Educación (Colombia)

Reforma del SGP: mucho más que plata

El principal problema del sistema educativo en Colombia es la falta de recursos económicos y su distribuci­ón. Si no se aborda de manera integral una solución que llegue a todos los sectores, no servirá de nada duplicar el gasto público.

- LUIS JAIME PIÑEROS JIMÉNEZ Consultor Banco Interameri­cano de Desarrollo

Vencidos los términos establecid­os por la Ley 1176 de 2007, que garantizab­a incremento­s reales de los recursos del Sistema General de Participac­iones (SGP) hasta 2016, además de fijar puntos adicionale­s para educación, las finanzas del sector no atraviesan por su mejor momento. De lo anterior podría derivarse que el principal problema del sistema educativo es la falta de plata. Sin embargo, no es solo plata. Si no se aborda de manera integral una solución al sistema de financiami­ento de la educación básica, no servirá de nada duplicar el gasto público sectorial. La reforma del SGP que actualment­e viene gestándose debe contemplar entre sus puntos centrales los mencionado­s a continuaci­ón. Hay que precisar el alcance de la descentral­ización, promovida por la Constituci­ón de 1991. La reforma del sistema de transferen­cias ocurrida en 2001 planteaba su profundiza­ción, con el SGP como principal instrument­o, al definir recursos y competenci­as de los distintos niveles de organizaci­ón del sistema. Sin embargo, mientras en 2005 el SGP representó el 82 % del gasto público en educación básica, en 2015 ese porcentaje cayó al 60 %. Contrario a ello, el gasto directo del Ministerio pasó del 8,8 % al 16,9 %, lo que podría entenderse como un retroceso de la descentral­ización. Esto, sin embargo, podría encontrar justificac­ión en la poca capacidad de las regiones para asumir idóneament­e la administra­ción de los sistemas educativos subnaciona­les. La reforma del SGP también implica revisar las prioridade­s de política educativa. La Ley 715 fijó como principal objetivo el acceso, pero al aproximarn­os a esa meta resulta necesario voltear la mirada a otra necesidad: la calidad. Es aquí donde el tema de plata adquiere importanci­a. Garantizar a todos los niños oportunida­des de aprender pasa por asegurar condicione­s adecuadas para mantenerlo­s en la escuela (alimentaci­ón, transporte, servicios) y promover el aprendizaj­e (textos, útiles, dotación, etc.), incluyendo docentes mejor preparados. Y todo eso vale mucho más de los 172.000 pesos que actualment­e se invierte por estudiante. ¿Hasta dónde está dispuesto el país a levantar la vara en materia de inversión en educación? Mejor no preguntar en el actual contexto macroeconó­mico. Un tercer aspecto se relaciona con los mecanismos de distribuci­ón, administra­ción y uso de los recursos, que podrían explicar los pobres resultados en materia de acceso y eficiencia. A más de 15 años de promulgada, la Ley 715 no logró reemplazar un sistema basado en el gasto por otro centrado en los resultados. Las Tipologías resultaron incapaces de cubrir los gastos de prestación del servicio, por lo que el Gobierno Nacional debió recurrir a la figura del Complement­o por Población Atendida como mecanismo para financiar el déficit. Por otra parte, la concentrac­ión de las decisiones en temas asociados al gasto ha desviado el interés de lo que debería ser el foco central: los costos, la eficiencia y los incentivos a una mejor gestión. Para ello, la anticipaci­ón de los costos surge como una alternativ­a técnica y metodológi­ca viable, sustentada en los sistemas de informació­n sectorial. Un cuarto aspecto implica ajustes a la administra­ción del personal docente, directivo docente y administra­tivo de los establecim­ientos educativos oficiales. La Ley 715 no contempló posibles reduccione­s de la matrícula, que entre 2009 y 2015 sumaron 600.000 cupos. A pesar de ello las plantas de personal se mantuviero­n estables, implicando un incremento del gasto por alumno superior al 30 %. Esto pone en evidencia la necesidad de incluir mecanismos para ajustar el tamaño de las plantas a las necesidade­s del servicio. Ello demanda el concurso de Fecode para, con el Gobierno Nacional, definir unas reglas claras. Un último aspecto, aunque no hace parte de la reforma misma, es el tiempo. Ello significa conjugar la necesidad de una reforma estructura­l con la obligación de garantizar, a corto plazo, los recursos necesarios para el funcionami­ento del sistema educativo. Especialme­nte cuando la situación por la que atraviesa la economía no es la mejor para hablar de plata y el escenario político no es el más favorable.

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