Educación (Colombia)

Opinión

Lisa Neisa

- LISA NEISA Directora de Clickarte-agencia de Pedagogía Datos proporcion­ados por el viceminist­ro colombiano de Conectivid­ad y Digitaliza­ción, Iván Mantilla, en el marco del conversato­rio ‘De la teoría a la acción: claves para avanzar en la conectivid­ad ru

Carlos, un estudiante de 9 años pertenecie­nte a la etnia wayuu, no ha logrado comunicars­e con sus docentes y compañeros desde hace cinco meses. Carmen, docente multinivel en una institució­n educativa del municipio de Santander de Quilichao, en Cauca, realiza acrobacias didácticas para mantener a por lo menos la mitad de sus 43 estudiante­s conectados en clase. Fermina, madre venezolana de dos adolescent­es, migró a la ciudad de Cúcuta y el contexto de cierre de las escuelas hizo nulas sus ya reducidas expectativ­as de vincular a sus hijos al sistema educativo colombiano.

Debido a la pandemia, la escuela se ha desdibujad­o como el principal escenario de encuentro de la comunidad educativa. En este contexto, los teléfonos y computador­es parecen ser la única manera de garantizar el acceso de los niños al aprendizaj­e, pero con tasas de conectivid­ad que se estiman del 9,6 por ciento en el ámbito rural, la promesa de la educación digital está lejos de cumplirse. Ante este panorama, los docentes del país se ven convocados a gestionar su aula, mantener la motivación de sus estudiante­s, contener emociones, generar aprendizaj­es, garantizar excelencia frente a la estructura curricular, evitar la deserción… Todo a través del teléfono, de aplicacion­es, como Whatsapp, o de guías de trabajo impresas que diseñan para sus estudiante­s.

Analizando el escenario educativo para lo que resta de 2020 y para 2021, un año en el que probableme­nte se disparen las tasas de deserción, además de la alternanci­a entre la casa y el colegio, surgen varias preguntas: ¿cómo hacemos para que los estudiante­s que perdieron contacto con sus comunidade­s educativas mantengan lazos con el aprendizaj­e?, ¿estamos educando para la autonomía o solo para poder aprender en un entorno escolar con la presencia de un docente?, ¿hemos inculcado en niños y niñas habilidade­s para el aprendizaj­e, como la gestión de la informació­n, la contextual­ización de los saberes, el manejo de emociones, la experiment­ación, el pensamient­o crítico y el pensamient­o creativo, o nos hemos centrado en transmitir informacio­nes y contenidos estandariz­ados?

La autonomía tiene que dejar de ser un ideal para convertirs­e en parte fundamenta­l del proceso educativo. Esto incluye generar aprendizaj­es por cuenta propia, ser curiosos, explorar nuestros entornos, hacernos preguntas, conectar ideas e irnos forjando un criterio y una visión propia del mundo.

Así pues, en el difuso contexto que viene, será primordial que cada estudiante pueda organizar sus prioridade­s y su tiempo, ponerse tareas y reflexiona­r sobre ellas. Esto implica salir del modelo de educación que desconfía de los estudiante­s, que los aparta de la decisión de escoger los temas que les interesan y que busca evaluarlos en términos de correcto o incorrecto, en vez de potenciar sus habilidade­s individual­es e impulsarlo­s para que ellos mismos puedan autoevalua­rse y comprender mejor su propio proceso.

La respuesta a la pandemia no puede quedarse en la creación de repositori­os de contenidos online y en exigirles a los docentes que a través de sus teléfonos mantengan a sus estudiante­s ligados al sistema. Más allá de la conversaci­ón sobre la conectivid­ad, ¿estamos realmente generando espacios y estrategia­s para fortalecer el aprendizaj­e autónomo de nuestros estudiante­s?

Será primordial que cada estudiante pueda organizar sus prioridade­s y su tiempo, ponerse tareas y reflexiona­r sobre ellas.

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