EL PODER DE LA EDUCACION NO ES SOLO CUESTIÓN DE PROFES
Es necesario integrar la voz de los docentes, sector privado, Gobierno, familias y jóvenes. De lo contrario será una conversación incompleta.
Que la educación es importante no es nada nuevo. Las organizaciones no gubernamentales, los Gobiernos y las campañas políticas repiten la fórmula de que esta es fundamental para el desarrollo. Y quizás por eso se vuelva para muchos un lugar común. ¿Para qué hablar más de la educación, si ya todo el mundo sabe que es importante? Este es un campo dinámico, cambiante, interdisciplinario y que está presente en cada etapa de la vida de una persona. En el caso particular colombiano, nunca había sido más relevante hablar de este tema. El país se adentra en un nuevo momento después del acuerdo de paz que exigirá repensar cómo llevar el desarrollo y la reconciliación a las zonas más alejadas y golpeadas por la guerra. Aquí la educación cumple un papel fundamental. En Irlanda del Norte, por ejemplo, la reconciliación no hubiera sido posible sin la integración de las escuelas católicas y protestantes, y la inclusión en el currículo de cursos de Educación para el Entendimiento Mutuo. La sostenibilidad de lo que queda consignado en los acuerdos de paz depende en gran medida de la formación de ciudadanos tolerantes y resilientes con oportunidades para el futuro y capacidad de perdonar. Pero, más allá de la coyuntura política del país, el sector educativo pasa por una situación de vital relevancia. El presupuesto no es suficiente. El año pasado concluyó el periodo de transición del decreto que reglamentaba el incremento anual del Sistema General de Participaciones (SGP) en tres puntos porcentuales. Ahora, el sistema que transfiere recursos a las entidades territoriales para que estas financien los servicios de educación preescolar, primaria, secundaria y media, deberá ser reformado si se quiere mantener el crecimiento de la inversión en el sector. ENFOCAR MEJOR LOS RECURSOS En 2001 se creó el SGP con la idea de profundizar la descentralización promulgada en la Constitución de 1991 y darle un respiro a la delicada situación fiscal que pasaba el país, al impulsar un régimen transitorio de incremento progresivo de los fondos a repartir. Pero la descentralización promulgada por la ley ha sido insuficiente y mal manejada. De un lado, las entidades territoriales cada vez administran una parte más pequeña de los recursos del sector; como recoge Luis Piñeros, consultor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el gasto directo del Ministerio de Educación Nacional (MEN) pasó de 8,8 % del total del sector en 2005 a 16,9 % diez años más tarde, en una suerte de ‘recentralización’ del sistema. Pero por otra parte, lo que se ha repartido no ha sido bien manejado. Los escándalos de corrupción, particularmente en el rubro de salud, han sido repetitivos. Según el Ministerio de Hacienda, entre el 2009 y el 2016 se detectaron 96 irregularidades en el uso de estos recursos. Además, cuando se formuló el SGP, el panorama educativo era claramente diferente. La intención entonces fue priorizar la cobertura con una serie de incentivos para aumentar la matrícula, en detrimento de otros aspectos, como la calidad, donde la inversión ha sido mínima. En 2016, los costos de personal concentraron
el 84 % del SGP, mientras que los recursos de calidad solo fueron el 7 %. A pesar de este enfoque, el SGP no ha logrado grandes avances en la cobertura. Como indicó el balance de la Contraloría sobre los 16 años del SGP, “en relación con la matrícula total entre 2008 y 2015, se evidenció un decrecimiento de 1’317.288 estudiantes en el sector oficial”. En parte, eso podría deberse a que la pirámide poblacional se ha invertido, pues los colombianos tienen cada vez menos niños. Sin embargo, el hecho de que Colombia casi haya llegado a universalizar la básica, pero los resultados en las pruebas internacionales, como la prueba Pisa, sigan siendo malos, indica una realidad innegable: no basta con cobertura. Esto no quiere decir que no hay que seguir haciendo grandes esfuerzos para llevar la educación a más niños. Pero sí indica que si queremos mejorar los resultados de la educación colombiana, es necesario replantear el enfoque; también es importante mejorar la calidad. Una eventual reforma del SGP tiene que tener en cuenta eso. Además, las cifras de cobertura ocultan el problema de la sobrepoblación escolar, que tiene efectos negativos sobre la calidad del aprendizaje. En el país hacen falta más escuelas en los departamentos más poblados: Antioquia, Valle del Cauca, Atlántico y Bogotá. Según el Conpes de 2015, se tendría que construir 25.776 colegios más en menos de un año para cumplir la meta del cuatrienio. En un diálogo que incluya al Gobierno, expertos, profesores, empresarios y sociedad civil sobre los aspectos claves en los que debe enfocarse la educación nacional para producir a los colombianos prósperos del futuro, la financiación debe ser una parte principal. Pero, como dice Piñeros, no es solo la financiación por sí sola, sino pensar en qué destinar los recursos. Si el país quiere mejorar su calidad educativa, y volverse el más educado de América Latina, tiene que pensar en otros aspectos claves para lograr un sistema educativo articulado y efectivo. PRIMERA INFANCIA Si el país aspira a mejorar sus resultados en educación, tiene que prestarle mucha más atención a la primera infancia. La consolidación de De Cero a Siempre como política de Estado ya es un paso gigantesco. Con este programa, Colombia fue pionera en toda América Latina en una estrategia de atención integral a esta población. Pero todavía falta mucho camino por andar. En el país solo desde el 2011 se estableció una política nacional de atención a la primera infancia, lo cual ya dice mucho del rezago en esta materia. De los 5,2 millones de niños menores de cinco años solo el 24 % recibe atención integral. Peor aún: el 56 % de estos viven en condiciones de pobreza y 23 % en pobreza extrema. En esta etapa de la vida la educación marca la diferencia. “Desde una perspectiva neurobiológica, el desarrollo socioemocional, psicoafectivo y cognitivo se determina con mayor contundencia desde la concepción hasta los primeros años de vida”, dice Angélica Ponguta, investigadora colombiana asociada a la Universidad de Yale. Se calcula que por cada dólar invertido en atención temprana de
la niñez, hay un retorno de entre 6 y 17 dólares a largo plazo. Particularmente en el escenario del posacuerdo, es fundamental atender a los niños víctimas del conflicto desde una perspectiva integral que los ayude a superar traumas y desarrollar sus competencias socioemocionales. COMPETENCIAS PARA EL SIGLO XXI Cada vez es más evidente que la educación no se puede limitar a las enseñanzas clásicas del sistema tradicional. También es importante empezar a fomentar las competencias para el siglo XXI desde temprana edad. Estas incluyen un diverso número de habilidades, entre cognitivas y socioafectivas que trascienden los saberes puntuales de un oficio, como la comunicación, la adaptabilidad, la persistencia, la lecto-escritura, la educación financiera y cívica, entre otras. Estas competencias repercuten en el bienestar de la sociedad. Los fracasos y los desafíos personales son inevitables; mejor que los niños aprendan a superarlos desde temprano. Como dice Alejandro Adler, director de Educación Internacional del Centro de Psicología Positiva de la Universidad de Pensilvania, “es esencial que la resiliencia se enseñe con la misma seriedad que la que se le da a las matemáticas en los colegios. Nuestros estudios han encontrado que cuando a las personas se les enseña cómo volverse más resilientes, una proporción mayor de la gente que sufre un trauma logra capitalizar su experiencia y crecer a partir de ella”. Por otro lado, esto los prepara mejor para un mundo que avanza a un ritmo desenfrenado. El Foro Económico Mundial estima que el 65 % de los niños que están entrando hoy al sistema educativo trabajarán en oficios que no existen. ¿Cómo prepararse para esto? Los expertos señalan que lo más importante es desarrollar habilidades individuales que les permitan a los profesionales del futuro adaptarse a casi cualquier ambiente laboral. Por eso las empresas buscan cada vez más profesionales con la capacidad de trabajar en equipo, líderes, creativos, de pensamiento crítico, y con competencias computacionales, que se pueden adaptar fácilmente a las cambiantes necesidades del mercado.
FORMACIÓN DOCENTE
Para mejorar la calidad de la educación de los estudiantes es importante mejorar el nivel educativo de los docentes. Con la reforma de las licenciaturas del 2015, que entró a operar plenamente este año, se dio un ‘revolcón’ a la formación de docentes. Ahora estos programas que forman a los maestros deben estar certificados con alta calidad para operar. Esto surgió como una reacción al problema de la baja calidad de los que se educan para ser profesores en relación con los otros profesionales: según un estudio de los investigadores Darío Maldonado, Catherine Rodríguez y Felipe Barrera sobre calidad educativa para el Departamento de Planeación Nacional, quienes ingresan a programas de licenciatura tienen los peores resultados del Saber 11. En concordancia, los licenciados egresados sacan en promedio 142 puntos en las pruebas Saber Pro, muy por debajo de los demás profesionales. La reforma pretende mejorar la calidad de estos programas. Pero todavía queda mucho por discutir sobre este asunto. En especial, es importante revisar lo que sucede en las zonas rurales, donde la mayoría de docentes ni siquiera son licenciados. De los profesores de primaria cobijados con el decreto 1979, el 29,87 % no tiene título universitario en las áreas urbanas, mientras en el campo esa proporción asciende a 41,66 %. En esas zonas, la mayoría de maestros son normalistas, los cuales quedaron por fuera de la reforma y se les exige otras condiciones de calidad. El problema es que estos tienen pocas opciones para continuar su formación en las zonas donde viven, lo que repercute sobre la ya pronunciada brecha entre lo urbano y lo rural.
ARTICULACIÓN CON LA MEDIA
De los 489.370 graduados de bachillerato en 2014, solo 183.259, el 37 %, se vincularon a la educación superior, según cifras del MEN. Y esta relación empeora en las zonas rurales, donde solo 22,2 % de los bachilleres continuaron su educación. ¿Cómo facilitar la transición del colegio a la universidad? En el país algunas instituciones como el Sena, la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y el Instituto Tecnológico de Antioquia han avanzado en la creación de alianzas con instituciones de educación media para implementar cursos tecnológicos en grado 10 y 11. Algo similar hace la Universidad Javeriana, que recibe a estudiantes de último grado del Gimnasio Moderno para que tomen algunas clases de primer semestre. Pero estos son casos aislados. Hace falta una política estructural que facilite la vinculación del colegio a la universidad en todo el sistema educativo nacional. Y para eso, también, es fundamental solidificar la educación técnica y tecnológica desde el colegio.
FORTALECER LA EDUCACIÓN PARA EL TRABAJO
En el país existe la idea de que las carreras de educación media son de menor calidad. En este sentido, el país tiene el reto de entender que la educación técnica no es mala; solo es una opción de vida diferente. “Entrar a la universidad requiere una disciplina más importante y una aptitud para la academia que tal vez a algunos estudiantes no les interesa. No significa que sea mejor o peor; es solo diferente. Es otro tipo de talento que busca ocupaciones más aplicadas, dinámicas, y de resultados”, dice Juliana Guaqueta, especialista de educación del Banco Mundial. El desajuste radica en que no hay involucramiento del sector productivo en el sistema educativo. Para esta experta, los empresarios tienen que sentir la formación del personal como su responsabilidad, crear vínculos con la academia, establecer puentes a la empleabilidad y retroalimentar a las instituciones educativas sobre sus necesidades laborales.
UN SISTEMA DIALOGANTE
Hablar de educación implica tener en cuenta múltiples facetas que requieren atención simultánea. Cuando no hay una educación en la primera infancia, los niños entran con rezagos al sistema educativo. Sin una conexión entre el colegio y el trabajo, que garantice la realización del proyecto de vida de los estudiantes y el desarrollo de sus capacidades laborales, los esfuerzos realizados en educación básica nunca se verán reflejados en el sector productivo. En resumen, es necesaria la articulación entre las diferentes etapas de formación a lo largo de la vida para lograr un empujón que transforme significativamente la economía del país y el bienestar de las personas. No en vano, el Plan Decenal de Educación 2016-2026 propone un enfoque donde la calidad educativa “solo es posible si desarrollamos simultánea e integralmente las dimensiones cognitiva, afectiva, social, comunicativa y práctica de los colombianos y de la sociedad como un todo”. Por otro lado, son varios sectores del Gobierno y de la sociedad que deben confluir para lograr un cambio significativo; no se trata solo de educadores y los órganos administradores del sector. La charla sobre el futuro de la educación está incompleta sin el sector privado, los diferentes estamentos del Gobierno, los padres de familia, los maestros y los jóvenes.