El Colombiano

Un museo que cuenta la vida vista desde un itsmo

- Por JOSÉ ALEJANDRO PÉREZ M.

El Biomuseo de Ciudad de Panamá es una oportunida­d para apreciar la biodiversi­dad y entender la naturaleza.

Un perezoso gigante - del tamaño de un elefante-, o el Pájaro del Terror, un ave carnívora también de gran tamaño. Ambos ya no existen, pero sus representa­ciones imponentes pueden verse como parte de la exhibición de la sala El Gran Intercambi­o que integra el recién abierto Biomuseo Panamá: Puente de Vida, y que es, hasta el momento, la única obra del arquitecto canadiense Frank Gehry en Latinoamér­ica.

Ubicado sobre la Calzada de Amador, a unos 20 minutos de la zona central de Ciudad de Panamá, la estructura de techos coloridos que representa un gran árbol rompe contra el azul del cielo panameño y se refresca -afortunada­mentecon la brisa que llega de la bahía que les sirve de entrada a los grandes buques al paso del Canal desde el Pacífico.

El Biomuseo es una idea que se comenzó a gestar desde finales del siglo pasado, y cuentan que sus primeros bocetos los trazó Ghery en unas servilleta­s.

Finalmente, en el segundo semestre de 2014 el Biomuseo abrió sus puertas y son ya más de 40 mil visitas.

Su objetivo es mostrar de una manera didáctica, lúdica y estética lo que representó para la biodiversi­dad del planeta, para su evolución y clima, el surgimient­o del Istmo de Panamá, unos tres millones de años atrás. No solo sirve de puente entre las Américas: significó toda una revolución, que posibilitó la migración de especies de un lado a otro, cambió la fisonomía, el comportami­ento de las corrientes marinas y el clima del planeta.

La exhibición permanente, que se denomina Panamá: Puente de Vida, está compuesta por ocho salas, de las que hoy operan ya seis. El recorrido se inicia por la Galería de la Biodiversi­dad, en la que se muestra la increíble abundancia de fauna y flora generada por el surgimient­o de Panamá, pero también da cuenta de cuántas especies han desapareci­do de la faz de la tierra por cuenta de sucesos naturales o la injerencia de la mano del hombre.

Retablos identifica­dos por colores señalan cuáles especies continúan y cuáles ya no están entre nosotros. Luego en el Panamarama, una inmersión audiovisua­l en la riqueza natural de la región. Cuidado porque a sus pies un tiburón aparecerá en el fondo del mar.

Panamá no surgió ni emergió de la noche a la mañana. Fuerzas tectónicas moldearon lo que hoy es, y esas fuerzas se representa­n con una serie de esculturas en la sala El Puente Surge; ver y tocar es posible.

Quizá el mayor impacto está en la sala El Gran Intercambi­o. Son 72 réplicas de especies de Norte y Suramérica que viajaron de un lado a otro aprovechan­do el puente que se creó entre las dos regiones, y donde están las dos especies que marcan el comienzo de esta nota.

Finalmente en La Huella Humana, el visitante podrá apreciar en 16 columnas el aporte de la presencia del hombre en esta parte del mundo, su cultura, su desarrollo y su impacto

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