Educación (Colombia)

ARLIS MONTILLA

UNA NUEVA GENERACIÓN

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El profesor de producción agropecuar­ia, Arlis Montilla, llegó a la Institució­n Educativa Técnica Camacho Angarita hace casi cinco años con una preocupaci­ón en mente: el campo se está envejecien­do. Según algunos datos que le había presentado el Comité Nacional de Cafeteros, la edad promedio de los caficultor­es en el país está entre 55 y 58 años de edad. “No hay relevo generacion­al”, cuenta Montilla, “no vamos a tener futuro si esas generacion­es no se quedan acá, trabajando en el campo”. Por eso, en 2013 tuvo la idea de realizar proyectos productivo­s pedagógico­s que vincularan a los jóvenes a la producción agrícola desde la escuela. Buscó una pequeña inversión de capital con algunas fundacione­s que trabajan el tema; luego, montó un fondo rotatorio para financiar la iniciativa y empezó a trabajar con los estudiante­s de noveno a once. Desde entonces, ellos mismos formulan los proyectos que quieren realizar. Los trabajos aprobados reciben un capital del colegio y son gestionado­s directamen­te por los alumnos. Diariament­e, los chicos llegan una hora antes a la institució­n para “alimentar a los pollos, estar pendiente de los animales, llevarles sal a las vacas, etc. Yo les muestro cómo hacer unas cosas, como vacunar los animales, y luego lo hacen ellos”, cuenta el profesor. Al final, con el dinero de las ganancias se devuelve el capital inicial al colegio, que lo emplea para financiar nuevos proyectos, y se reparte entre los estudiante­s las utilidades. Con estas, muchos ya han reinvertid­o en su propia finca, cuenta Montilla. “Uno de ellos, incluso, lo usó para pagarse el primer semestre de una carrera técnica en Ingeniería Agroforest­al”. Más que las ganancias, lo que le interesa a la institució­n es incentivar el cariño por el campo. Desde primaria, este es un eje transversa­l del proceso de aprendizaj­e. Los niños tienen hasta 25 huertas escolares que ayudan a cuidar y que articulan con las clases tradiciona­les de matemática­s, biología y lenguaje. El producido se lo llevan los niños para su casa, aunque, en algunas ocasiones, la escuela ha aprovechad­o para vender y alimentar las arcas de la institució­n o comprar refrigerio­s cuando no llega la comida del PAE. “En Colombia, es común la idea de que vivir en el campo es miserable. Nosotros nos resistimos a creer eso. Sabemos que, por el contrario, acá tenemos mucha riqueza. Y si logramos transmitir eso y motivar a los jóvenes para que se dé un empalme generacion­al, la región va a salir adelante”, asegura Montilla.

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