Pedagógica Un sistema mediocre
Todos los sistemas educativos esperan encontrar el método perfecto para formar a las nuevas generaciones. En ese camino, ¿qué están haciendo los padres, los estudiantes y las instituciones para lograrlo?
En 2016, Margarita, profesora de Filosofía en un colegio femenino de Bogotá, denunció a cuatro de sus estudiantes por hacer plagio en un examen. Cuando quiso corregir su conducta, los padres de las menores no solo pusieron en tela de juicio sus acusaciones, sino que además uno de ellos la amenazó con demandarla. Frente a los hechos, la institución no la respaldó. La directora de Disciplina le dijo que no estaba bien ser muy exigente y le pidió repetir la prueba a dos de ellas. Así funciona el pacto de la mediocridad. A simple vista, los primeros responsables de este pacto son los padres de familia, quienes no soportan que juzguen a sus “retoños”. Es muy común encontrar un papá que reclama en el colegio la mala nota que su hijo sacó en Matemáticas. También, algunos de ellos justifican su mal comportamiento suponiendo que su generación es así, irreverente. Incluso muchos casos de amenazas a los profesores provienen de padres iracundos que creen que el mal comportamiento de su hijo es exclusivamente culpa del docente. Como lo evidenció Semana Educación
en la anterior edición, en el artículo “Los docentes, la piedra en el zapato”, o conforme lo expresa Richard Worzel en su texto “Por qué los padres no respetan a los maestros”, publicado en la revista Teach, “los docentes son casi impotentes en asuntos de disciplina porque temen a las repercusiones de los padres, que pueden ser agresiones verbales y físicas”. ¿Qué les sucede? Las extensas jornadas de trabajo pueden ser una explicación. Muchos dejan las horas de la noche, tiempo en el que están más cansados e irritados, para enseñar sobre comportamiento y valores a sus hijos. En muchos de estos casos, frente a la falta de tiempo y de resultados, los padres delegan su responsabilidad al colegio y terminan esperando y exigiendo a sus hijos conductas que no han ayudado a formar y en lo que el colegio tampoco tiene capacidad. Para Héctor Zamora, director de secundaria en el colegio Externado de San José en San Salvador, son estos padres los que jamás se acercan al colegio para enterarse de la situación académica de sus hijos, pero cuando llegan con las malas notas, “se rasgan las vestiduras y dicen: ‘¡no me lo explico!’, ‘¡si les he dado todo!’. Y terminan descargando toda la responsabilidad de los malos resultados en el maestro y en la escuela. Son incapaces de relacionar carencia afectiva con fracaso escolar”.
¿CUÁL ES EL RESULTADO?
En múltiples estudios sobre las nuevas generaciones, se presume que son menos resilientes, o en otras palabras, son más débiles ante las adversidades y les cuesta más superar las dificultades. Según Claire Fox, directora del Instituto de Ideas en el Reino Unido y autora del libro I Find That Offensive!, no pueden lidiar con las críticas a pesar de que sean válidas, “reaccionan agresivamente porque creen que tienen derecho a hacerlo y además exigen disculpas si llegan a sentirse ofendidos”, afirma la autora. Entonces, hay casos de padres que no saben cómo hacer para que sus hijos asistan a clase, ya que es muy común que un pequeño de 8 años alegue demandar por coartar su libertad, o escuchar a profesores que no puede corregir a sus estudiantes porque estos fueron criados bajo la figura de unos padres que les decían todo el tiempo que eran especiales y podían conseguir cualquier cosa. Por ello, los mismos alumnos sin proponérselo están siendo cómplices de la mediocridad de su educación. Como lo hicieron las cuatro estudiantes de la profesora Margarita, quienes, al ser descubiertas de cometer plagio, la amenazaron.
¿QUÉ HACEN LAS INSTITUCIONES?
Si esta nueva generación es una población indescifrable para el mercado, ni qué decir para el sistema educativo. Las nuevas corrientes de innovación educativa, que se aplican especialmente en los colegios privados, reclaman un papel más activo por parte de los alumnos. Plantean acabar con las clases magistrales, los parciales y crear metodologías que impliquen acción por parte del estudiante. Sin embargo, puede resultar peligroso ser tan permisivos e impulsar la libertad del niño sin exigirle ciertas responsabilidades. Para la exasesora en Educación del gobierno sueco, Inger Enkvist, quien tiene fuertes críticas sobre las nuevas pedagogías, con las pruebas el niño aprende a responsabilizarse. “Los exámenes ayudan a desarrollar hábitos sistemáticos de trabajo y para eso necesitan que un adulto les guíe. Aprender requiere esfuerzo y, si se deja a los alumnos elegir, simplemente no sucede”, le dijo a el diario El País de España. En el caso de los colegios públicos, estos tampoco parecen estar indispuestos con el pacto de la mediocridad, pues el mismo sistema obliga a los docentes a premiar a los que no cumplen con sus deberes. Antes el Ministerio de Educación y las Secretarías de Educación le exigían al docente reprobar solo al 5% de su clase, así el porcentaje fuera mayor; hoy esta norma cambió. Ahora son las instituciones quienes construyen su propio sistema de evaluación y deciden qué porcentaje de niños del total del grupo pueden repetir el año. Pero, en muchos casos, de acuerdo con docentes de primaria consultados, los mismos rectores prefieren no reprobar a sus estudiantes para favorecer la imagen de la institución. Es evidente que la manera en que los estudiantes de esta generación aprenden es distinta a las generaciones pasadas. La tecnología ha sido crucial en esa transformación, pues les ha permitido hacer sus deberes sin el mayor esfuerzo. Al mismo tiempo, la exigencia de las instituciones para evaluar su desempeño ha disminuido, pues se ha entendido que el castigo es una forma antipedagógica de la Edad Oscura. Y mientras esto sucede en los colegios, los padres forman en casa una generación hipersensible, alérgica a los errores y a las frustraciones. Frente a ese mal que todos siguen alimentando, el cambio no solo se tendrá que hacer en los sistemas educativos: serán los padres y los hijos quienes tengan que entender que educar es mucho más que enseñar y aprender hechos, conceptos y principios. El desarrollo intelectual es tan solo una parte de la formación integral.