VINOS & LICORES
EN LOS AÑOS OCHENTA, EN COLOMBIA NO EXISTÍA UNA OFERTA DE VINOS AMPLIA Y POR LAS GÓNDOLAS DE LOS SUPERMERCADOS SE VEÍAN POCAS BOTELLAS. HOY SOPLAN OTROS VIENTOS.
El furor del vino rosado
HACE UNOS AÑOS SE PENSABA QUE EL TINTO ERA
mejor que el blanco y entre los mitos que se han venido derribando en el mundo del vino, también se tenía al rosado como un producto ‘dulce,’ de baja calidad, llegando incluso a decirse que no era vino. Como parte de las nuevas tendencias de consumo y una mayor comprensión de la naturaleza de cada vino, los rosados están hoy en boga y son percibidos como una propuesta enológica propia, que amplía la gama en tonalidades y sabores.
Los rosados hacen parte de la propuesta de las muchas viñas de países productores y es usual que uno o dos estén en sus portafolios, bien sea que reflejen las características de su uva ícono o logren una mayor aceptación. Algunos prefieren los rosé tipo Provance, muy ligeros, poco teñidos. Chile, Argentina y Uruguay comúnmente ofrecen vinos rosados profundos, intensos, de más horas de maceración. Sin embargo, estos lugares también pueden ofrecer ese estilo clásico y tenue del sur de Francia. Estados Unidos tiene de unos y de otros pero ha desarrollado bien los llamados blush, conocidos como White Zinfandel (de la uva tinta Zinfandel). Se denominan ‘white’ por la forma en que se elaboran.
En cualquier caso, la decisión oscila entre la elegancia del piel de cebolla, el seductor cobrizo y el vibrante fucsia.
Por otro lado, que su color no genere confusiones: rosado no es sinónimo de vino dulce, aunque los hay. Pero, si es el caso, así lo indica la etiqueta. Por el contrario, lo que podemos esperar en los vinos rosados es que sean frescos, ácidos, con notas frutales y también florales. Pensados desde el viñedo, son fruto de un trabajo mancomunado entre el enólogo y el ingeniero agrónomo, en un esmero por complacer cada vez a más paladares alrededor del mundo. Es así como la recolección de la uva, que para el rosado es tinta, suele realizarse con antelación a aquella uva que irá destinada para hacer vinos tintos en su plena potencia de color.
Esto, con el fin de garantizar acidez y la tan anhelada frescura que, junto con su atractivo color, convierten a los rosé en un bien orientado comodín de consumo.
Su color tampoco debe hacernos pensar que es un vino para ser consumido exclusivamente por mujeres en showers. Esta etiqueta simple ha hecho que subestimemos un vino de gran valor. Si bien acompaña de maravilla canapés ligeros, puede acompañar perfectamente una pasta a la carbonara o un pappardelle al teléfono. Va muy bien con la amplia variedad de pizzas o con sushi; y con pescados blancos o salmón ahumado y a la plancha (para el salmón y en general para los pescados azules, también se recomienda un tinto ligero).
Explorando la cocina colombiana, puede acompañar muy bien fritos como los aborrajados, por los toques dulces del plátano maduro. Así mismo las marranitas del Valle de Cauca, o un pescado frito y un viudo de capaz. Irá muy bien con arepa de chócolo y costillitas con salsa de tamarindo.
Puede incluso pensarse en el clima como criterio de selección, más allá de las propuestas gastronómicas, porque, debido a su frescura, características de sabor y temperatura de consumo, entre 9 °C y 12 °C, se constituye en el compañero ideal para los planes de piscina, además del juego de color que hace con un atardecer.
Sin duda, el vino rosado se legitima como un buen ejemplo para hablar de la armonización ocasional, la que se hace entre bebida y situación. En estos tiempos de celebración del cariño, que sea la ocasión para sugerir un espumante rosé en las copas de una cena romántica. Combina con las rosas, el ceviche de camarones y el salmón. Las burbujas de un espumante rosé, además de elegantes, saben a puro amor.