800 millones de personas, sin agua potable
Así lo dijo Bernardo Kliksberg, uno de los hombres más sabios del planeta en asuntos de seguridad alimentaria.
Bernardo Kliksberg, asesor de la FAO en asuntos de seguridad alimentaria, dijo a EL COLOMBIANO que el hambre y la falta de agua potable matan, cada minuto, a 12 niños en el mundo.
Cada minuto mueren 12 niños en el mundo a causa del hambre y de males asociados a la falta de agua potable y la ausencia de saneamiento básico. Esa cifra, demoledora por donde se mire, le quita el sueño a Ber
nardo Kliksberg, asesor principal de la dirección de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y único latinoamericano miembro del comité directivo del Panel de alto nivel en seguridad alimentaria y nutrición.
“Esas son muertes absolutamente evitables y sin justificación en un planeta que tiene tecnologías tan avanzadas, y que en dos años tendrá autos voladores e impresoras que reproducirán órganos en tercera dimensión”, dijo a EL COLOMBIANO el doctor en Economía y en Administración, considerado referente mundial en temas de pobreza y gurú de la responsabilidad social empresarial.
La visión sobre la lucha contra el hambre del autor de 64 libros quedó plasmada en un diálogo con EL COLOMBIANO. Su apuesta: una economía humana. Su inspiración: la Biblia.
¿Cree que el hambre mundial está en el top de la agenda de los países?
“Debería estarlo. Es absolutamente inaceptable que el mundo produzca hoy alimentos para 10.000 millones de personas y que, de una población total de 7.200 millones de personas, 805 millones en todo el planeta tengan hambre. Eso, a sabiendas de que el hambre mata, el hambre no perdona. Si un niño en los 1.000 primeros días de vida no está suficientemente alimentado va a te- ner retrasos severos tanto en su estructura ósea como en las conexiones intraneuronales del cerebro. El hambre tiene la característica que no es enmendable a posteriori, no se puede sobrealimentar a alguien para compensar”.
¿América Latina ha hecho bien la tarea?
“América Latina bajó el hambre de 53 millones, que era la cifra hace una década, a 37 millones hoy, una baja muy fuerte en un periodo muy corto. La clave estuvo en la implementación de políticas que empoderan a los pequeños campesinos pobres como créditos, tecnologías básicas y la organización a través de cooperativas. Todo eso sumado al diseño de planes de políticas públicas contra el hambre en gran escala y la Responsabilidad Social Empresarial. Brasil, con su programa Hambre Cero, es una referencia para la FAO y su modelo es aplicado en países africanos. Sin embargo, la región tiene 10 de los 15 países más desiguales del planeta y el peor coeficiente Gini del mundo”.
Usted habla de un escándalo ético en los temas del hambre. ¿A qué se refiere?
“Al hecho de que haya 805 millones de personas con hambre en el planeta y que de ellas un porcentaje significativo sean niños y madres embarazadas. Hoy el problema es de acceso: estos 805 millones no acceden a los alimentos porque están dentro de la población mundial que está en pobreza extrema. Según el Banco Mundial, pobreza extrema es cuando las personas ganan menos de 1,25 dólares diarios. Un ingreso que, si lo gastan todo en comprar alimentos, no les alcanza para comprar el mínimo de calorías y proteínas que necesita el ser humano. Hay 1.200 millones de personas en pobreza extrema. Hay otros 700 millones que están vulnerables a caer a la pobreza extrema”.
¿Qué impide hoy el acceso a los alimentos?
“Se trata de un tema de justicia social elemental. Yo diría de justicia social bíblica, porque la Biblia ordena terminantemente que todo el mundo debe tener derecho a ser alimentado. Los obstáculos de esa justicia social están hoy en tres campos.
El primero es la producción de alimentos, pues los campesinos pobres son las víctimas mayores del cambio climático, que los está desplazando de sus zonas de cultivos tradicionales. El segundo problema es la desigualdad en la distribución del ingreso por la especulación en el mercado de alimentos y por la volatilidad de los precios. Los precios de los alimentos que consumen los pobres del mundo ( arroz, papa) están sujetos a vaivenes y tienen la tendencia al alza después de la crisis del sistema económico mundial entre 2007 y 2008.
El tercero es el desperdicio de alimentos en los procesos de almacenaje, produc- ción y consumo. El Papa
Francisco ha dicho la Asamblea General de la FAO que es imposible aceptar que el 40 por ciento de los alimentos en el mundo se desperdicien.
A esto le sumamos que hay 800 millones de personas que no tienen agua potable, el alimento más básico de todos, lo que los obliga a tomar agua contaminada, que es el gran productor de enfermedades gastrointestinales como la diarrea infantil, que a su vez es el segundo asesino de chicos en el mundo. También hay 2.400 millones de personas sin una instalación sanitaria adecuada”.
¿La acumulación de riqueza en el mundo tiene solución?
“Oxfam ha informado sobre los niveles de desigualdad en el planeta: el 1 por ciento de población más rica del mundo tiene el 48 por ciento del PIB mundial. El 80 por ciento del planeta tiene el 5.5 por ciento del PIB mundial. Eso significa que ese uno por ciento tiene posibilidades de consumo infinitas. Otra cifra demoledora: 80 personas tienen hoy más que la mitad de toda la población del planeta de menores ingresos, es decir 3.600 millones de personas. Un camino es mirar los países nórdicos, en los que no hay desigualdad. Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia tienen un coeficiente Gini de 0,25 y encabezan todas las tablas que usted busque. ¿Cómo lo han hecho? No lo han hecho a través de regímenes autoritarios. Todo lo contrario, son democracias con altísima participación ciudadana donde la clave es que han universalizado a toda la población en educación de calidad, salud y oportunidades”.
“¿Cómo justificar 805 millones de personas con hambre en un mundo tan avanzado que tendrá en los próximos dos años autos voladores e impresoras 3D?”
Y la empresa privada es un actor importante…
“La empresa privada es muy activa en esos países y tiene altísimo grado de responsabilidad social. Es una coalición entre políticas públicas, empresas privadas con responsabilidad, sindicatos, partidos políticos, iglesias y universidades. El eje es la igualdad. Allí la distancia puede ser 5 a 1 entre lo que ganan los altos ejecutivos y lo que ganan la línea de operaciones. En otros lugares del mundo esa distancia es abismal”.
Asistencialismo y. Gerencia social. Cuándo se cruza la línea?
“Una idea de la gerencia social es crear condiciones que les permitan a los pobres alimentarse, empoderarlos productivamente con políticas sociales: no les llega el paquete de comida en un avión, sino que se les brindan semillas, abono, técnicas, capacitación. No es asistencialismo, se trata de no dejarlos solos. Que con las pocas hectáreas que tienen, puedan producir más y mejor y que estén organizados. Repito: no es asistencialismo, es que hay que ayudarlos ahora mismo”.
¿Qué piensa de la situación en la economía que atraviesa Venezuela?
“No pasa solo en Venezuela. Pasa en muchos países. Lo más importante de todo es la ética en la economía. Es lo que dice el Papa: que toda la gente coma, que tenga acceso a la salud, a la educación. Las economías éticas son las que aseguran todo eso. Yo juzgo las economías por los resultados que tienen en la gente y las que no los tienen son ineficientes fueren cual fueren su etiqueta. Hay que calificar a las políticas por el impacto que tienen en la gente. El Papa ha dicho que el capitalismo salvaje es una economía que mata, por ejemplo. Él no habla de una doctrina u otra. Mi conclusión es que necesitamos economías con rostro humano. Economías que en vez de matar, den vida”