39 Opinión
“La educación es una prioridad nacional”. Esta frase, que ya parece de cajón, la oímos a toda hora tanto en términos de inversión pública – es el sector que más recursos recibe– como en cuestión de aportes desde el sector privado, expresado a través de la
Ángela Escallón Emiliani
“Entender el proceso de educación formal como un continuo a lo largo de la vida es el gran desafío que todos tenemos para comprender las interrelaciones entre cada etapa del mismo, desde primera infancia hasta educación superior”.
Las fundaciones trabajamos incansablemente por aportar al sector educativo. Más de la mitad de las organizaciones vinculadas a la Asociación de Fundaciones Empresariales (AFE) tienen como uno de sus principales objetivos promover la educación. Sin embargo, en nuestro ámbito existen preguntas esenciales que todos nos hacemos: ¿Cuál es el rol del sector privado en la educación? ¿Nuestros recursos aportan al mejoramiento de la educación en general?, ¿qué impacto tienen? Varios estudios y aproximaciones empíricas muestran distintas posiciones, desde las más positivas hasta las más negativas. Pero desde nuestro punto de vista, son más los aportes que se logran. Veamos algunos puntos que consideramos más relevantes: Primero, es un gran logro que el sector privado, bien sea a través de las fundaciones o de inversiones directas de personas naturales o empresas, se vincule con la educación. No pasa en todo el país y con todos los sectores, pero el hecho que exista esta tendencia hace que debamos capitalizarla como un gran activo social. Los recursos privados, a diferencia de los públicos, tienen la gran ventaja de que se pueden invertir en innovación, en crear cosas nuevas, en experimentar, en retar a lo establecido y en ver qué funciona mejor. Por eso, todo lo que se pueda considerar como recursos de riesgo –sin tener encima a todos los estamentos de control que a veces impiden estas acciones– es de gran valor para el sector educativo porque es ahí, en estos escenarios de retos y paradigmas, donde la inversión del privado tiene eco e impacto en todo el sistema. Es necesario, sin embargo, que haya quien escuche, tome las experiencias y haga evaluaciones serias y procedimientos rigurosos con la participación de todos los actores, y las lleven a escala. Solo lo público tiene esta capacidad. Ni todos los millones de una fundación como Bill y Melinda Gates han logrado penetrar un sistema educativo como sí lo puede hacer política y presupuestalmente un ministerio de Educación bien dirigido. Nuestros esfuerzos deben tener una interlocución válida y a todo nivel con los entes estatales. Entender el proceso de educación formal como un continuo a lo largo de la vida es el gran desafío que todos tenemos para comprender las interrelaciones entre cada etapa del mismo, desde primera infancia hasta educación superior, y capitalizar los procesos pedagógicos que están en juego, pero también los humanos. La virtualidad está reemplazando los modelos de aprendizaje a velocidades sorprendentes. Necesitamos seguir consolidando experiencias valiosas que le permitan a los niños, niñas y jóvenes desarrollarse y adaptarse de manera flexible a las exigencias del nuevo mundo. No podemos olvidar que se educa con el ejemplo, cosa que por fortuna y por ahora no han logrado las computadoras. Nuestro aporte es vital si entre todos lo trabajamos y lo capitalizamos. Estamos todos trabajando por la educación.