El Colombiano

EDITORIAL

“Los jueces consideran que alias “el Alemán” cumplió con la Ley de Justicia y Paz. Además de la verdad y la reparación, él aún puede resarcir a la sociedad, al renunciar del todo y por siempre al crimen”.

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La Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín atendió la solicitud elevada por la defensa del exparamili­tar Freddy Rendón Herrera, alias “el Alemán”, para decretar su libertad, al cumplir el máximo de condena establecid­a en la Ley 975 de 2005, llamada Ley de Justicia y Paz.

Encarcelad­o desde febrero de 2007, alias “el Alemán” agotó la pena de prisión decretada por los jueces. La semana entrante la orden de libertad se someterá a un control por parte de un juzgado de Bogotá. En la audiencia del pasado jueves, a la medida de libertad no se opusieron ni la Fiscalía, ni el Ministerio Público ni el representa­nte de las víctimas.

Obviamente, la posible libertad de este exjefe paramilita­r causa inquietude­s en muchos ámbitos. La figura de Freddy Rendón suscita temores. Se trata de uno de los paramilita­res más fogueados y conocedore­s de la zona de Urabá, enclave hoy de renovados fenómenos de bandas criminales y narcotráfi­co. Rendón pasó por todos los “estadios” de las autodefens­as de los hermanos Castaño Gil, hasta crear y comandar el Bloque Élmer Cárdenas en Arboletes, Necoclí, Acandí y Unguía.

Rendón conoce, además, muchos de los secretos y pormenores que, aunque hoy parecieran enterrados, aún gravitan sobre la formación de las Auc y su señalada relación con algunos mandos militares, líderes políticos y empresario­s agroindust­riales en Urabá. Por eso desde ya se advierten las medidas de seguridad que deberían rodear su vida en libertad.

Es inevitable, también, remitirse a la figura de alias “don Mario” (Daniel Rendón), su hermano y exjefe de “los Urabeños”, capturado en abril de 2009. Entre tanto, la Policía señala que otro más de los hermanos del clan Rendón Herrera está vinculado, hoy, con actividade­s ilícitas.

Por su formación paramilita­r, por su pasado de crímenes atroces en las filas de lo que ellos llamaban autodefens­as, por su larga permanenci­a en es- tructuras ilegales en Antioquia y Chocó, asociadas con el narcotráfi­co y la parapolíti­ca, con el desplazami­ento, la violencia y el despojo de tierras de comunidade­s del río Atrato y del golfo de Urabá, es que hay expectativ­a respecto de la resocializ­ación que más de ocho años de cárcel le hayan permitido a Freddy Rendón, y sobre la suerte que pueda correr en un contexto de disputas de bandas ilega- les que siguen activas y entre las cuales Rendón Herrera puede ser visto como una figura riesgosa para sus intereses.

Y por ello los interrogan­tes sobre la firmeza de la voluntad que tenga y pueda demostrar para mantenerse al margen de un pasado y un presente con tantos influjos desde la ilegalidad. Porque puede dar un verdadero giro y ser un facilitado­r de reconcilia­ción, o volver a las andadas para adquirir nuevamente poder de coacción ante sus rivales.

El todo es que esta libertad es consecuent­e con la ley vigente. Si la justicia tiene acreditado que él cumplió su parte en cuanto a verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, el Estado debe cumplir la suya.

Que crímenes atroces tuvieran una consecuenc­ia penal de ocho años constituyó motivo de oposición hace diez años, al discutir la Ley de Justicia y Paz. Hoy, muchos de los que entonces se opusieron con toda clase de razones, aplauden ya no las penas bajas, sino incluso la ausencia total de pena. La libertad de estos jefes paramilita­res pone de manifiesto, entre otras cosas, ese doble rasero tan falto de coherencia con un sentido universal de los derechos humanos

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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