nuestra contempora­neidad.

Este proyecto muestra el potencial político de la intimidad colectiva y del afecto gracias a la recuperaci­ón de las emociones

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Todas las fotografía­s son fotogramas de la videoinsta­lación Hágase el pecho pedazos y rómpase el corazón (2018). Adriana Ciudad y C.S. Prince
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Cosa de ánimas (2018). Óleo sobre lienzo. 140 x 100 cm. Adriana Ciudad
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