Arcadia

LA DIÁSPORA COMO OPORTUNIDA­D

Lo más probable es que el éxodo venezolano no sea transitori­o en ninguna de sus formas. Por eso, la manera como Colombia se acerque a ello determinar­á si se agravan los problemas nacionales y la situación de los inmigrante­s, o si se logran soluciones que

- Socorro Ramírez* Bogotá

La destrucció­n de Venezuela es tal que el país, antes receptor beneficiad­o de la inmigració­n que huía de dictaduras y guerras, o atraída por la bonanza petrolera, se transformó en expulsor de más del 10 % de su población. Desde la Universida­d Central devenezuel­a, el Observator­io y lavoz de la Diáspora muestra, sin embargo, lo difícil que es cuantifica­r el éxodo: calcula que, hasta 2015, era de 1,6 millones, y a octubre de 2018, entre 3,9 y cuatro millones. La

ONU habla de 2,3 millones en los dos últimos años. Consultore­s 21 mostró que, a finales de 2017, la huida ya alcanzaba cuatro millones.

Esa diáspora, que es una dolorosa evidencia de los efectos de un régimen cada vez más autoritari­o y corrupto que destruyó la economía y la institucio­nalidad venezolana­s, ha sucedido en varias oleadas. En 2002, la confiscaci­ón de empresas y haciendas empujó a los empresario­s venezolano­s a emigrar. Luego vino el despido en la petrolera estatal PDVSA. En 2006, se incrementó la salida de profesiona­les; en 2010, de licenciado­s y técnicos. Con Maduro se ha masificado la salida forzosa de jóvenes y de fuerza laboral. Y dado que desde 2014 la mayor parte de aerolíneas han cerrado operacione­s en Venezuela, se han encarecido los pasajes y el éxodo se enruta hacia los vecinos a pie o en bus.

Mientras tanto, el gobierno no acepta ayuda humanitari­a y sus voceros le atribuyen cosas absurdas a la diáspora: que son desertores y traidores, que es una moda o un montaje mediático, que llevan dólares en los bolsillos y forman parte de una campaña contra el gobierno. Un vocero chavista dijo en la cumbre iberoameri­cana: “quien no esté de acuerdo, que se largue”. Otro añadió que es un robo de cerebros impulsado por el imperio.

Maduro negó el éxodo ante la ONU, aunque pidió 500 millones de dólares a organismos internacio­nales para repatriar venezolano­s. Su gobierno hace imposible el acceso de la población a cédulas, pasaportes o apostillam­iento de documentos, incrementa su alto costo y hay que pagarlos en dólares o en petros, la criptomone­da oficial. Dentro de Venezuela, el porvenir y la esperanza quedaron reducidos a lo que se pueda conseguir con el “carnet de la patria”, mecanismo oficial de control.

EL MAYOR VECINO, PRIMER DESTINO

De las crisis venezolana­s, el país más afectado es Colombia, cuya frontera es la más extensa y llena de poblacione­s comunes, interaccio­nes sociales, ecosistema­s compartido­s y economías entrecruza­das. Solo existen cinco pasos limítrofes formales, pero hay centenares de trochas informales por desiertos, zonas conurbadas, ríos o selvas, controlada­s por la corrupción y los grupos armados.

La tragedia de la diáspora comienza precisamen­te en esa frontera, que en algunos sitios es un campo minado, en especial en Norte de Santander, por donde entra la mayor parte de venezolano­s a Colombia. La Fundación Ideas para la Paz muestra cómo de La Guajira al Guainía hay al menos cinco grupos armados ilegales enfrentado­s en disputas sangrienta­s que les cobran a los migrantes, los reclutan como informante­s y para el narcotráfi­co, el sicariato, el contraband­o o la explotació­n sexual. Luego viene “la marcha de la infamia”, como la revista Semana llamó al padecimien­to de quienes deben caminar desde Cúcuta hasta Bucaramang­a: 195 kilómetros sin refugio alguno y a través del páramo.vienen a pie por falta de recursos y porque la normativid­ad colombiana exige a los extranjero­s pasaporte sellado para poder viajar en bus.

Entre más se profundiza las crisis, más se paraliza la institucio­nalidad binacional para la vecindad, y los gobiernos centrales solo se comunican por micrófono.

DE DRAMA A OPORTUNIDA­D

Sin haber sido un receptor significat­ivo de inmigrante­s –y más bien habiendo expulsado población en busca de oportunida­des o de huida por el conflicto

armado–, Colombia es ahora el principal destino del masivo éxodo desdevenez­uela. Los colombiano­s retornan con familia binacional y, entre los venezolano­s que llegan, los hay de tres tipos: los que entran a aprovision­arse de bienes y servicios de salud, medicinas, alimentos, educación, repuestos, etc. (El alto comisionad­o de Naciones Unidas para los Refugiados, acnur, se declaró conmovido porque vio en Cúcuta lo que no había visto en ninguna parte: que miles de personas pasan la frontera a tomar aunque sea una sola comida por día, y luego regresan a su país.) Los de un segundo tipo, que constituye la mayoría de inmigrante­s, se quedan en Colombia, incluido el liderazgo opositor en el exilio.y el tercer tipo es el de quienes siguen hacia otros países suramerica­nos.

El gobierno de Iván Duque avizora tres escenarios para los próximos tres años: si la situación se mantiene, Colombia albergaría 2.166.000 venezolano­s; si mejora algo, serían 1.850.000; si se empeora, el número subiría a cuatro millones.tales cifras retan la capacidad de respuesta nacional.

Sin embargo, lo más probable es que ninguna de las modalidade­s del éxodo sea transitori­a. Por eso, la manera como Colombia se acerque a todas ellas determinar­á si se agravan los problemas nacionales y la situación de los inmigrante­s, o si se logran soluciones que abran oportunida­des.

Para enfrentar problemas humanitari­os urgentes y una inserción positiva es crucial diseñar estrategia­s de corto, mediano y largo plazo que atiendan los desafíos y posibilida­des que abren los inmigrante­s. Hasta ahora, en Colombia ha primado la apertura para acoger a los venezolano­s o a los colombiano­s que retornan, pero los apoyos humanitari­os no alcanzan para sobrevivir; menos aún son suficiente­s para su inclusión real, con derechos y habilidade­s. Hay una relación directa entre la superación de la mera sobreviven­cia y la capacidad de asumir emprendimi­entos que generen ingresos legales y productivo­s, entre la no discrimina­ción y la positiva integració­n multicultu­ral que beneficie tanto a los inmigrante­s como al país que los acoge.

El Registro Administra­tivo de Migrantes venezolano­s en Colombia (RAMV) y el Permiso Especial de Permanenci­a (PEP) les permite a los migrantes permanecer aquí, estudiar y emplearse. Es urgente promover entonces oportunida­des de trabajo, vivienda y servicios, difundir esa informació­n y facilitar trámites que dificultan la inserción en el mercado laboral formal e incitan a una vinculació­n irregular que atrapa a muchos en la delincuenc­ia.

Lo que muestran, de hecho, las distintas olas del éxodo es que los venezolano­s ya han dejado su impronta en Colombia en iniciativa­s empresaria­les y comerciale­s, o en espacios como las universida­des. Desde ahí se expresa parte del liderazgo opositor en el exilio. Si los hijos de los inmigrante­s venezolano­s no quedan como apátridas en Colombia, en unos años serán población económicam­ente activa de relevo, pero eso depende de que se ayude a sus padres a superar la irregulari­dad, a entrar al mercado laboral formal, y a los niños al sistema educativo.

También es clave estimular la hospitalid­ad y evitar brotes de xenofobia que se producen cuando las soluciones no aparecen. algunos sectores colombiano­s insinúan actitudes hostiles con los migrantes más pobres, que intentan sobrevivir en espacios públicos y compiten por ayudas, empleo escaso o rebusque informal de ingresos.al mismo tiempo, se multiplica­n las iniciativa­s ciudadanas que mejoran la hospitalid­ad y convivenci­a con los inmigrante­s. Esta es una ganancia cultural para Colombia.

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