EL POETA DEL ÉXODO
Con sus libros, Helí Ramírez fue tal vez el primero en poner la mirada en partes de Medellín invisibles hasta entonces, y así también el primero en llevar a la poesía colombiana el lenguaje barrial de las galladas y la violencia y, con él, su idiosincrasia.
Helí Ramírez se ha encargado de decir lo mínimo acerca de su vida. Por esta razón, de él se sabe muy poco. Que cumple setenta años en 2018. Que nació en Sevilla, un corregimiento de Ebéjico, un pueblo en el Occidente de Antioquia. Que siendo niño asesinaron a su padre, por lo que su madre Rosmira empacó y huyó con sus cuatro hijos a Medellín. Y que cuando la familia llegó a la ciudad vivió en Belén Rincón antes de instalarse en Castilla, un barrio en la zona Noroccidental, donde creció, se hizo adolescente, leyó sus primeros libros y comenzó a escribir poemas. Podría incluso decirse que no existe, porque él se empeña en desaparecer, no hablar, huir, esconderse.
“Es magia –dice Felipe Laverde, músico, amigo e hijo de un amigo de la infancia–. Si lo buscas, desaparece, y cuando no lo buscas de pronto aparece”.
Las maneras en las que Helí Ramírez aparece son varias: en el centro de Medellín, en las calles de Castilla, en un mensaje inesperado en la bandeja de entrada del correo de algún amigo, en la puerta de la casa de otro –luego de meses sin verlo–, en el bar Málaga. La manera de desaparecer, por el contrario, es una y menos sutil: un silencio que frena a periodistas e instituciones, razón por la que las entrevistas que ha concedido se cuentan con los dedos de una sola mano y las fotografías son escasas.
Helí Ramírez escribe desde los años sesenta y su obra comenzó a publicarse en los setenta. Con ella se convirtió en el poeta que escribió, con belleza, fuerza y tal vez por primera vez en Colombia,“de los barrios de nuestras ciudades y de su gente –como dice Juan José Hoyos, periodista y amigo–: esos barrios encaramados en las montañas adonde no llegan los carros de la basura”.y como ha dicho el poeta Elkin Restrepo: “Por primera vez en la poesía colombiana está el lenguaje barrial, con su sintaxis y sus términos”.
El primer libro que Helí Ramírez publicó se tituló La ausencia del descanso (1975). En él escribió: “Poraquí / no tenemos carro de basura / ni árboles en las esquinas / ni lámparas en la frente de las casas // no hay nomenclatura / no hay agua / la sed se hace de las suyas / cuando recibe un beso”. El segundo fue En la parte alta abajo (1979), un libro que marcó una época, un antes y un después en la poesía del país.allí escribió:“oigo en un lugar cualquiera / con odio / o con miedo / una persona que para adentro y para fuera dice: // -“...A bueno para matarlo / a puños / a garrote / a piedra / a machete / a puñaladas / a
Arriba, Helí Ramírez en La Colina en 2015 A la derecha, una ilustración digital de Ramírez por el artista Fredy Serna (2012)
balazos…”- // Esa voz no me era conocida / esa voz no me era desconocida // Quién será esa persona a quien quieren tanto / me pregunté yo y en ella pensé / toda esa noche / y todo ese día”.
En la parte alta abajo se divide en dos grupos de poemas: veinte que tienen títulos como “Caballo de palo”,“en la cancha”,“flaca” o “La tomatera”, y cincuenta y ocho titulados con números romanos.a los primeros se debe gran parte de la fama del libro: poemas narrativos que, dice el cineasta Víctor Gaviria, permitieron “conocer un mundo muy cercano de Medellín que presentíamos, el de los barrios populares y las galladas y la violencia y los camajanes. Su poesía nos permitió estar adentro de ese mundo.y era increíble que él le diera estatus de poesía, con potencia y belleza”. Gaviria es uno de los grandes amigos de Ramírez, y ha reconocido incluso que sus propias películas no podrían explicarse sin la obra del poeta.
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“Todos estos barrios comenzaron fue con un rancho, hermano, y no había calle. Simplemente se hicieron como visionando… y después, a los años, llegó un buldózer y abrió eso”, le contó Helí Ramírez al poeta Rubén Darío Lotero y a Víctor Gaviria en una conversación que se publicó el 27 de noviembre de 1999 en El Mundo. De esos barrios representados en Castilla –que desde mediados del siglo xx comenzaron a ser ocupados por hombres que llegaban de diferentes lugares, del campo a la ciudad, principalmente de Antioquia– habla su poesía. En ella se hicieron visibles la vida, las costumbres, los jóvenes, las dinámicas, las violencias, la geografía y el habla, sobre todo el habla. El habla ardiente que en definitiva es el pálpito de la poesía memorable. Como dice Juan Luis Mejía, rector de la Universidad Eafit, amigo y gran lector de su poesía, “Helí ha hecho una obra absolutamente personal y genuina, sin poses intelectuales, solo expresando lo que vive su entorno. Por eso creo que no es una poesía urbana sino de barriada, de los márgenes de la ciudad, que desnuda la realidad de lo que se vivió en Colombia después de laviolencia. Es el poeta del éxodo a la ciudad, de esos campesinos que llegaron, que tuvieron que adoptar un lenguaje, una estética, una visión del mundo diferente”.
En ese barrio que Helí Ramírez hizo visible en la poesía está La Colina, el sector donde vivió: “La colina es de cuatro o cinco cuadras / en adobe pelado el frente de las casas (...) La primer casa de tabla y cartón fue / y siempre que pasaba un ventarrón se llevaba dos o tres techos”. Están los jóvenes:“a esta hora los pelados del barrio / deberían estar jugando futbolito en las calles / y no están // Las peladas en las puertas de las casas / con sus novios entre las piernas / y no están // Para mí que hubo batida”. Está la cancha:“después de los partidos hubiera triunfo derrota o empate / un festín de fiestón / que terminaba casi siempre en puñaladas”. Están las matronas:“gorda y cucha / con senos grandes y caídos / abierta de piernas sobre un cajón y abierta la boca / vende sus tomates en el pedrero”. Está la montaña ocupada por la ciudad que crece:“desde este morro miro la negrura del / horizonte mío y el de mis vecinos”. Está el peligro, la noche, el miedo:“a esta hora de la noche, / qué hará esa moto / que muerde los labios del / silencio. / ¿Levantaría un edificio de lágrimas?”. Está el amor en medio del azar: “Haremos el amor / sin desesperos / y culetazos en la puerta”.y está la vida y sus trabajos:“somos una fuente de felicidad los pobres disimulada (...) Y de nuestros rostros no esperen gesticos amables / pues si algún sueño coronamos es a la fuerza”.
En un bello libro editado por Tragaluz en 2012, Juan José Hoyos escribió en el epílogo:“para contar el mundo que habitamos, las calles que recorremos día a día, donde vivimos y morimos, Helí Ramírez ha usado la lengua que hablamos. ¿Qué otra cosa es la poesía?”. ¿Qué otra cosa sino poemas que se abran paso como un golpe que no pierden frescura o poder con los años? Su poesía “es un martillazo en la cabeza”, dijo José Manuel Arango. O fue “una puñalada en la poesía colombiana”, dijo Rubén Darío Lotero.
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Helí Ramírez fue de los pocos jóvenes de su barrio que pudo acceder a una educación secundaria. Terminó su bachillerato en el Liceo Antioqueño. Después de ser un buen jugador de fútbol, esa oportunidad de continuar formándose lo arrastró a la lectura y comenzó a escribir.“yo tenía un refugio, un sótano en mi casa. Una cueva pa’mí, pues (...) Nadie sabía que yo escribía.yo a nadie le decía nada de eso.y aún ni le digo nada a nadie”, le confesó a Rubén Darío Lotero y Víctor Gaviria.y de esta manera, sin decir nada, casi a hurtadillas, dejó sus primeros versos en las manos del poeta Elkin Restrepo, integrante de la revista Acuarimántima, en compañía de José Manuel Arango y otros escritores, quienes se emocionaron y le publicaron varios poemas. Luego la editorial de la Universidad de Antioquia hizo lo mismo con el primer libro, La ausencia del descanso (1975).
Después vendrían En la parte alta abajo (1979), Cortinas corridas (1980), Golosina de sal (1988), La luz de acá se hace de la oscuridad de aquí (1991), Para morder el cielo (1999), Desde el otro lado del canto (2011) y su única novela publicada a la fecha, La noche de su desvelo (1986), que Víctor Gaviria ha querido adaptar al cine.
Su camino como lector lo ha explicado bien el poeta mismo en las escasas entrevistas concedidas: primeros pasos, bajo la sombra de José Asunción Silva o Julio Flórez, para luego descubrir a los nadaístas y saber que la rima no era necesaria.“eh, ¿cómo así que estos manes escriben estas güevonadas, hermano? ¡Qué va! Vamos a escribir lo de por aquí. ¡Lo mío!”, dijo. Lo suyo: la cuadra, La Colina, Castilla, sus amigos, el fútbol, la gallada, las mujeres, la lucha diaria en medio de un espacio de Medellín que apenas comenzaba a entender su lugar en la ciudad. Como dice Juan Cano, profesor universitario y amigo, en ese entonces “la representación de la ciudad era el centro. El barrio todavía no la tenía. Era el barrio, pero no era parte de la ciudad, siéndolo”.
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“Ay, hermano, hablaría de Helí sin parar, pero me da pena”, dicevíctor Gaviria mientras se toma una cerveza Águila, la misma bebida que Helí Ramírez prefiere para acompañar las conversaciones con amigos.y esos amigos, como Gaviria, se miden, se cuidan, piensan, calculan palabras, protegen la intimidad del poeta.
Uno de ellos dice: “Si quiere saber cómo es Helí, lea el poema ‘Mi caleta’”.y leo:“de poca edad, dígase de unos 4 años o 5, / (en esa edad se es muy habladorcito), / hablaba en los buses y la cucha / se me arrimaba a los oídos / como si fuera a decir un secreto, / y en secreto me pedía silencio (…) Se reían al oír mi voz.a ella no le gustaba que se / rieran y para evitar rabias me pedía el silencio
Es el poeta del éxodo a la ciudad, de esos campesinos que llegaron, que tuvieron que adoptar un lenguaje, una estética, una visión del mundo diferente
“Eh, ¿cómo así que estos manes escriben estas güevonadas, hermano? ¡Qué va! Vamos a escribir lo de por aquí. ¡Lo mío!”
/ de regalo. Desde eso, el silencio es / mi caleta para propios y extraños”.
Otro amigo dice: “Ahí lo dice todo de él”. Se refiere al poema II, de En la parte alta abajo: “Voy a seguir diciendo quién soy yo fuera de tantas otras cosas que soy / lo voy a seguir diciendo sin achantarme // Nací como muchos otros no soy el único / en medio de disparos de revólver y fusil en medio de regueros de sangre (…) Odio a los hombres y sus máquinas // Odio los trapos sucios y feos que me pongo / y odio la ropa fina y bonita”.
Y si sus amigos dicen que solo puede buscársele en sus poemas, también podría estar en versos como estos:“…cada poeta si lo es / Solo aporta un pedazo de su alma al gran / Poema de la humanidad”. O estos:“tiene candado la ternura en mí / y ese candado no tiene llave (…). A mí lado pasan los seres / y con nadie soy un mar de sonrisa…”. O: “¿Qué uno es nada si no tiene un peso en el bolsillo / ni tarjeta en un cajero? // De acuerdo. Muy estúpido sería decirle que no. No tenemos un / peso, ni tarjeta para meter en la ranura de un cajero, / pero de ahí a que somos nada, mal me huele esa idea”.
Por versos como estos, de Helí Ramírez se ha dicho que es el poeta de las comunas. Una etiqueta que, como todas, es imprecisa, fácil, falsa. “Helí Ramírez escribió antes de las comunas”, dice Juan Luis Mejía. En otras palabras, la comuna es una división administrativa para agrupar barrios que se estableció en Medellín a finales de los años noventa.y estas comunas, a su vez, se agrupan en zonas, como la Noroccidental, a la que pertenece la 5, Castilla. Así que hablar de gente de las comunas para referirse a los barrios populares, a la 13, etc., es una falsedad. “Es culpa de los periodistas, con todo respeto, por la rapidez”, dice Germán Sierra, coordinador cultural del Sistema de Bibliotecas de la Universidad de Antioquia. Eso sí, la etiqueta es muy local, porque como dice el mismo Sierra, “Helí no es reconocido por el resto del país. En Medellín y Antioquia es leído por poetas, escritores. Pero es una figura más o menos desconocida”.
Aquella misma etiqueta es la que ha tenido que soportar el pintor Fredy Serna, quien desde su aparición en los años noventa puso frente a los ojos lo que Helí Ramírez ya había instalado en la imaginación de los lectores.“a la poesía le hacía falta la pintura”, dijo Ramírez en una entrevista publicada en El Mundo en 2008.Y Serna, quien acepta que vio lo que quería pintar cuando leyó los poemas de su vecino de barrio, dice:“me dio fuerza encontrarlo. Fuimos testigos de lo mismo en épocas distintas. Hoy en día el tema del barrio se volvió un leitmotiv. En cierto sentido me da jartera, porque el tema ya está sobreestudiado”.
Helí Ramírez fue el primero,pero después llegaron artistas como Fredy Serna ovíctor Gaviria, que ampliaron esa visión, a la luz de los versos. “Todo está montado sobre los poemas de Helí, porque él fue el que les dio dignidad a todos esos personajes y los sacó de la crónica roja y el chiste fácil”, dice Gaviria, quien además cuenta que en muchas de sus películas, como La mujer del animal, el trabajo con los actores naturales lo ha realizado a partir de los libros de Helí Ramírez. Los regala, los lee con ellos, releen, conversan, encuentran los latidos del lenguaje que la gran poesía alberga. Los rumian hasta hallar la vitalidad que hace brillar a personajes memorables como pocos en nuestra poesía. “–…A mí me encantaba gaminiar…
–¿A qué llamas gaminiar?
–Estar en el centro, en guayaco, en cine, robando”. Esa fue la respuesta de Helí Ramírez en una entrevista con Édgar Arias para el periódico barrial Comuna, creado a comienzos del año 2000 por amigos y artistas como Carlos Mario González, Juan Salazar, Juan Cano y el mismo Fredy Serna.
En medio de esas gaminiadas, las bibliotecas públicas de Medellín, como la de la Universidad de Antioquia o la Biblioteca Pública Piloto, fueron lugares fundamentales. Como Helí Ramírez lo dijo alguna vez, estas han sido sus bibliotecas personales, espacios a los que fue con constancia, donde prestó y leyó libros que formaron al buen lector del que prefiere no hablar, pero que se adivina en algunos de sus poemas.“no le gusta hablar de lecturas ni que lo tomen como referente académico”, dice Juan Cano.
En 1995, en una entrevista publicada en la revista Mascaluna, cuando ya había publicado sus primeros libros, Helí Ramírez dijo que cuando alguien le había prestado un libro de François Villon, el gran poeta francés del siglo xv, había leído toda la noche: “Descubrí un hermanito mío. Uno tiene hermanitos”.
En otra entrevista, publicada en 2008, realizada por el periodista Henry Amariles –con quien Helí Ramírez aceptó hablar porque era de Castilla–, el poeta dijo:“terminé manejando un hijueputa polvero, un archivo de historia, pero a mí me interesaba mi salario, hermano, porque loquiando no tenés nada fijo”. Se refiere al primer trabajo que tuvo en su vida, a los 27 años, en el Instituto de Seguros Sociales, del que se jubiló después de casi tres décadas.también dijo:“la mujer popular es una héroe. Porque nosotros, por nuestra incultura, por nuestra formación, por todo, tratamos mal a la compañera. Somos unos atarvanes con las mujeres”, algo significativo en un hombre que escribió un poema como “Eran las tres de la tarde las tres”, donde quedó consignada de manera explícita la violencia que viven muchas mujeres en países como Colombia. Los amigos o conocidos de Helí se cuidan para no ofenderlo, pero aun así pronuncian frases que lo describen: 1) Es como un animal arisco, huidizo, pero natural, y así escribió sus libros. 2) Es hincha del Medellín, entonces tiende al fracaso. 3) Es como los boxeadores antes del combate, con mirada de hágame alguna cosa y le doy en la jeta. 4) Es un camaján que escribe. 5) Un tipo rudo, agresivo ante la vida, parado, capaz de enfrentársele a cualquiera. 6) Si le preguntas dónde está un verso, te dice “yo qué me voy acordar de esa güevonada. Para eso escribí, para olvidarme de esa chimbada”. 7) Es un hombre tímido, al que agobia la multitud. 8) Habla silbado y tiene los ojos verdes, como de gato, de animal que genera respeto. 9) En su mirada fuerte hay una manera de estar permanentemente haciéndole cuestionamientos a la realidad. 10) Es tan huidizo que ya no sabemos si es hombre o mujer.
Quien dijo esto último se refiere al famoso error de la gobernación de Antioquia, que incluyó a Helí Ramírez en una antología de poetas mujeres a comienzos de 2017, donde se lee lo siguiente: “Nacida en Sevilla (Antioquia) en 1948, pero su vida ha transcurrido en Medellín, ligada vitalmente al barrio Castilla”.
“No he podido hablar con él después de eso. Cuando me preguntan ‘¿Y Helí?’, contesto: ‘Hermano, desde que cambió de sexo no he podido volver a encontrarlo’”, dice Fredy Serna, serio, con un rictus que esconde una pequeña sonrisa.
Para escribir este texto lo buscamos, pero al parecer se pasó de casa recientemente y anda “desaparecido” por estos días, como aseguraron algunos amigos. Enviamos tres mensajes, en días diferentes, a un correo que alguien compartió, pero rebotaron al segundo. Otro amigo dijo:“perdí su número”. Otro más: “Si lo doy, se enoja conmigo”. Otro: “Se me dañó el celular y perdí su teléfono”. Otro: “No es imposible hablar con él, pero se requiere tiempo”. Otro:“ya se le envió la razón con uno de sus hijos”. Otro.“tengo este teléfono”. ¡Por fin!
Repiques. Contestador. Silencio.