Cocina (Colombia)

ESCUELA CULINARIA

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Simple felicidad Recetas

LA COMIDA ES SINÓNIMO DE AMOR Y BIENESTAR. ELEVA LOS SENTIDOS, ESTIMULA LAS HORMONAS DEL PLACER Y EL BUEN HUMOR,Y ES LA MEJOR EXCUSA PARA REUNIRSE CON OTROS. ASÍ LO DEMUESTRA, MÁS ALLÁ DE LOS ESTUDIOS, LA EXPERIENCI­A.

COMER ES DELICIOSO. SIEMPRE LO SERÁ. MÁS

allá del plato en sí que, al fin y al cabo, se acabará en minutos o del momento que tal vez se extienda, pero no mucho más, es el recuerdo lo que perdura. Muchos son sabores eternos.

Porque en la cocina todo tiene un sentido. Cuando se calcula la cantidad de vegetales para una ensalada, se observan y se huelen las fresas, los duraznos, la piña, el maracuyá o cualquier fruta para comérsela tan fresca como es o usarla en un postre suculento; cuando la voz de la experienci­a escoge el mejor corte de carne para un asado amenizado con quesos y vino; cuando se prepara un arroz o una pasta con igual ciencia que cariño, o se planea un menú para agradecer, enamorar, celebrar y continuar.

El espacio se hace cálido con el calor de los fogones y el juego de resolver cómo ingredient­es tan disímiles en forma, textura, color y origen se armonizan en una lógica que huele y, ante todo, sabe bien. Una lógica motivada por el cariño en sus múltiples formas, desarrolla­da por la creativida­d y la habilidad, y sencillame­nte posible gracias a nuestra sensibilid­ad.

Los sentidos son cruciales. El aroma, el sabor, el tacto, la vista, activados por un alimento, despiertan la amígdala cerebral, el hogar de los recuerdos. Así, como el olor a lápices y borradores segurament­e hace recordar la época del colegio, el de la guayaba puede evocar la infancia si en la casa era una fiel tradición hacer jalea o confituras. O cualquier otra receta indeleble.

Esta actividad de los sentidos se potencia con la compañía. Un estudio llevado a cabo por la firma Lightspeed GMI, referencia­do por la revista Brides, encontró que 87 por ciento de 1.000 personas encuestada­s en Estados Unidos (mayores de 18 años) cree que cocinar es una de las actividade­s más importante­s y prioritari­as para fortalecer la relación de una pareja, por ser un espacio que promueve y estimula tanto la comunicaci­ón como el entendimie­nto.

El aspecto familiar no se queda atrás. Un estudio realizado por la Universida­d de Columbia, citado por el diario La Vanguardia de España, determinó que los adolescent­es que no cenan con frecuencia junto a sus padres son más propensos a consumir tabaco, alcohol y drogas. Joseph Califano, director de la agencia universita­ria que lideró la investigac­ión, afirma que “si pudiera agitar una varita mágica para convencer a la gente sobre los problemas de adicción, me aseguraría que cada niño tuviera una cena en familia al menos cinco veces por semana”.

No en vano, la palabra ‘compañero’ se deriva del latín ‘cumpanis‘. ‘Cum’ significa ‘con’ y ‘panis’ ‘pan,’ lo que puede interpreta­rse como “aquel con el que comparto o como el mismo pan”.

La base de todo esto es la química de los ingredient­es. En numerosas ocasiones son sus propios componente­s los que inducen la felicidad, o bien, un mejor estado de ánimo. Es el caso del triptófano, un aminoácido que no es producido naturalmen­te por el organismo. Es necesario consumirlo para que pueda potenciar y estimular la actividad de la serotonina y las endorfinas, las hormonas que mejoran el humor.

Y no son pocos los alimentos que aportan triptófano: la carne y los huevos, la levadura de cerveza, verduras como las habichuela­s, las arvejas o el brócoli, o frutas como la naranja, la mandarina y el limón. También el maní. Es bueno saber que dicho aminoácido se asimila mejor con el complement­o de los carbohidra­tos: papas, arroz, pan...

El chocolate, recurrente­mente asociado con el amor, merece un capítulo especial. Entre otras propiedade­s, los antioxidan­tes del chocolate oscuro reducen la presión sanguínea y optimizan la circulació­n. Una investigac­ión

liderada por la American Chemical Society, mencionada en la revista Health, encontró que el consumo de 42,5243 gramos de chocolate oscuro, a diario por dos semanas, fue capaz de reducir la actividad de hormonas del estrés en personas que sufren este problema.

Ni hablar del café. Un estudio de JAMA Internal Medicine concluyó que las mujeres que toman dos o tres tazas de café al día logran reducir, en un 15 por ciento, la probabilid­ad de sufrir depresión en un plazo de 10 años.

El pescado no se queda atrás. En un artículo publicado por la revista Esquire, el chef Jozef Youssef, editor asociado de la Revista Internacio­nal de Gastronomí­a y Ciencia de Alimentos junto a Uber Eats, asegura que el Omega 3 presente en el salmón o la caballa beneficia la actividad cerebral y se puede relacionar con la reducción de la depresión. Esto también aplica para el caso de las nueces y el tofu.

Otro buen ejemplo es la fresa. Es rica fuente de vitamina C, con funciones antioxidan­tes —que ayudan a prevenir el envejecimi­ento—. También se ‘jacta’ de su ácido fólico, el cual equilibra la química del cerebro, produciend­o placer y bienestar.

En suma, “en el sentido simbólico y metafórico de la palabra, la comida es un regalo del cielo. Es deliciosa. Es placentera. Nos hace sentir bien. Comer algo nutritivo, preparar algo saludable, alimentar a otros, celebrar con otros. Si eso no es amor, entonces ¿qué es?”, escribió alguna vez Marc David, fundador del Institute for the Psychology of Eating.

Porque todos los procesos de la cocina —la elección de los ingredient­es, la preparació­n, el servir, el buen comer— se convierten, al final, en una oportunida­d para ser felices. Y ese tren no se puede dejar pasar. En medio de estos ires y venires cada segundo en el mundo alguien trae entre manos un nuevo plato, una nueva complicida­d culinaria y una experienci­a que, en muchos casos, nunca dice ‘adiós.’

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La palabra ‘compañero’ se deriva del latín ‘cumpanis‘. ‘Cum’ significa ‘con’ y ‘panis’ ‘pan’, lo que puede interpreta­rse como “aquel con el que comparto o como el mismo pan”.
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