Información engañosa
EL PASADO 16 de septiembre, el portal periodístico 070 publicó una investigación del colectivo La Liga Contra el Silencio que revela que desde 2016 la administración del alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, ha invertido más de 100.000 millones de pesos en publicidad oficial que, en algunos casos, ha sido presentada al público como si se tratara de notas periodísticas y no como contenido pago. Caracol, RCN y el diario El Tiempo son los que más se benefician de la estrategia, llevada a cabo, además, mediante contratos con entidades como etb, como si esta fuese una central de medios y no una empresa de telecomunicaciones.
“Solo entre junio y agosto de este año –dice la investigación– se publicaron en el diario (...) al menos cinco especiales (…) dedicados a informar aspectos positivos de Bogotá. Las piezas solo incluyen voces oficiales y, a veces, testimonios de ciudadanos complacidos con la gestión del alcalde”. Paola Tovar, consejera de Comunicaciones de la alcaldía, sostiene que en la administración de Peñalosa se habla de contenidos pagos y alianzas estratégicas, sin que la diferencia entre ambos asuntos esté clara en los contratos con los medios: “A veces aparece como contenido institucional, y a veces no (…). Buscamos que los medios se hagan aliados, no una simple pauta. O sea, no queremos pensar que a los medios les pagamos, sale un mensaje y pasó. Buscamos que se comprometan en la generación de contenidos que ayuden a producir temas que sean buenos para la ciudad”. A los contenidos financiados por la alcaldía, Tovar los llama content marketing.
Como bien dice la investigación, las notas en cuestión no respetan las reglas básicas del periodismo: muestran un solo ángulo del tema, no incluyen voces de otros sectores y se presentan como contenido editorial, siendo que los medios han recibido millones por publicarlas. Ese tipo de “estrategias” engañosas hacen daño a los lectores, en tanto que pueden crear en ellos una percepción falsa de ciudad, que viene directamente del poder. Pero también nos hace daño a nosotros, los mismos medios: en tiempos de desinformación y desconfianza de los lectores, gestos como estos solo contribuyen a fortalecer la imagen de desprestigio que algunos medios ya cargan; también ponen en cuestión su calidad periodística y, por si fuera poco, automáticamente pierden su función de cuarto poder, mostrándose al servicio del gobierno de turno.