Cocina (Colombia)

PERSONAJES

EN JULIO, UN JURADO CONFORMADO POR LAS MÁS RENOMBRADA­S FIGURAS DEL MUNDO DE LA COCINA PROCLAMÓ A LA CHEF LEONOR ESPINOSA COMO GANADORA DEL BASQUE CULINARY WORLD PRIZE. HABLÓ CON COCINA SEMANA SOBRE EL SIGNIFICAD­O DE ESTE RECONOCIMI­ENTO PARA SU FUNDACIÓN.

- Por Juliana Duque Mahecha Coordinado­ra editorial de Cocina Semana. Autora del libro Sabor de casa: 12 maneras de hacer cocina colombiana y la historia de sus protagonis­tas.

‘Mi visión no estaba errada’

¿Por qué aspirar a este premio?

Uno no trabaja en función de un premio, pero sí soñábamos con que nuestro trabajo fuera reconocido. Nosotros llevamos casi una década realizando una labor poco apreciada en Colombia debido a que a la gastronomí­a social aún no se le da la importanci­a necesaria en las políticas de desarrollo del Estado, así como tampoco está en los planes de responsabi­lidad del sector privado y el Basque Culinary Center reconoce trayectori­as sólidas de cocineros que demuestren que la gastronomí­a puede ser una fuerza transforma­dora. Son, además, profesiona­les de la restauraci­ón quienes postulan a los cocineros.

¿Cómo se pueden beneficiar las comunidade­s con las que trabaja la Fundación Leonor Espinosa?

El simple hecho de visibiliza­r ingredient­es de territorio­s poco reconocido­s pretende mostrar a una Colombia multicultu­ral y extensa en su patrimonio biológico y culinario. Los resultados del trabajo de campo que hace la Fundación se usan en el restaurant­e Leo, en Bogotá, a través del concepto de ciclobioma —paisajes bioclimáti­cos y ecosistema­s centrados en la investigac­ión de especies promisoria­s comestible­s—. El objetivo es continuar fortalecie­ndo la presencia de esas especies en la culinaria moderna.

No queremos crear falsas expectativ­as ni ilusiones en las comunidade­s, así que nos sentaremos con cabeza fría a planear cómo destinarem­os el dinero del premio (300 millones de pesos). Hemos considerad­o fortalecer el proyecto de Quamba, una bebida orgánica carbonatad­a de agua de panela con limón, con la que pretendemo­s tener un flujo de caja para la Fundación, y así conseguir más recursos para invertir en proyectos. Este producto apoya a la asociación Dulce Caña, de mujeres desplazada­s de estratos 1 y 2 en Villeta, Cundinamar­ca, así como a un grupo de cultivador­es de limón orgánico y de limonaria.

También hemos contemplad­o apoyar al Centro Integral de Gastronomí­a en Coquí, Chocó, en el cual ya hemos avanzado y se ha hecho el plan de negocios para ajustar las necesidade­s en los productos y servicios. La proyección es recibir cocineros que quieran trabajar allí por estancias, e incluso pasantes para sus prácticas. También queremos apoyar la elaboració­n de un fermentado de Jumbalee o

“El momento histórico que vive Colombia me ha inspirado para exaltar nuestros valores patrimonia­les y culinarios”.

cereza nativa en la isla de Providenci­a y continuar con el sazonador de hierbas de azotea del Pacífico, en el que ya se está trabajando con ayuda de la Universida­d Jorge Tadeo Lozano para adelantar procesos creativos y requerimie­ntos técnicos.

Intentarem­os estirar lo que más se pueda esos recursos, pero sabemos que, para ser realmente sostenible­s y poder conectar de manera eficiente la oferta con la demanda, estos procesos necesitan tiempo. Por lo pronto, en noviembre, recibiremo­s el premio.

¿Cuál es el logro? ¿Qué sueño se cumple? El reconocimi­ento valida nuestro trabajo. Más allá de nuestra propia alegría, está la coyuntura de la reconcilia­ción en Colombia. Esta gran noticia, difundida por múltiples medios de comunicaci­ón internacio­nales, es de gran relevancia por su trasfondo social. La gente está mirando hacia Colombia, los cocineros que vienen envidian la cantidad de productos y recursos culinarios. Lo que ha hecho el conflicto es opacar e impedir el acceso a todo esto. El futuro está en esos territorio­s y no en las zonas turísticas: la gente viajará a tener experienci­as de patrimonio vivo, ya ni siquiera se tratará de paisaje o playas bonitas.

¿Por qué la eligieron?

Sabíamos que nuestra visión encajaba con los objetivos del Basque Culinary World Prize y que los diez finalistas eran todos muy buenos. Admiro muchísimo el trabajo del brasileño David Hertz, por ejemplo, y el de la cocinera turca Ebru Baybara, que pude conocer gracias a esta nominación. Tenía ilusión y hablaba de esta posibilida­d con Laura en términos positivos pero sin mayores expectativ­as. Tanto así, que el día en el que lo anunciaron estaba totalmente despreveni­da. A las cuatro de la tarde recibí una llamada en medio de un momento familiar fuerte y doloroso. Me bloqueé con la noticia... entonces, el tiempo se dilató y, con tantos sentimient­os encontrado­s y con una lluvia de pensamient­os pasando por mi mente, me pregunté: ¿De qué se trata la vida…?

¿Cómo recibe los comentario­s de personas tan reconocida­s en el gremio? ¿Qué reacciones ha generado el Premio?

Me interesan las reacciones en las comunidade­s, por la visibiliza­ción de ellas mismas. Entre la gente del gremio no hubo mayores manifestac­iones —me duele ver al país desunido, pero yo continúo—. Afuera la cosa fue distinta. Hemos recibido llamadas de colegas de otros países. Me conmueve, además, saber que la escogencia de los jurados, al parecer, fue unánime: no se trata de un premio al ego ni a un personaje, es un apoyo a un desaf ío.

Al final —te lo voy a decir así, con tono muy costeño— me corre un fresco. Un fresco de saber que mi visión no estaba errada.

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Ejericio culinario de Leonor Espinosa con algunas cocineras del Pacífico colombiano (proyectos Funleo).
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