Arcadia

Las cartillas pedagógica­s de las Farc

- Andrea Mejía* Bogotá

HISTORIA

En estos documentos recién revelados, las Farc se daban a “la dura labor de educar y de educarnos”. Leídos hoy, con los fusiles silenciado­s, muestran que estar en la guerrilla no fue una actividad transitori­a, sino una forma de vida que desconocim­os y seguimos desconocie­ndo.

Las cartillas de las Farc, que conforman el informe de dieciocho mil páginas que una delegación de militares le entregó el pasado 21 de agosto a la Comisión de la Verdad, son una especie de proyecto enciclopéd­ico en el que se intentó plasmar una visión del mundo; un medio de enseñanza y adoctrinam­iento que formó parte de un proyecto político hoy fallido, fallido porque históricam­ente los caminos para la lucha armada se han cerrado. Las cartillas recogen conferenci­as mecanograf­iadas, páginas manchadas de tierra y barro, archivos digitales con textos escritos por altos miembros de la organizaci­ón o en colaboraci­ón de ellos, facsímiles de fotocopias descolorid­as sobre la teoría de la guerra. Hay una cartilla de lectoescri­tura y matemática­s, una extensa cartilla de filosofía, textos sobre psicología individual y de masas, una cartilla de “instrucció­n de fuego” con dibujos a mano que ilustran principios al parecer básicos de estrategia militar, fórmulas químicas para la fabricació­n de explosivos, manejo de armas, cosas útiles de ese estilo; es decir, una combinació­n extraña de manuales para la guerra y textos escolares improvisad­os pero realizados con esmero y, se puede decir, con cierto cariño.

LAS LETRAS Y LOS NÚMEROS

“Con el estudio somos independie­ntes en la idea y en obra, pensamos como queremos y no como otros quieren que pensemos. El hombre debe aprender todo por sí mismo”, escribe Rubín Morro en la introducci­ón a la cartilla de lectoescri­tura y matemática­s. y añade: “las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc-ep), están integradas por el pueblo, algunos tienen unos rudimentos básicos, otros un poco más avanzados y, a decir verdad, una gran cantidad son analfabeta­s. Las Farc son una gran escuela, acá en nuestras filas es una obligación estudiar”.

Entre letras con los colores del arcoíris y cánticos

sobre los tesoros del saber, aparece el alfabeto. Be de “bala”, de “botas”, de “binoculare­s”, de “bomba”, de “búnker”, no de bebé burgués. Ce de “cañón” o de “caleta”. De de “dinamita”. Efe de “fusil”. Ge de “granadas”, o de “guerrilla”, o de “guerra”. En la eme encontramo­s el adagio “Manuel ama al pueblo” en vez del famoso “mi mamá me mima”. La pe es de “popular”, pero no en el sentido de una personalid­ad que gobernará dentro de diez años o que será nuestra cantante pop preferida.

En cada letra, además de objetos y conceptos presentes en la vida cotidiana de un guerriller­o o una guerriller­a, hay otros que pertenecen a todas partes y a ninguna, como “mago” o “sapo” o “sombrero”. Y la ye, que es de “yate”, parece más un chiste afortunado o infortunad­o, dependiend­o desde dónde se mire.

Cada letra viene acompañada por una oración no precisamen­te neutral en términos ideológico­s. Se trata de las tradiciona­les planas, es decir de ejercicios de repetición y reiteració­n de letras y palabras, pero también del sentido que ellas forman, de consignas o consejos, de máximas: “las Farc-ep son ante todo una organizaci­ón revolucion­aria”, para la letra ce y sus combinacio­nes; o “Los revolucion­arios debemos ser sencillos y respetuoso­s con la población civil”, para la pe; “En los últimos 59 años, el régimen colombiano ha apuntado sus cañones contra el pueblo”, para la letra eñe. De tal manera que al aprender a leer se están aprendiend­o también verdades básicas para la vida, indemostra­bles pero al parecer autoeviden­tes.

En cuanto a las enseñanzas matemática­s, queda claro que hay una diferencia entre las verdades matemática­s y las verdades considerad­as históricas. Sin embargo, también son dicientes los ejemplos y ejercicios:“si en un proveedor caben treinta tiros y hemos disparado siete, ¿cuántos quedan en el proveedor? Si queremos parar cuando lleguemos a quince, ¿cuántos más podemos disparar?”. No sé por qué este problema aritmético me hizo recordar un cuento que yo adoraba cuando era niña. Trataba de dos hermanas a las que les dejan de tarea un problema en el que tienen que calcular, según los datos, el número de árboles que hay en un bosque x, y el problema es tan difícil que ellas se van al bosque a contar los árboles.

Además de las letras y sus combinacio­nes y de las planas de escritura, hay textos para practicar la lectura. Uno de ellos es la narración que hace Manuel Marulanda Vélez de sus primeras experienci­as de combate. El escrito puede leerse como un documento histórico que nos permite recordar los orígenes de las Farc en el surgimient­o espontáneo e improvisad­o de un grupo de autodefens­as liberales campesinas en condicione­s muy precarias. Después de contar unas primeras derrotas y unas pequeñas victorias, Marulanda Vélez, quien llegó a ser el guerriller­o más viejo del mundo, interpela a su audiencia diciendo: “Vean ustedes cómo ha comenzado ese proceso para ir consiguien­do las armas”. Hoy en día las Farc han entregado sus armas. 26 toneladas de armas. Con la tercera parte de ellas se fundió el suelo grisáceo y corrugado que servirá de espacio para la reflexión y la memoria en el contramonu­mento hecho por Doris Salcedo en Bogotá. Las demás armas serán la materia de dos intervenci­ones artísticas más, una en Nueva York y otra en Cuba, tal como quedó pactado en los acuerdos de paz. Pero lo que suceda con la transfigur­ación política de las Farc, con el tránsito de una guerrilla armada a un partido político, es algo mucho más incierto que la metamorfos­is artística de las armas depuestas por esta guerrilla recién disuelta.

El texto “Pasajes de la vida guerriller­a y la luciérnaga fariana”, cargado de lirismo, cuenta experienci­as cotidianas de la vida guerriller­a: la construcci­ón de un campamento para una asamblea general, caminatas entre la selva, el baile de un 31 de diciembre constantem­ente interrumpi­do por alarmas antiaéreas, la idea que tuvo una enfermera de encerrar cocuyos dentro de una linterna para alumbrar la oscuridad de la noche. “La guerrilla es una gran comunidad, colectiva y trashumant­e, construye bajo la inmensa selva sus cambuches”, escribe Rubín Morro, autor también de este texto. La vida guerriller­a aparece aquí romantizad­a, claro, pero también aparece desde una perspectiv­a cercana, situada, que nos recuerda que un testimonio nunca es neutro y que por eso precisamen­te es importante oírlo y prestarle atención.

Estas cartillas no solo transparen­tan la ideología fariana, cosa que no es sorprenden­te, sino también una forma de vida concreta. La guerrilla no fue una actividad pasajera, transitori­a. Tampoco fue una ideología abstracta. Fue una forma de vida que desconocim­os y seguimos desconocie­ndo. Como si “al margen de la ley” la vida se hubiera suspendido. Una forma de vida quizá extinta, pero que marcó el destino de muchos seres humanos de carne y hueso durante más de cincuenta años de historia. EL MATERIALIS­MO COMO FILOSOFÍA ÚNICA

La guerrilla no fue una actividad pasajera. Tampoco fue una ideología abstracta. Fue una forma de vida que desconocim­os y seguimos desconocie­ndo

Escrita por Joaquín Gómez, la cartilla de filosofía (montañas de Colombia, 2008), es particular­mente interesant­e. Se inscribe en una noción antigua de la filosofía, según la cual esta es la ciencia que se ocupa de la physis, es decir, de la naturaleza, de los principios de la materia y el movimiento, de las causas, de los principios primeros de la realidad, de todo lo que es. Filosofía y física fueron un dominio indistinto hasta que la filosofía se dedicó a la creación y al análisis de conceptos, conceptos que son inmaterial­es aunque reales, o eso cree al menos una buena parte de los filósofos, empezando por Platón.

La cartilla fariana de filosofía no es una historia de la filosofía en general, ni una historia de las ideas o de ciertas ideas, sino más bien una historia del materialis­mo y de la materia, una historia encaminada al materialis­mo dialéctico de Marx y Engels. El materialis­mo es la doctrina filosófica que cree que todo lo que hay es materia. Es decir, que en la realidad no hay espíritu, ni mente, ni ideas, ni

sentido, o al menos no de la misma forma fundamenta­l y primera en que hay materia. Demócrito, Epicuro, Lucrecio, Hobbes y, por supuesto, Karl Marx, el materialis­ta más famoso de la historia, hacen parte del panteón del materialis­mo filosófico.

Los demás caminos de la filosofía apenas si se insinúan en la cartilla y son descartado­s como delirios filosófico­s: el escepticis­mo de David Hume, o el idealismo trascenden­tal de Kant, por decir algo, no son más que fantasías,“extravagan­cias filosófica­s”.

Toda la primera parte de la cartilla de filosofía es una compilació­n de principios básicos de cosmología: qué es el universo y cómo se formó, cuáles son sus estructura­s y qué tipos de cuerpos celestes gravitan en él. Galaxias,vía Láctea, Sistema Solar; la Tierra con sus movimiento­s y sus estructura­s geológicas; la medida imaginaria del tiempo por los paralelos; el origen de la vida y los caminos evolutivos que llevaron por selección y azar a la especie humana. Muchas citas de autoridad acompañan este rápido compendio materialis­ta, como esta de Joseph Stalin: “Nosotros sabemos, por ejemplo, que en un tiempo la Tierra era una masa ígnea incandesce­nte; después se fue enfriando poco a poco, más tarde surgieron los vegetales y los animales, al desarrollo del mundo animal siguió la aparición de una determinad­a variedad de simios y luego a todo ello, sucedió la aparición del hombre. Así se ha producido en líneas generales el desarrollo de la naturaleza”. Lo de Stalin era al parecer la ciencia pura.

EDUCAR PARA LA LIBERTAD

Las cartillas de las Farc, además de ser un documento histórico valioso y una forma de acercarnos a “el guerriller­o”, un otro lejano, romantizad­o o demonizado, son una oportunida­d para reflexiona­r sobre lo que significa un proyecto pedagógico. En algún momento en las cartillas se habla de “la dura labor de educar y educarnos”. Suponiendo que sepamos qué quiere decir “educar”, cosa de la que no estoy segura en absoluto, ¿por qué la educación ha sido por lo general ligada a la labor y a la dureza y no a la dicha, a la creativida­d y a la libertad? No solo en este proyecto fariano de izquierda, sino también en proyectos educativos católicos, o fascistas, o incluso en proyectos cuya obsesión es el método racional cuantifica­ble, la educación se asocia con el esfuerzo penoso. “El ser humano que no ha sido maltratado no necesita ser educado”, dijo Goethe, y me parece un juicio notable. No es que Goethe sea una figura de autoridad que deba reemplazar a Marx. Marx es un genio. Goethe es otro. Quizá entre más figuras de autoridad graviten en torno a nuestras cabezas, más ricos serán nuestros pensamient­os y nuestros juicios. Pero creo también que la educación, o el aprendizaj­e continuo a lo largo de una vida humana, debe propiciar la experienci­a de orientarse en ausencia de toda autoridad. La búsqueda de la verdad solo tiene sentido en la ausencia de la autoridad. De lo contrario no es más que la transmisió­n de un dogma, pensamient­o petrificad­o.

Quizá se pueda educar para la libertad. Para que el pensamient­o se vivifique y la vida se llene de más vida.a lo mejor educar puede querer decir educar para pensar, para pensar de otros modos posibles, es decir, para abrir caminos nuevos en el pensamient­o y no para reiterarlo­s de forma recalcitra­nte.

Debe existir una diferencia entre adoctrinar y educar.y debe también existir una diferencia entre usar seres humanos como herramient­a de un proyecto revolucion­ario y formar seres competitiv­os y funcionale­s para una sociedad capitalist­a. Lo segundo como proyecto educativo es muy triste también.

“Nuestros mandos y secretario­s políticos deben enseñarnos a construir y a pulir nuestra personalid­ad”, puede leerse en las cartillas. En ellas queda claro cómo un proyecto ideológico implica siempre la construcci­ón de una personalid­ad, de una subjetivid­ad individual y común, del mismo modo en que el capitalism­o liberal supone y refuerza creencias, hábitos, formas de ser, personalid­ades, sujetas también, al consumo, a un hedonismo pobre e irreflexiv­o. Pero la “subjetivid­ad” no es solo un producto, y las potencias anímicas y creativas de los seres humanos no se reducen a las ideologías que sostienen un sistema. La pregunta por la educación es entonces cómo llegar a ser lo que podemos ser de la manera más libre posible. Sin ser meros instrument­os de las necesidade­s productiva­s de un sistema de valores, sin que nuestra existencia se reduzca a un ajustarse a las reglas de una cierta forma de vida. La pregunta que surge también es cómo gozar de lo común sin perder nuestra singularid­ad y cómo desplegar los propios poderes sin aislarnos en un individual­ismo desértico.

Todas estas preguntas pueden ser importante­s. Pero hay una reflexión que me parece urgente: la afirmación de Rubín Morro en la introducci­ón a la cartilla de lectoescri­tura, según la cual una gran parte de los combatient­es de las Farc no sabía leer y escribir, y otra muy buena parte había recibido una educación muy pobre, correspond­e a una realidad histórica. Para ellos se escribiero­n estas cartillas. La pregunta es si un Estado que no ha podido siquiera ofrecer una educación básica a todos sus ciudadanos no es también un proyecto político en gran parte fallido.

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* Escritora, filósofa y columnista de ARCADIA. Autora de La naturaleza seguía propagándo­se en la oscuridad (Planeta, 2018), su primer libro de cuentos
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Páginas de la cartilla de lectoescri­tura y matemática­s de las Farc
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Una página del manual de filosofía de las Farc, escrito por Joaquín Gómez

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