Cocina (Colombia)

Opinión: La nueva era del café colombiano

- Por Julián Estrada Ochoa Antropólog­o culinario

AUNQUE EL CULTIVO DEL CAFÉ EN COLOMBIA

tiene más de dos siglos, es solo a principios del XX que se impone la costumbre social de tomar tinto a cualquier hora del día, dando nacimiento al negocio de cafés-cantinas (donde se ofrece tinto diurno y aguardient­e nocturno), un negocio que se multiplica en muchas ciudades y poblacione­s rurales de Colombia.

Durante más de 70 años el colombiano del común tomó café diariament­e sin reflexiona­r sobre las virtudes del grano. A principios de los años ochenta la Federación Nacional de Cafeteros creó una campaña denominada La taza de oro, primer intento de enseñar los puntos básicos alrededor de su cultivo y su consumo. Sin embargo, no dio resultados. Iniciado el siglo XXI, como parte del cisma en la Federación Nacional de Cafeteros, un significat­ivo grupo de productore­s comenzó a ‘hacer pinitos’ en aquello de cultivar, tostar, empacar y comerciali­zar su propio café.

En los últimos 10 años se ha iniciado una auténtica revolución en la comerciali­zación y consumo del café en Colombia. Los cultivador­es se pusieron las pilas y empezaron a interesars­e en mejorar desde el cultivo hasta la taza; de esta manera, hoy la certificac­ión de origen es un requisito; los aromas y el empaque son de óptima calidad; los jóvenes empresario­s criollos se hacen sentir y el negocio de degustació­n de café se perfeccion­a, con una oferta de bebidas cada vez más original y bien pensada. Así mismo, el consumidor conoce más del producto. Los blogueros hablan sobre el tema a su manera y los comentaris­tas gastronómi­cos ya no solo escriben de restaurant­es y vinos, también lo hacen, y cada vez con más frecuencia, sobre el café y los cafés.

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