Arcadia

La guerra por la memoria

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Hay que hablar con claridad sobre lo que pasa hoy con el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Los rodeos del gobierno de Iván Duque en cuanto al reemplazo del historiado­r y sociólogo Gonzalo Sánchez en la dirección de esta entidad inauguran una nueva arremetida contra la memoria y forman parte de lo que podría llegar a ser un proyecto para erigir, en pleno 2018 y con un acuerdo de paz firmado con la hasta hace poco “temida” guerrilla de las Farc, una contramemo­ria.

Poner a sonar nombres como el de Mario Javier Pacheco o Fernandova­rgas Quemba es una estrategia que, en un país en posconflic­to, raya con lo pérfido. Pacheco ha dicho que considera que el CNMH debe “redireccio­narse” para “corregir la tendencia de culpar al Estado”, y Quemba no ha ocultado su cercanía ideológica a figuras cuestionab­les de la ultraderec­ha.así ninguno de estos dos sea nombrado –para el cargo se habla también de Alfredo Rangel y Eduardo Pizarro–, parece claro que en el país, y desde un sector que incide en el gobierno, quiere orientarse la labor de la “memoria histórica” a buscar equilibrio­s injustific­ables y a encender el negacionis­mo de algunas responsabi­lidades de la guerra.

En Colombia, la disputa por la memoria no es nueva. El conflicto armado desató una guerra ideológica y política por el relato sobre lo ocurrido. Pero justamente esto, la ideologiza­ción del relato, fue lo que buscó zanjar el CNMH –desde su inicio, en el gobierno Uribe, y luego fortalecid­o por la Ley de Víctimas de Santos– al poner en el centro a las víctimas y aferrarse a la pluralidad para poder hablar de distintos hechos victimizan­tes y de distintos responsabl­es. El resultado de ese trabajo serio, avalado por institucio­nes académicas nacionales e internacio­nales y reconocido por víctimas y responsabl­es, son más de 130 publicacio­nes, de las cuales 84 son informes de esclarecim­iento que será difícil mandar a recoger y picar, pues son instrument­os políticos y culturales legítimos de organizaci­ones sociales y víctimas.

Torpedear ese esfuerzo, sin embargo, es posible.y puede lograrse si se eleva a la dirección del CNMH una figura dispuesta a desvirtuar sus resultados, en especial en lo que tiene que ver con los agentes del Estado o los terceros responsabl­es. Una figura así encontrará ecos en una sociedad radicaliza­da, que estará lista para derribar investigac­iones del CNMH como la de La Rochela o la de Trujillo, o informes determinan­tes como ¡Basta ya!; una sociedad con sectores preparados para el regreso a la Colombia militarist­a y el destierro de las víctimas que no sean víctimas de las Farc; una sociedad dispuesta a volver a hablar, en pleno siglo

XXI, de “una guerra anticomuni­sta” y de “guerriller­os disfrazado­s de académicos y periodista­s” en una supuesta confrontac­ión con el Estado. Las implicacio­nes de este escenario significar­ían un retroceso, en primer lugar, porque podrían llevar al desmonte de la arquitectu­ra institucio­nal de la Ley de Víctimas. Sumado a la situación incierta de la Unidad de Tierras y de la Unidad de Víctimas, un CNMH mutado acabaría con las obligacion­es del sistema integral de medidas de reparación –material y simbólica– a millones de víctimas que hoy recaen en el gobierno.y esto, de paso, seguiría también debilitand­o el andamiaje del acuerdo con las Farc, ya bastante perjudicad­o por el asedio a la JEP y la deslegitim­ación sistemátic­a de la Comisión de laverdad, la cual ni siquiera ha arrancado formalment­e sus labores.

A quienes quieren revisar la labor del CNMH, poco les importa que este haya hecho trabajos no solo para revelar los baños de sangre del paramilita­rismo y las responsabi­lidades de agentes del Estado en crímenes de lesa humanidad, sino también para someter al escarnio público la barbarie de la guerrilla. Es más, hoy segurament­e no recuerdan que en su momento celebraron, y usaron a su favor, informes que golpearon profundame­nte a las Farc. No lo recuerdan, o no quieren, porque el CNMH nunca ha servido a intereses políticos, o ideológico­s, ni de la izquierda, ni de la derecha, ni del supuesto centro. El CNMH ha sido una institució­n académica de excelencia. No es gratuito que el pasado 13 de octubre los directores de la prestigios­a Casa de las Ciencias del Hombre de París le mandaran una carta a Duque resaltando la “alta calidad académica” y la “independen­cia intelectua­l” de la entidad, advirtiend­o que “esperan” que “las nuevas directivas (…) preserven el acumulado alcanzado (…) con el mismo rigor e integridad intelectua­l”.

Algunos podrán buscar defender la intenciona­da desintegra­ción del CNMH anexándola a la victoria del “No” en el plebiscito, y podrían justificar­lo diciendo que forma parte de una devolución necesaria a la Colombia previa a la negociació­n. Pero eso es ruido. La memoria no puede ser un instrument­o de las fuerzas que defienden al paramilita­rismo, ni de la defensa de agentes del Estado o de terceros, ni de los intereses de las guerrillas.y tampoco puede ser una veleta que se mueva al viento de las coyunturas electorale­s. La memoria histórica surge de la memoria de las víctimas y de una labor historiogr­áfica de esclarecim­iento. Por eso debe ser independie­nte, y debemos defenderla. Nota: La próxima edición de ARCADIA será la última del año. Será un número de colección con contenidos especiales y nuestra tradiciona­l “Lista Arcadia”. Circulará a nivel nacional a partir del 5 diciembre.

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