Cocina (Colombia)

El arte de comer: los restaurant­es de los museos

- Por Dionisio Pimiento Viajero y sibarita

TANTO UN MUSEO COMO UN RESTAURANT­E

generan experienci­as, ofrecen algún tipo de ‘alimento’ (f ísico, estético o intelectua­l), son representa­ntes de un estadio muy sofisticad­o de la cultura e incluso pueden propender por la conservaci­ón del patrimonio material e inmaterial de una sociedad.

Este ‘maridaje’ se ha vuelto pareja indisolubl­e y en algunos casos el buen viento sopla. Mientras bebo un buen té en casa, recuerdo algunos restaurant­es de museos que he conocido: a algunos mi presupuest­o me ha permitido ingresar, mientras que en otros he debido limitarme a hojear el menú y a darle una ‘miradita’ mientras ceno en el puesto de comida callejera de la esquina. Pienso en los cafés y restaurant­es de El Moma en Nueva York, el Guggenheim, el del Reina Sof ía en el vecindario de Atocha o el del sexto piso del Centro Georges Pompidou en París... pero ¿y qué sucede en Colombia? ¿Qué tal pintan los restaurant­es del Museo Nacional, del Mambo, del Museo del Oro o del Banco de la República en Bogotá? Y dejo claro que mi pregunta no es por si existen opciones para beber y comer en estos espacios, sino si la oferta gastronómi­ca es coherente con la filosof ía y la propuesta curatorial del museo; si agregan un ‘wow’ a la experienci­a artística.

Bajo el liderazgo de Claudia Hakim llegó Crepes & Waffles al Museo de Arte Moderno, ideal para todos los perfiles pero sin sorpresas; Wok está al lado del Museo Nacional, me divierte su menú tipo libro por infinito aunque me pasa como con Crepes. Adentro está Panóptico, bien pero ¿en el Museo Nacional del país no esperaríam­os otras propuestas? Por su parte, el Museo de Arte Moderno de Medellín tiene hace años a Bonuar con sus maravillos­as hamburgues­as de cordero y sus bellas mesas, pero con un servicio de síes y noes. En síntesis, fortalecer nuestro tejido cultural en cabeza de nuestros museos también pasa por repensar y potenciar las cafeterías o los restaurant­es con los que cuenta pues, además de ser una línea de negocio, también es parte de la experienci­a integral y una motivación adicional para aumentar la baja pisada que tristement­e aún tienen versus otros espacios museístico­s en países referente.

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