EN ORIENTE
LA PRESIÓN POR SOBRESALIR ACADÉMICAMENTE
llega a ser tan grande que, cuando se acercan los exámenes estatales, los niños esconden los libros de sus compañeros, les compran videojuegos como distracción e, incluso, llegan a suicidarse.
El profesor entra a la clase y el líder de los estudiantes lo saluda para que el resto de sus compañeros lo reciba con una venia. En Japón, este ritual no solo sirve para indicar que la clase inició, sino que impone un orden casi sacro en el aula y, además, es una clara manera de mostrar respeto y estima por la profesión de los docentes. Según Yoko Yamamoto, investigador sobre educación de la Universidad Brown, ocurre algo similar en otros países de la región, donde el respeto y la importancia que la sociedad le da al estudio se ven reflejados en las estrictas normas y protocolos. En Japón y en el noreste asiático, “muchos padres invierten en ‘educación sombra’ (clases extracurriculares) para potenciar la capacidad de responder exámenes de sus hijos”. Influenciados por el confucianismo, en el noreste asiático es extremadamente importante que los niños obtengan buenos resultados académicos, por lo que la necesidad de imponer un orden estricto dentro de las aulas de clase se vuelve fundamental. Los altos puntajes de la región oriental, según el mismo estudio, son resultado de la disciplina estudiantil que trasciende la escuela. Sin embargo, aquellos rendimientos espectaculares tienen un precio. Si bien en China las malas conductas en el salón pueden ser castigadas haciendo que los estudiantes se arrodillen en arvejas congeladas, o en Corea del Sur obligándolos a levantar las manos por minutos, el sentido de responsabilidad llega a estar tan incrustado en estos estudiantes que los castigos nacen de ellos.