EL HOMBRE DE LA CASA DE LAS FLORES
MANO LO CARO SIGUIÓ UNA RECETA DE DÉCADAS PARA CREAR LA SERIE MÁS VISTA DE NETFLIX EN LOS ÚLTIMOS MESES.
Varias generaciones crecieron con telenovelas. En Colombia la gente hablaba de Café, por ejemplo, y en México, de María la del barrio. Pero desde hace algunos años, los formatos cambiaron y con las series y la televisión por internet el público dejó de creer en los finales felices.
Esto no le importó a Manolo Caro. Él siempre quiso contar historias inspiradas en los melodramas novelescos con los que muchos crecieron en México y Colombia. Nació en Guadalajara, fue director antes de los 25 años –cuando todavía estaba en la universidad– y ha sido guionista y productor de varias series y películas. Cuando estudió en Madrid compartió clases con Margarita Rosa de Francisco y Javier Bardem y estar entre los mejores lo hizo darse cuenta de que lo suyo era algo más grande, entonces llenó los cines mexicanos con sus películas, No sé si cortarme las venas o dejármelas largas, Elvira te daría mi vida pero la estoy usando y La vida inmoral del apareja ideal.
Siempre quiso hacer televisión y cuando dejó de intentarlo Netflix lo buscó para reinventar los drama s tele novelescos: ahí nació La casa de las flores, una serie que caricaturiza ala clase alta mexicana y su doble moral en temas como el consumo de drogas, la infidelidad, la orientación sexual y el racismo. “La historia se basa en el empoderamiento femenino, pero tiene toda la diversidad de la sociedad actual”, dice él. “Soy un gran admirador de todo el melodrama de los años ochenta y noventa que llevó a México a ser lo que es hoy en día. No hay que tenerle miedo al melodrama, solo hay que saber adaptarnos a la audiencia que está cambiando. Podemos hacer melodrama y tocar temas actuales con los que todos nos identifiquemos”.
A sus 33 años, es el niño genio de las novelas. Y aunque creció viendo la televisión de su país, también es de la generación de Betty la fea –por eso dice que admira a Fernando Gaitán– y Yo amo a Paquita-Gallego. Al fin y al cabo, en materia de dramas televisivos, parece no haber fronteras entre México y Colombia.