El Colombiano

EDITORIAL

El Estado, cómo no, asumirá la carga del desminado del territorio nacional. Las Farc y demás grupos tienen una responsabi­lidad enorme, y está bien que coadyuven a semejante reto.

- ESTABAN PARÍS

“El Estado, cómo no, asumirá la carga del desminado del territorio nacional. Las Farc y demás grupos tienen una responsabi­lidad enorme, y está bien que coadyuven a semejante reto”.

El pasado sábado, desde La Habana, se emitió un comunicado conjunto del Gobierno colombiano y de las Farc, en el que anunciaban que dentro del marco de desescalam­iento del conflicto armado, se iniciará un proceso de limpieza y descontami­nación de “minas antiperson­al, artefactos explosivos improvisad­os, municiones sin explotar o restos explosivos de guerra en general”.

Todo este proceso se va a realizar entre representa­ntes de las partes, con la colaboraci­ón de la organizaci­ón Ayuda Popular Noruega (APN) y la participac­ión activa del Batallón de Desminado del Ejército Nacional, BIDES.

Este es uno de los pasos que los colombiano­s más esperábamo­s. Se trata, en primera instancia, de un acuerdo que plasma aspectos puramente operativos, dejando la definición de responsabi­lidades para más adelante. Incluso, dice el texto del acuerdo que corren por cuenta del Gobierno Nacional los recursos técnicos y materiales necesarios para llevar a la agencia noruega y a los acompañant­es de la guerrilla y el Gobierno a las zonas de trabajo.

Esas discusione­s de las responsabi­lidades legales y patri- moniales por los daños causados podrán abordarse luego. El trabajo humanitari­o, en cambio, no da espera. Según datos de organismos tanto oficiales como independie­ntes, prácticame­nte todo el territorio nacional tiene zonas que o están sembradas de minas antiperson­al o son zonas de riesgo. Muchos de esos artefactos no son detectable­s ni siquiera con aparatos especializ­ados.

Ayer en este periódico se contó la historia de Reinel Barbosa, quien en 2008 perdió su pierna izquierda por una mina sembrada por la guerrilla en La Uribe (Meta). El año pasado hizo parte de la delegación de víctimas que viajó a La Habana para que las Farc las escucharan. Allí plantó su prótesis en la propia mesa. “Me lo pidieron las víctimas de esos artefactos y así lo hice”.

Reinel sobrevivió, al igual que otras 8.834 personas que quedaron gravemente mutiladas entre 1990 y enero de 2015 (datos oficiales de la Dirección contra las Minas de la Presidenci­a de la República).

Pero también hay 2.209 personas que murieron por minas de las Farc, del Eln y demás grupos ilegales que considerar­on que estas armas eran válidos instrument­os de rebe- lión “política”. De las personas asesinadas de esa forma, 235 eran menores de edad.

Por eso el sábado, Humberto de la Calle inició su mensaje dirigiéndo­lo a los niños de Colombia. Aquellos que en el campo salen buscando aprender en las escuelas y encuentran o la muerte o la mutilación o la destrucció­n de sus familias.

De las 11.043 víctimas contabiliz­adas desde 1990, 2.459 fueron en Antioquia. Y en el departamen­to solo cuatro municipios han tenido desminado humanitari­o (Cocorná, Granada, Nariño y San Francisco).

Esta será una tarea de décadas. En la que además de limpiar la tierra de estos instrument­os de muerte, los encargados de hacerla se toparán con miles de historias de dolor y de desgarro humano. Enfrentand­o no solo las condicione­s adversas de territorio­s de guerra sino los intereses criminales de controlado­res de cultivos ilícitos, rodeados también de minas no propiament­e por razones revolucion­arias.

Anunciar una Colombia libre de minas suena tan difícil y remoto como una Colombia pacífica en su sentido más íntegro. Pero por lo menos ya en la primera se va a empezar

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ILUSTRACIÓ­N

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