BLUYINEADA
“El roce de las áreas perineales con la mediación de textiles ayineados” es la forma técnica en que un periodista definió esta acción. Es lo más científico que se puede obtener al respecto y no se necesita un doctorado para saber que cuando las “áreas perineales” se restriegan unas con otras mientras se baila reguetón o en medio de una “rumbeada” que se ha salido de control, algo, seguramente, se va a estimular.
La bluyineada (o como se escriba) es un acto no del todo juvenil y no del todo inocente. Cuando la gente habla sobre esto lo hace en pasado, como si lo hubieran dejado atrás junto con sus años de adolescencia y su virginidad. Pero hay hombres y mujeres que todavía disfrutan de este roce: “Amo cuando un hombre lo hace”, escribió una mujer en un foro de Reddit dedicado a este tema. “Creo que es una gran técnica de provocación y lo interpreto como una manera involuntaria de decir que le parezco atractiva”. Otros hombres han encontrado situaciones más apremiantes para usar esta técnica: “Aparte de hacerlo cuando era adolescente, lo hemos hecho con mi esposa varias veces desde que dio a luz, ¡no puede haber penetración por semanas!”, dice alguien. “Se siente genial. Creo que nos habríamos vuelto locos sin poder hacer algo”.
Ciertas personas dicen que solo debería ser una táctica de juego previo (de hecho es un arte saber cuándo es suficiente antes de pasar al siguiente nivel), porque la bluyineada también se utiliza bastante como un tease, una provocación del momento. Al final, mientras existan canciones que se puedan bailar sensualmente y rincones oscuros en las discotecas, el bluyineo seguirá siendo una realidad que cruza todas las generaciones.
Desde esta columna apoyamos el bluyineo: cuando ambas partes saben en lo que se están metiendo –o, más bien, lo que no se están metiendo–, es una práctica libre de riesgos. Solo encontramos un par de fallas técnicas: “En las ocasiones en las que mi pene miraba hacia abajo en lugar de arriba, eran 30 segundos de ajuste incómodo”, dijo alguien; y otra persona expresó que el problema que más recuerda era “tener que lidiar con una posible y desagradable mancha”.
Pero para eso se inventaron los jeans negros.