Matrícula cero, ¿un sueño posible?
Muchas universidades públicas, no todas, anunciaron que no les cobrarán a los estudiantes en el segundo semestre. Por eso, varios sectores le exigen al presidente garantizar que la medida los beneficie a todos, sin excepción. ¿Cuánto costaría?
En ciudades y regiones del país, colectivos de estudiantes y profesores han exigido eximir de pagar la matrícula a los estudiantes de pregrado de las universidades públicas en todo el país. La crisis económica que ha afectado a las familias hizo que las instituciones de educación superior previeran un bajonazo en las aulas sin precedentes. A este llamado se sumaron cerca de 30 congresistas en una carta enviada al presidente Iván Duque.
En varias universidades públicas del país, como Montería, Magdalena, Valle, Cundinamarca,
Distrital, Surcolombiana, entre otras, ya han decidido cobrar la matrícula cero a sus estudiantes de pregrado. Pero la medida no abarca a todos los cerca de 730.000 estudiantes de las 63 instituciones de educación superior públicas del país.
La fórmula ha sido la misma: tomar los recursos del Gobierno nacional, pedir apoyo de los entes territoriales y apretarse el cinturón.
La matrícula cero ha recorrido un camino a veces de espinas, ya que en algunas regiones como en Tolima y Huila los estudiantes adelantaron huelgas de hambre por más de siete días para presionar a alcaldías y gobernaciones para que pusieran los recursos que faltaban para cubrir la matrícula. Además, actualmente en la Universidad Nacional varios alumnos adelantan una 'encadenatón' para exigir el beneficio para la totalidad de los alumnos, ya que en el momento esta universidad solo abarca el 63 por ciento.
Algunos manifestantes consideran que el Gobierno no ha hecho lo suficiente. Pero no hay duda de que al cambiar Ser Pilo Paga por Generación E salieron beneficiadas las instituciones públicas en detrimento de las privadas. Desde antes de la pandemia muchos estudiantes de las primeras, cerca de 160.000 beneficiarios de Generación E, ya tenían garantizada su matrícula y sostenimiento, ya que para este año el Gobierno destinó cerca de 800.000 millones para ese sentido. No obstante, aún una inmensa mayoría de los estudiantes universitarios continúan en la incertidumbre.
Por la coyuntura, el Gobierno destinó 97.500 millones de pesos adicionales para la gratuidad en estas instituciones, además de algunos apoyos adicionales del
Fondo Solidario para la Educación. De ese total, a cada universidad le tocó un monto distinto, desde 800 millones de pesos a las pequeñas hasta 5.194 millones para la Nacional, que es la que más alumnos acoge, “en educación siempre se van a necesitar más recursos, por eso nosotros tocamos la puerta de la Alcaldía y la Gobernación para completar esa gratuidad y ese es el modelo que estamos tratando en todo el país”, explicó el rector de la Universidad de Córdoba, Jairo Torres, quien también preside el Sistema Universitario Estatal (SUE), que agrupa las 32 principales instituciones en las que actualmente 632.000 jóvenes adelantan su pregrado.
En total, de acuerdo con el presidente Duque, se ha invertido cerca de un billón de pesos para apoyar en la matrícula a los 734.000 estudiantes que están en las universidades públicas del país, priorizando a 569.000 que son de estratos 1 y 2: “A esos jóvenes queremos decirles hoy que van a estar recibiendo en promedio un descuento sobre su matrícula cercano al 70 o 73 por ciento, pero hay más de 400.000 jóvenes de esos 569.000 que van a tener un descuento de prácticamente el 100 por ciento”, precisó durante su programa Prevención y Acción, un par de días después de que se conociera la carta de las plataformas estudiantiles y los congresistas.
No obstante, los estudiantes aseguran que el apoyo extemporáneo
Jairo Torres, presidente del SUE.
"Si se quisiera montar una política pública de gratuidad costaría 877.000 millones de pesos adicionales al año".
del Gobierno debido a la pandemia no ha sido suficiente y ese logro de gratuidad en el pregrado en algunas universidades es a costa de su propio presupuesto, lo que terminará agravando una crisis económica que ya acarrean desde hace varios años, “hay una deuda histórica con las universidades y con esta coyuntura va a seguir incrementando”, señaló el senador Wilson Arias, uno de los firmantes de la misiva. “Si uno compara ese billón que dicen se ha dado con el presupuesto total de educación, que es de 44,1 billones, es claro que no hay ninguna ayuda
inversión de las mismas aumentan en promedio cada año 10,69 por ciento, es decir, entre 5 y 6 puntos porcentuales por encima del IPC, precisó Oviedo.
El senador aseguró que esta desfinanciación histórica de las instituciones queda en claro al comparar el comportamiento de las transferencias de la Nación con el aumento de cobertura estudiantil. Los estudiantes matriculados en las 32 universidades pasaron de 159.218 en 1993 a más de 600.000 en la actualidad.
Mientras tanto, el aporte anual del Estado promedio por estudiante pasó de 10.825.890 a 4.785.338 pesos en el mismo periodo, es decir, se ha cuadruplicado el estudiantado y las transferencias se redujeron cerca de 60 por ciento.
Por el momento, varias instituciones educativas disputan una carrera contrarreloj para conseguir los recursos restantes con el fin de garantizar que nadie en la comunidad educativa tenga que pagar matrícula y evitar, de paso, una deserción masiva.
El Gobierno nacional destinó 97.500 millones de pesos adicionales para la gratuidad de la matrícula de las instituciones públicas de educación superior.
Vivir con sentido ayuda a tener menos emociones negativas, estrés, depresión, desesperanza, aburrimiento, ansiedad, adicciones, problemas psicológicos e insatisfacción con la vida. De hecho, suele generar mayor bienestar, resiliencia y creatividad. Las personas que viven con sentido manejan mejor los eventos traumáticos, trabajan con más gusto, tienen menos prejuicios sociales y mejores relaciones. Por ello, esta época es la etapa privilegiada para que la educación promueva una vida con propósito.
Vivir con sentido significa llevar una existencia con conexión, dirección y acción. La conexión implica que nuestro corazón o mundo emocional y nuestra cabeza o mundo racional estén conectados con personas, acciones, circunstancias o cosas que son valiosas en nuestra vida. El sentido es una vivencia emocional. Las emociones suelen ayudarnos a detectar dónde está lo valioso en la vida: sentimos rabia cuando experimentamos que algo valioso para nosotros está siendo destruido, tristeza cuando eso que es valioso está dejando de ser de manera natural, vivimos el miedo cuando aquello que nos importa corre peligro, y experimentamos alegría cuando lo que vale puede darse o desplegarse. Así es que ¿se imaginan lo que sucedería si tuviéramos prohibidas nuestras emociones?, pues nos sería muy difícil reconocer afectivamente dónde está lo valioso. Ahora bien, el sentido no es solamente sentimiento o emoción, también es razón. No basta con tener la experiencia en el corazón de que algo es valioso, se necesita reconocer con la razón que eso realmente vale. Conectar el corazón y la cabeza se refiere a que siento la plenitud que me da eso que estoy captando, y al mismo tiempo, eso que estoy percibiendo se define como una fuente que significa “algo” importante para mí. Conectar el corazón y la razón a lo valioso quiere decir que estamos dirigidos emocional y racionalmente a personas (ejemplo: hijos, amigos), acciones (ej.: trabajo), circunstancias (ej.: cumpleaños, paseos) y objetos (ej.: casa, carro), en los que depositamos lo valioso de manera diversificada, pues cuando no diversificamos las fuentes de sentido, nos hacemos muy vulnerables; puede llegar una crisis económica que nos haga perder algo valioso, una pandemia como la covid que nos impida ejercer lo que nos es importante o sencillamente el curso de la vida que hace que algunas cosas se acaben.
El sentido no solo implica conexión, también se requiere de dirección, es decir que aquello que nos suscita conexión realmente nos atraiga brindándonos dirección. Muchas veces experimentamos que algo nos mueve por dentro; aunque hay que recordar que el sentido no es solo emoción, ya que con frecuencia circunstancias psicológicas internas nos hacen emocionarnos con algo que no necesariamente es el sentido, pues no es algo que me llama y me invita sino más bien algo que me empuja. Vemos a alguien corriendo por la calle y decimos: esa persona va persiguiendo lo valioso en su vida. No obstante, puede ser que en realidad esté huyendo de sus miedos. La conducta objetiva es la misma, va corriendo, pero no es lo mismo ir detrás de lo que amas que ir huyendo de lo que temes.
Así es que sentimos atracción por lo valioso y dicha atracción nos brinda dirección, nos da un camino para llegar a donde está aquello que valoramos, nos enfoca en la vida. Si traemos las fuentes de conexión diversificadas, podemos tener diferentes caminos sin caer en el fanatismo de quien solo tiene una cosa por la cual vivir. Si se cierra un camino, no se acaba la vida. Si una época difícil se atraviesa, tenemos la versatilidad de girar.
Sentido sin acción es simple reflexión. Cuando se conecta nuestro corazón y nuestra razón brindándonos una dirección, nuestro deber es levantarnos y acudir al encuentro de aquello que es valioso. A eso lo llamamos acción. Nos convertimos en lo que hacemos. Como bien decía Nietzsche, “quien tiene un por qué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”, así es que en medio de lo que estamos viviendo, una vida con sentido es todo un factor de salud y bienestar.
Las personas que viven con sentido manejan mejor los eventos traumáticos, trabajan con más gusto, tienen menos prejuicios sociales y mejores relaciones.