Los ingredientes de un secreto
A PARTIR DE UN LLAMADO EN REDES SOCIALES, VARIOS COMENSALES COMPARTEN UN MENÚ SORPRESA CON DESCONOCIDOS: UNA ‘CENA CLANDESTINA’. DOS CHEFS COLOMBIANOS, UNA FRANCESA RADICADA EN MÉXICO Y UNA PERIODISTA CHILENA EXPLICAN, DESDE SU EXPERIENCIA, ESTA TENDENCIA
FUERON DOS DÍAS DE CARRERAS A LA plaza de mercado, de intercambiar consejos, de añadir, a último minuto, una pizca de un ingrediente inesperado. Fueron dos días en los que cinco chefs desataron al máximo su imaginación. El esfuerzo no era en vano: 40 personas, quienes no se conocían entre sí, iban a acudir a una cena a la casa de uno de ellos, David Orozco. ¿Les va a gustar el menú? ¿Va a funcionar? Preguntas que siempre vuelan en el aire incluso con la suerte ya echada.
Los comensales llegaron a la hora señalada en la cita difundida por Instagram. Una bebida iba, un plato venía, mientras se rompía el hielo y se originaba una charla agradable, entretenida, espontánea, de esas en las que el tiempo, simplemente, se congela. “Este momento, mágico, marcó el inicio de algo muy bonito”, recuerda David, emocionado.
Este es solo uno de varios proyectos gastronómicos que en Colombia se han involucrado en el mundo de las ‘cenas clandestinas,’ una tendencia presente en ciudades como París, Roma, Barcelona, Nueva York, y también en América Latina.
En el caso colombiano, puede interpretarse como una alternativa de viabilidad económica adoptada por algunos cocineros que están montando su propio restaurante, un proceso que no es nada sencillo. Al fin y al cabo, el posicionamiento de una marca ante un público exigente no es cuestión de pocos días mientras que, además, se deben pagar servicios, arriendo y personal.
“Muchos buscan este espacio para conseguir la base económica de su propio restaurante”, dice el chef Juan David Gracia. Él ve las ‘cenas clandestinas’ como una posibilidad de probar con nuevos ingredientes y técnicas: como una oportunidad de innovación. Eso sí, no lo ve como una alternativa, por sí sola, sostenible, pues no hay duda de que la mayoría del público prefiere el formato tradicional del restaurante.
Sin embargo, la economía no es el único factor que explica este fenómeno, en el cual no solo se han involucrado chefs. También lo han hecho personas apasionadas por la cocina, quienes, a lo largo de los años, han adquirido experiencia cocinando para sus familiares y amigos.
Este es el caso de Jorge Iván Castro, que, tras 25 años dedicados al periodismo, decidió saldar sus cuentas con esta pasión estudiando Gastronomía en República Dominicana e inaugurando, el 20 de enero de 2015, Castro Cocina, en Chapinero. De esta manera, arrancó con una tendencia que, indica, surgió en París hace unos 20 años, ideada por unos chefs jóvenes quienes buscaban exhibir su trabajo de una forma más económica.
Al margen de los números, Jorge Iván piensa que este formato es una respuesta a la necesidad de algunos comensales de encontrar experiencias diferentes, originales, inolvidables. En particular, conocer la historia de los ingredientes, su procedencia, y de ver —paso a paso— cómo se preparan y quedan listos. También, de compartirlo en un ambiente íntimo con personas que uno puede no conocer pero que comparten ese gusto por la buena comida.
Desde México, Sandie Hamon, francesa, esposa del chef Gerardo Aguilar, comparte la opinión de Jorge. Cree que el principal atractivo de esta tendencia consiste en jugar la carta del misterio, de la sorpresa, del secreto, la cual nunca deja de ser atractiva, mucho menos en una época en la que todo, incluso las cartas de los restaurantes, ya se conoce de antemano, gracias al Internet.
Por tal motivo, cuenta emocionada que The Hidden Kitchen, su proyecto, ha ofrecido ‘cenas clandestinas’ no solo en el jardín o la terraza de una casa, según lo habitual, sino también en lugares poco convencionales como galerías de arte e incluso en las instalaciones de una fábrica abandonada.
Desde Chile, entre tanto, la periodista Soledad Hormazábal ve un fenómeno que continúa al alza: sin ir más lejos, la plataforma Eatout.cl, que ella creó en junio de 2017, cuenta ahora con una comunidad de 1.600 usuarios interesados en conocer la oferta y la programación semanal de estos espacios en ese país.
“La idea es relacionarse con experiencias más allá de pagar por un servicio. Esa también es una forma de acercarse a una cultura”, concluye.