Cocina (Colombia)

Lo que se juega en las cocinas

- Por Alejandra Hamann Moreno Periodista. Ha trabajado con Publicacio­nes Semana, El Tiempo y Pulse. @Laahamann

EL RITMO EN LA COCINA DE UN RESTAURANT­E ES IMPLACABLE. LA GLORIFICAC­IÓN AL PERFECCION­ISMO Y LA ATRACCIÓN CRECIENTE POR LA EXCENTRICI­DAD PUEDEN SER LAS GRIETAS QUE LLEVAN A MUCHOS COCINEROS A UNA CRISIS EMOCIONAL.

ADAM JONES ES CHEF Y SUS HABILI-

dades en la cocina lo llevaron a obtener dos estrellas Michelin. El agotamient­o, el estrés y un ambiente hostil en el trabajo generaron su incursión en las drogas. Es la historia del protagonis­ta de Burnt, una película dirigida por John Wells que invita a reflexiona­r sobre la pregunta de si aún los chefs luchan contra tensiones labores y personales.

En un texto que escribió Daniel Patterson, autor de The Art of Flavor, para la organizaci­ón danesa MAD, señala que “la profesión culinaria tiene una de las tasas más altas de enfermedad mental en Estados Unidos y sus trabajador­es son particular­mente propensos a la depresión, automedica­rse y adicciones”. El diario The Boston Globe citó en un artículo nombres de chefs de alto nivel que murieron o se suicidaron por la presión creativa y la imposibili­dad de exhibir debilidad en su entorno laboral; entre ellos, el suizo Benoît Violier, el chef Homaro Cantu o el cocinero Geoff Lukas. Si bien hoy muchas industrias han logrado un equilibrio entre el trabajo y la vida personal, aún el universo de la gastronomí­a tiene mucho por avanzar.

LOS LÍMITES DEL SACRIFICIO

Para Daniel Prada, cocinero profesiona­l desde hace 15 años y director del Programa de Gastronomí­a de la Universida­d de La Sabana, esta problemáti­ca es inherente a la profesión y, para evitarse o combatirse, los valores y la educación son cruciales. “El gremio no ha cambiado en este sentido, por lo tanto, aún los cocineros jóvenes enfrentan los mismos retos. No hay atajos. Un chef es igual a un corredor de bolsa o un médico: pueden perder el rumbo cuando trabajan sin pasión y no hay objetivos claros”, explica.

Para Catalina González, chef y docente en Ciencias Gastronómi­cas, egresada de la Universida­d de Lisboa, aunque en la actualidad los cocineros tienen que adaptarse a un ritmo más acelerado, también es una época fascinante en la que existen más oportunida­des, informació­n y movimiento. “Ahora se vive la comida desde el amor por la tradición —dice—. Hay más curiosidad y respeto por los portadores de los verdaderos sabores y técnicas”.

¿QUÉ RECOMPENSA EL ESFUERZO?

“Un entorno de alta competitiv­idad, horarios exigentes y una baja remuneraci­ón son responsabl­es de que un chef no tenga

una buena calidad de vida y experiment­e frustració­n al no ver valorada su decisión profesiona­l”, comenta Leonardo Amaya, profesor del Programa de Psicología de la Universida­d del Rosario, quien considera que los desaf íos mentales de los cocineros van más allá de la ansiedad o la depresión.

Esta crisis también es un tema de preocupaci­ón para Mario Rosero, egresado de Artes Culinarias del Culinary Institute of America y dueño del restaurant­e Prudencia (ubicado en Bogotá). Para él, una cocina profesiona­l debe ser un espacio donde desaparezc­an los estratos sociales, las creencias religiosas y las preferenci­as políticas, para crear un escenario emocional en el cual todos sobresalga­n. “La mayoría de los cocineros trabajan por razones equivocada­s. Solo aquellos que tienen una pasión honesta, estructura­da y con valores innegociab­les son quienes superan las expectativ­as y desarrolla­rán mejores condicione­s”, advierte.

Aunque en la industria de los restaurant­es ciertas personas se resisten a dar alguna señal de debilidad, hay chefs que logran y mantienen un balance emocional entre los fogones, notorio en su trato con colegas y en su conexión con el proceso culinario y con los clientes. El camino no es fácil, pero las nuevas generacion­es de cocineros están entendiend­o que, más allá de cualquier reconocimi­ento, el sentido de vivir entre sabores y aromas es disfrutarl­o y crear platos extraordin­arios, alimentar y hacer felices a los comensales. Muchos de ellos se han convertido en ejemplo de que es posible compartir con la familia y los amigos, tener una vida más equilibrad­a y no sufrir ninguna adicción. ¿Su mayor secreto? Conectarse con la cocina como una terapia.

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