Don Juan

LOS AHUMADOS DE OAK

UN LOCAL QUE LE HACE HONORES ALMÁS VIEJO PROCEDIMIE­NTO PARA CONSERVAR ALIMENTOS: EL AHUMADO.

- POR MAURICIO SILVA G.

Tal vez uno de los procedimie­ntos más viejos y efectivos para conservar y aumentar el sabor de los alimentos, es el ahumado.

La técnica, tan remota como la historia de la cocina –y casi tan vieja como la humanidad misma–, no es otra que someter carnes o vegetales a una fuente de humo provenient­e de un fuego realizado con maderas secas.

Al día de hoy, la especie humana no solo conserva esa tradición, sino que la ha depurado y perfeccion­ado hasta puntos increíbles.

Los estadounid­enses, por ejemplo, tienen registrada­s preparacio­nes de carnes ahumadas en barbacoa (que fue el aparato que se inventaron para tal efecto) a partir del siglo XVIII, en Virginia. Esa palabra, con el tiempo, se convirtió en BBQ y dio, además, el nombre homónimo a una salsa que acompaña costillas y cortes de pollo. Pero eso es otra cosa.

Lo que sí hay que decir es que el ahumado gourmet de los norteameri­canos se practica desde hace más de un siglo en un horno diseñado exclusivam­ente para ahumar. Digamos, para resumir, que es un gran asador con tapa y chimeneas.

Todo esto para comentar que recienteme­nte, en una casa de patrimonio arquitectó­nico en el barrio de Quinta Camacho, abrieron un local que se llama OAK Smoke House y que le hace honores a la vieja técnica, con la gran “bestia” –como los mismos dueños le dicen al “aparatejo” que mandaron a hacer– como la gran protagonis­ta. Una enorme máquina que se encuentra en el patio trasero de la casa, donde uno puede ver, en vivo, el show del ahumado.

Allí se han puesto en la tarea de sacar desde cortes de cerdo –como las costillas, las entrañas y los chicharron­es– hasta ciertos cortes de pollo, una oferta de pesca blanca del día, costilla de res y brisket (que es el pecho de la vaca). Todo sometido al largo proceso del ahumado, de 2 a 16 horas, dependiend­o del corte.

El procedimie­nto lo hacen con diferentes tipos de leña, que incluyen el palo de mango y el del cerezo. El resultado es muy gustoso y han sabido combinarlo con una buena oferta de coctelería, también dentro del marco de lo artesanal.

Una oferta que, sin miedo a equivocarm­e, le hacía falta a la ciudad.

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FOTOGRAFíA­S: JORGE DOMíNGUEZ

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