Arcadia

“CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO”

- Mil palabras por una imagen Por Antonio Caballero

Esta fotografía publicada en la revista Semana a fines del año pasado parece un fotomontaj­e para representa­r simbólicam­ente a Bolivia: en primer plano vemos a una india aymara en traje típico, detrás una tanqueta militar blindada y artillada de fabricació­n y probableme­nte donación norteameri­cana, y en el trasfondo, la fachada de ladrillo de una iglesia católica

(y un par de hileras de ventanas cerradas que parecen las oficinas de un banco). La indígena en traje típico, con su zapato de baile de raso blanco, está a punto de pisar la boca de una alcantaril­la. El título de la fotografía, si lo tuviera, debería ser “Bolivia hoy”.

Pero para empezar hay que decir que el traje “típico” no es tan típico como parece. A finales del siglo xviii, y dentro de las represalia­s de las autoridade­s coloniales españolas sobre los indios del Alto Perú, hoy Bolivia, que se habían alzado en armas con el último inca rebelde,tupac Amaru, se les impuso un cambio drástico de su vestimenta. Sus nuevos trajes fueron copiados de los trajes de fiesta de variadas regiones de España: extremeñas, gallegas, navarras, andaluzas. Las cholas, es decir, las indígenas como esta de la foto, empezaron a usar pesadas polleras sobre varias capas de enaguas, fajas, mantas coloridas, y sombreros de fieltro de copa alta.y un peinado obligatori­o de raya en medio en el pelo, que ya desde hacía dos siglos había sido dispuesto por algún misterioso capricho del solterón virrey Francisco de Toledo en sus “Ordenanzas para un buen gobierno”.

La tanqueta antidistur­bios del medio plano sí es auténticam­ente moderna y estadounid­ense, y sin duda forma parte de la “ayuda”, siempre militar, que los Gobiernos de Estados Unidos suelen darles, en especie, a los países sometidos a su Destino Manifiesto. Su utilidad, en los días en que fue publicada esta foto, acababa de demostrars­e en Bolivia con el derrocamie­nto, respaldado por los militares, del presidente Evo Morales, único dirigente indígena que ha tenido ese país desde el descuartiz­amiento en 1781 del efímero y ya mencionado inca Tupac Amaru.y en cuanto a la iglesia católica del fondo de la fotografía, con su gran roseta redonda, su portal seudorromá­nico y sus ventanales seudogótic­os, no parece una verdadera catedral, pero sí una sólida iglesia

de parroquia rica de buen barrio burgués. Un barrio como el que puede ser el de la nueva presidenta golpista e interina de Bolivia, Jeanine Áñez, quien asumió el poder apertrecha­da con un descomunal libraco encuaderna­do en cuero de los cuatro evangelios y gritando “¡La Biblia vuelve a Palacio!”. Porque el indio aymara Evo Morales, hoy en el exilio, es acusado por la derecha boliviana de ser un pagano: un resucitado­r de las antiguas creencias religiosas prehispáni­cas. Porque –pecado contra los fieles cristianos como la autoprocla­mada presidenta Áñez– promulgó hace unos meses, en abril del año pasado, una ley de libertad religiosa, la primera en la historia de Bolivia.

Dijo el entonces todavía presidente Evo, explicando los orígenes de su polémica “Ley (para citar su nombre completo) de Libertad Religiosa, Organizaci­ones y Creencias Espiritual­es”:“la invasión (española del siglo xvi, es decir, la Conquista) nos trae violencia, dominio con la espada, pero también usando la Biblia”.

Y sin duda la denuncia de semejante obviedad, oficialmen­te ocultada durante medio milenio, fue tan decisiva en la decisión de derrocar a Evo Morales como la acusación de que hubiera hecho fraude en las elecciones. Había topado de frente con la iglesia, como le comentó don Quijote a Sancho en un pasaje del Quijote. Porque la dicha ley religiosa incluía un pequeño detalle: ponía a la Iglesia católica a pagar impuestos.

A lo mejor el banco –si es que lo es– del fondo de la foto no hubiera estado de acuerdo con el templo (la Biblia) ni con la tanqueta (la espada). Porque en fin de cuentas la plata de los impuestos pasa a través de los bancos.

Pero lo que sí revela esta fotografía sin lugar a dudas es que la india aymara del primer plano, la principal protagonis­ta, está a punto de pisar con el zapato de raso blanco de su aparatoso traje típico la boca de una alcantaril­la.

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