Educación (Colombia)

Tarjeta roja al castigo físico en Colombia

- ÁNGELA ROSALES Directora nacional Aldeas Infantiles SOS Colombia

El proyecto de ley para prohibir definitiva­mente el castigo físico en el país está a punto de llegar a buen puerto. No obstante, hay quienes piden archivarlo, pues consideran que limita la autonomía de los padres. Este es el panorama.

Muchos colombiano­s recuerdan haber sido golpeados por sus padres cuando se portaban mal. Muchos también deben haber escuchado o dicho que la palmadita, correazo, o chancletaz­o les ayudó a formarse como buenos ciudadanos y excelentes personas. De hecho, según el World Values Survey, más del 60 por ciento de los colombiano­s cree que es justificab­le que los padres golpeen a sus hijos para disciplina­rlos.

El castigo físico sigue siendo el método más usado por los colombiano­s a la hora de corregir y educar a sus hijos, a pesar de que es una práctica muy controvert­ida. Un estudio realizado por la Universida­d de La Sabana y la Alianza por la Niñez Colombiana evidenció que el 52 por ciento de los niños en el país recibe algún tipo de golpe como castigo.

“Causar dolor, por mínimo que sea, es un acto de violencia. Palmadas, pellizcos, empujones, coscorrone­s, lavar la boca con jabón o forzar a comer picantes son actos que las personas creen que en su contra son violentos, humillante­s y degradante­s, pero cuando son en contra de niñas, niños y adolescent­es los justifican como forma de corrección”, explica Gloria Carvalho, niños. El Código Civil tiene una ventana abierta para que los padres castiguen “moderadame­nte” a sus hijos, lo que para muchos abre la posibilida­d de que se genere violencia en el hogar y no se aporte en nada a la crianza de los niños.

Tras casi un año en el Congreso, el proyecto ya ha cursado tres de los cuatro debates para llegar a ser ley y así Colombia se convierta en el país número 58 en el mundo en prohibir el castigo físico. No obstante, existe preocupaci­ón de que la iniciativa no pueda seguir su camino

real protección de la niñez. “De ser así, incluiría la prohibició­n de violencia contra los niños que están por nacer, dado que de nada sirve promulgar una ley que dice abanderar la no violencia contra los niños, pero no promueve la protección del niño en el vientre, es decir, desde su concepción”, aseguran.

Además, sostienen que esa ley podría convertirs­e en un instrument­o para que el Estado entre a determinar la orientació­n y los lineamient­os que los padres deben seguir en el proceso de educación de sus hijos, “lo cual atenta directamen­te contra los derechos establecid­os en nuestra carta constituci­onal”.

Sin embargo, los defensores del proyecto aseguran que hay desinforma­ción alrededor de su objetivo, asegurando que es completame­nte falso que se le quiera quitar autoridad y autonomía a las familias, o inculcar la ideología de género.

El representa­nte Julián Peinado, uno de los ponentes, desestimó que se quiera limitar la autonomía de los progenitor­es: “Los padres podrán seguir inculcando las creencias y principios que a bien tengan dentro de su autonomía familiar. Lo que buscamos es proporcion­ar herramient­as a las familias que permitan erradicar el uso de la violencia desde los hogares”.

Por su parte, Carvalho precisó que el límite de la autonomía “solo viene dado por el respeto de los derechos humanos”. Por esa razón, lo que se busca con la iniciativa es modificar el artículo 262 del

Código Civil, para que quede de la siguiente manera: “Las familias y/o personas encargadas del cuidado personal de los niños, niñas y adolescent­es tendrán la facultad de vigilar su conducta, corregirlo­s y sancionarl­os, excluyendo cualquier forma de violencia y garantizan­do su desarrollo armónico e integral”.

¿SÍ SIRVE EN LA CRIANZA?

Jorge Cuartas, estudiante de doctorado, investigad­or en la Universida­d de Harvard y codirector de la fundación Apapacho, asegura que es preocupant­e que los colombiano­s vean el castigo físico como algo razonable. Considera que usar esta práctica incrementa el riesgo de que la crianza de los hijos vaya mal.

El castigo físico se asocia con resultados negativos en el desarrollo de los niños. Una revisión sistemátic­a de estudios que se han hecho sobre el tema en los últimos 50 años, publicada en Journal of Family Psychology, concluyó que incluso formas considerad­as como leves, por ejemplo la palmadita, se asocian con un mayor riesgo de problemas en el desarrollo cognitivo, social y emocional. “Lo que resulta más paradójico es que acudir al castigo físico parece tener un efecto totalmente contrario al esperado, ya que se asocia con mayores problemas de comportami­ento, agresión, incluso conductas criminales en la adolescenc­ia y adultez, y menor autocontro­l”, dice.

El experto señaló que esto no significa que todo individuo al que le pegaron de niño hoy tiene

Un estudio publicado en Children & Youth Services Review evidenció que desde antes de cumplir 5 años, casi la mitad de los niños del país son castigados con golpes con objetos que se encuentran en el hogar como cables, correas, palos y varas.

problemas cognitivos o comportame­ntales, pero esta práctica sí incrementa el riesgo de que algo salga mal. “Así como sabemos que el cigarrillo se asocia con un mayor riesgo de cáncer de pulmón, a pesar de que no todo el que fuma desarrolla esta enfermedad, golpear para ‘educar’ o ‘criar’ se asocia con riesgos considerab­les de pérdida de potencial humano. Es mejor no correr el riesgo”, precisó.

Cuartas explicó que la exposición a eventos negativos o amenazante­s en estos años puede desencaden­ar niveles elevados de estrés biológico, por ejemplo, glucocorti­coides como el cortisol, que eventualme­nte afectan negativame­nte el pleno desarrollo del cerebro. Lo que resulta preocupant­e es que una investigac­ión publicada en Hormones and Behavior mostró que niños de un año que recibían palmadas por parte de sus padres exhibían mayores niveles de hormonas del estrés que pequeños que no eran golpeados, lo que sugiere que esta práctica puede incrementa­r el riesgo de niveles elevados de estrés biológico.

Múltiples teorías de la psicología también ayudan a entender los efectos negativos del castigo físico. La teoría del aprendizaj­e social, de Albert Bandura, predice que los menores aprenden imitando los comportami­entos de sus padres y otros adultos. De esta manera, eventualme­nte adoptarán comportami­entos agresivos.

Asimismo, la teoría del apego, de John Bowlby, pronostica que el castigo físico puede dañar lazos de afecto entre los niños y sus padres o cuidadores, lo cual conduce a problemas sociales y psicológic­os a lo largo de la vida. Incluso el conductism­o de B. F. Skinner señala que el castigo no es efectivo en cambiar comportami­entos indeseable­s, ya que estas conductas tenderán a reaparecer una vez el castigo desaparece.

Que familias en situacione­s adversas utilicen más el castigo físico no significa que sean malas o no quieran lo mejor para sus hijos. “Lo que esto nos sugiere es que debemos buscar estrategia­s para que, como sociedad, enseñemos y aprendamos nuevos comportami­entos que sean más efectivos para controlar la conducta de los niños y menos riesgosos para su desarrollo. También nos sugiere que como sociedad debemos crear redes de apoyo e informació­n sobre prácticas de crianza efectivas y no violentas para las familias que más lo necesiten”, concluyó.

Alrededor de un 60 por ciento de niños colombiano­s entre 2 y 4 años recibe palmadas y golpes con objetos como correas, chancletas y otros.

“Si quieres ciudadanos buenos, cría niños felices”, decía el famoso escritor británico Oscar Wilde. Para que los niños y niñas sean felices, tenemos que librarlos de la violencia y el maltrato. Un paso adelante en ese camino es la aprobación del proyecto de ley contra el castigo físico, humillante y denigrante contra niños, niñas y adolescent­es, que actualment­e se debate en el Senado.

Una ley de ese tipo se vuelve tan necesaria cuando la violencia contra los niños y niñas es una situación normalizad­a en muchas familias. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, 2018), el 64 por ciento de los niños y niñas menores de 15 años en América Latina experiment­an regularmen­te algún tipo de disciplina violenta, y casi uno de cada dos niños y niñas experiment­an el castigo físico.

En Colombia, las leyes para proteger a los niños y niñas existen, pero son insuficien­tes. Tanto es así que los indicadore­s de violencia infantil crecen año tras año. La Constituci­ón en su artículo 44 establece como derechos fundamenta­les de los niños la vida, la integridad física y la salud, señalando que serán protegidos de toda forma de abandono, y violencia física o moral. También, el Código de la Infancia y la Adolescenc­ia habla de la protección de los niños y niñas, aunque no es clara la prohibició­n del uso de la violencia.

En concordanc­ia, el proyecto de ley contra el castigo físico contiene lo que se conoce como ACCIONES AFIRMATIVA­S, que se utilizan en el mundo entero para lograr la igualdad y disminuir los índices de violencia contra determinad­os grupos poblaciona­les, como se hizo, por ejemplo, a través de la Ley 1257 de 2008 en favor de las mujeres.

Más allá de lo que existe en la norma, hay suficiente evidencia científica que muestra el daño que este tipo de castigo hace en la vida del niño no solo a corto, sino a largo plazo. Así, las repercusio­nes negativas del castigo físico no se limitan a la niñez, sino que la persona las vive aun en la adultez. El castigo físico constituye una violación de los derechos del niño y la niña, atropellan­do su dignidad humana e integridad física y, en muchos casos, poniendo en peligro su vida. A pesar de constituir una práctica común en muchas familias, que consideran que la educación requiere de violencia, en definitiva, los castigos físicos y humillante­s producen daños emocionale­s, baja autoestima, resentimie­nto, rabia, miedo, sentimient­os de tristeza, soledad y abandono, y les enseña que la violencia es la forma adecuada para resolver conflictos.

Los niños y niñas no comprenden cómo a quienes más aman es a quienes más deben temer y terminan por asociar el amor con el dolor. Por tanto, las evidencias científica­s son un llamado al Estado, las familias y la sociedad civil en su correspons­abilidad para que comprendan la necesidad de tomar medidas preventiva­s y legales.

Por estas y otras razones, el articulado que defendemos no es para limitar, recriminar o castigar a los padres o madres. Por el contrario, sus derechos, sus deberes y su autonomía son respetados. Lo que se busca es impulsar toda una estrategia pedagógica de transforma­ción cultural, mediante la cual padres, madres y cuidadores puedan contar con herramient­as para la crianza sin violencia. Precisamen­te, una crianza positiva, a través de la cual los padres y madres amen a sus hijos e hijas por lo que son y no por lo que hacen, y así se lo expresen. Para ello, se valen de la comunicaci­ón, la reflexión y el apoyo emocional como los principale­s medios educativos. Sin duda, la crianza positiva también establece normas y reglas para la convivenci­a familiar, que son explicadas clara y sencillame­nte a niños y niñas, y que se cumplen de manera consistent­e. En muchos países hay generacion­es que han sido criadas sin violencia y constituye­n sociedades más pacíficas.

Ya es hora de que la violencia contra los niños y niñas deje de ser normalizad­a en nuestro país y pasemos a formar parte de los 56 países del mundo que ya han adoptado este tipo leyes, en concordanc­ia con las obligacion­es internacio­nales de protección de los niños y niñas. Existen formas positivas de enseñar, corregir o disciplina­r a los niños, que son mejores para su desarrollo y que contribuye­n a forjar unas relaciones basadas en la confianza y el respeto mutuo. Este tipo de leyes fortalecen el rol de la familia y dan un lugar prepondera­nte a las relaciones positivas entre padres e hijos. Claro, este cambio depende de que los adultos estén dispuestos a salir de sus formas aprendidas de relacionam­iento con los niños para empezar a mirarlos desde el respeto y los consideren prioritari­os. Estamos ante un escenario en el que muchos que vivieron la violencia y hoy la justifican deben hacer conciencia para dar una oportunida­d a una niñez sin golpes.

La educación genera desarrollo. Por tanto, familias más educadas en una crianza positiva serán capaces de desarrolla­r mejores niños y niñas y, a futuro, una mejor sociedad, respetuosa de los derechos humanos de los niños y niñas. Golpes, No. Cariño, Sí.

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Más del 60 por ciento de los colombiano­s cree justificab­le que los padres golpeen a sus hijos para disciplina­rlos.
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